© 1978 JORGE E. SORENSEN ALL RI GHTS RESERVED EL USO DE TEMAS HISTORICO-TRADICIONALES EN TIRSO DE MOLINA: LAS TRES COMEDIAS DEL VIEJO TESTAMENTO By Jorge E. Sorensen A DISSERTATION Submitted to Michigan State University in partial fulfillment of the requirements for the degree of DOCTOR OF PHILOSOPHY Department of Romance and Classical Languages 1978 ABSTRACT EL USO DE TEMAS HISTORICO-TRADICIONALES EN TIRSO DE MOLINA: LAS TRES COMEDIAS DEL VIEJO TESTAMENTO By Jorge E. Sorensen El anélisis de las refundiciones del material biblico que hace Tirso en La mejor espigadera, La muierggue manda en casa y La venganza de Tamar provee una valiosa aproximacién a1 estudio de su obra drama- tica. Su talento artistico se hace notorio en estas piezas cuando se considera que en su elaboracién e1 poeta ve limitada su inspiraci6n por los parémetros establecidos no 3610 por preceptistas y dramaturgos de la época, sino también por la ortodoxia catélica. No obstante estas restricciones, Tirso produce tres comedias de gran valor artistico sir- viéndose de una genial recreacién de los protagonistas y de una nueva estructuracién de la narrativa biblica. Sus versiones del material original asi logradas 1e permiten proyectar la esencia dramética que él supo descubrir en las historias originales, esencia cuya interpre- tacion esté inseparablemente ligada a un contexto didactico. Una comparacion de las fuentes biblicas con los dramas descubre algunas de las pautas del proceso creativo en Tirso. Las versiones biblicas de las historias de Rut, Jezabel y David representan una ten— dencia descriptiva en la narraci6n de los sucesos historiados. Por ello, el énfasis en el relato esté encaminado a presentar un mero recuento de lo que acontece en detrimento de la caracterizaci6n de los protagonistas. Y es precisamente este aspecto que no trata e1 material biblico el que explora Tirso al concentrar su atencion en la recreacion de sus personajes. Para hacerlo se aprovecha de las sugerencias que le Jorge E. Sorensen provee una inteligente lectura de la Biblia y de los estudios exegé— ticos a los que tenia acceso como teologo. Mediante la elaboracién meticulosa de la informacion asi obtenida, Tirso dota a sus persona- jes de una vitalidad ausente en el texto biblico y los presenta como seres que muestran su perplejidad ante los dilemas que deben arrostrar. De este modo, sus obras revelan un contenido didéctico més profundo y diverso que el de la version del Viejo Testamento porque reflejan una realidad universal y humana que va més allé del caso particular que se representa. De las tres comedias, La mejor espigadera se destaca por las libertades que se toma e1 poeta en su creaci6n y por el énfasis que pone en la estructuracién de la obra, en la cual la caracterizacion hace un papel relativamente secundario. El carécter singular de este drama se explica si se tienen en cuenta las escasas posibilidades dra- méticas que ofrece Rut en la narraci6n biblica. Tirso comprende esta limitacién que le presenta el material original y apela a exégesis rabInicas del Libro de Rut para dar mayor profundidad a su versi6n. Su interpretacion de la historia sugiere una nueva faceta a la prota- gonista al presentarla como una pecadora que 3610 después de haber sufrido un revés que precipita su "desengafio" se transforma en la vir- tuosa Rut del Viejo Testamento. La mujer que manda en casa y La venganza de Tamar siguen de cerca las versiones originales y se destacan por la esmerada caracterizaci6n de los protagonistas. En estas obras Tirso hace evidente su talento dramético en la agudeza con que capta la esencia de la narracifin biblica y en la realizacién del potencial implicito en ella. El disefio que, en su creaci6n dramética, teje el poeta en la trama ori- ginal hace explicitas las fuerzas que mueven a sus personajes y la Jorge E. Sorensen compleja interdependencia que existe entre la conducta de todos ellos. Las tres obras tratadas reflejan la habilidad con que Tirso crea personajes de gran vitalidad y verosimilitud sicologica, asI como su preocupacién didéctica, evidente en una interpretacién del material biblico que busca explorar la verdad més intima que se oculta tras los eventos historiados. INDICE INTRODUCCION. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 CAPITULO I: TEORIAS POETICAS SOBRE EL USO DE LO HISTORICO. . . . . 12 CAPITULO II: LA MEJOR ESPIGADERA . . . . . . . . . . . . . . . . . 46 CAPITULO III: LA MUJER QUE MANDA EN CASA . . . . . . . . . . . . . 79 CAPITULO IV: LA VENGANZA DE TAMAR. . . . . . . . . . . . . . . . . 127 CONCLUSION. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172 BIBLIOGRAFIA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177 INTRODUCCION La producci6n dramética espafiola de los siglos XVI y XVII hace evidente una notoria preferencia entre los autores de la época por temas y personajes que se hallan enraizados en la tradiciGn y en la historia. Una revisi6n de la obra de Lope de Vega y Tirso de Molina, por ejemplo, descubre un gran nfimero de comedias para las cuales ambos hallaron su inspiracion en fuentes tales como el Romancero, la Biblia, la historia y la literatura sacra y profana.1 La frecuencia con que los dramaturgos apelan a este tipo de material requiere la atencion de los criticos en lo que concierne a este aspecto de la obra drama- tica del Siglo de Oro con el fin de clarificar, en lo posible, las pautas dentro de las cuales tiene lugar este fen6meno literario. Si se tiene presente la fuerte influencia que ejerce la tradicion oral en la transmisién de la historia dentro de la Peninsula, no sor— prende la inclinacién que muestran los poetas del Siglo de Oro por dramatizar a determinados personajes y momentos, especialmente del pasado nacional.2 Por ser el drama, de las artes literarias, el que més se acerca a la tradicién oral, se hace claro que los autores de la época parecen continuar, simplemente, esta tradici6n en sus obras, a la vez que establecen con ella una relacion simbiotica mediante la cual se nutren mutuamente. Si tal fuese el caso, la comedia hist6rico— tradicional podria ser vista como una extension logica de los romances y leyendas populares a través de los que se preservaba y difundia la 1 2 herencia historica tanto nacional como regional. De alli que sea con- veniente tratar de determinar el grado de familiaridad que tenia e1 pfiblico de la comedia con las personas y los hechos dramatizados en este tipo de obras, al mismo tiempo que las posibles similaridades entre éstas y la tradicion oral en el tratamiento de la historia. Afin cuando es imposible en nuestros dias determinar con certeza e1 grado de conocimiento que el espectador medio del teatro del Siglo de Oro tendria de los sucesos dramatizados por los poetas en sus comedias hist6rico—tradicionales, se puede afirmar, de lo que se deduce de los romances afin accesibles que, al menos en lo referente al pasado espafiol, e1 pfiblico deberia conocer con bastante detalle los hechos principales de las tramas de tales obras. Tal parece haber sido el caso en las comedias que tratan las leyendas del Cid, de los siete infantes de Lara, de Alvaro de Luna y del rey don Pedro, para citar tan solo unos pocos. Lo que viene a confirmar la familiaridad del vulgo con la historia es el hecho de que en algunas de estas obras los autores hacen alusiones que tienen carécter de oréculos cuyo signi— ficando escaparia a quienes desconociesen los hechos de la vida de los personajes en cuestién, como en el caso del rey don Pedro en El médico de su honra de Lope y de Calderon. La misma familiaridad por parte del pfiblico que se hace aparente en las comedias de temas hist6rico— tradicionales espafioles se encuentra también en aquéllas basadas en historias y leyendas devotas. Es bien sabido que desde el medioevo era popular en Espafia la difusién de los hechos de las vidas de los santos a través de poemas y tradiciones de carécter fundamentalmente propagandistico originados en los monasterios de las diversas 6rdenes que pretendian con ellos atraerse a los fieles. Semejante tradici6n 3 parece haberse continuado en los romances vulgares que relatan leyen- das populares relativas a la vida de los santos o a otros aspectos de las creencias cristianas. El parentesco de éstos con los poemas medi- evales puede observarse en el tono general de las composiciones y aun en los temas, como se hace evidente, por ejemplo, de una lectura del romance titulado Elgiudio de Toledo, que es una variacion del Milagro XVIII (Losgjudios de Toledo) de los Milagros de Nuestra Sefiora de Gonzalo de Berceo.3 Si a esta transmisién de historias devotas a través de una tradicién oral se suma la labor de divulgacién que lle- van a cabo los predicadores, se hace patente que puede afirmarse con suficiente certeza que asi como en el caso de las comedias de carécter hist6rico-nacional, e1 pfiblico debié haber conocido, al menos en tér- minos generales, un buen nfimero de las historias llevadas a las tablas en los dramas hagiogréficos de la época. Si bien la temética de las obras de raices hist6ricas y tradici- onales, tanto devotas como profanas, parece haberse difundido libre— mente a través de la Peninsula, el material biblico que sirve como base a las obras inspiradas en el Viejo Testamento merece estudiarse con atencién por haber encontrado ciertos obstéculos en su transmisi6n. Dada la importancia que cobra en las doctrinas de Lutero e1 retorno a los principios bésicos del dogma cristiano tal como se encuentran en las Sagradas Escrituras, en Espafia gana renovado impetu una campafia en contra de la difusién de la Biblia en lengua vernécula, campafia ésta ya iniciada por la prohibicién que los Reyes Catélicos habian dictado en 1502,4 y que se extiende por otros paises, como puede verse en las prohibiciones que tienen lugar en Francia en 1528 y 1543.5 La seriedad del mandato contra las traducciones de las Escrituras puede 4 observarse en las restricciones impuestas a las licencias que autori- zaban 1a posesién y lectura de Biblias no latinas. Como ejemplo de ello cita Henry Charles Lea, en su trabajo sobre la Inquisici6n en Espafia, el texto de la licencia que concede e1 Inquisitor General Juan Tavera en 1543 a la Duquesa de Soma, esposa del Almirante de Népoles, en el cual le permite poseer y leer una versién en toscano sélamente por un afio.6 Tales prohibiciones toman un carécter afin més serio con la aparicion de los Indices de la Inquisicién que a partir de 1551 vedan la posesi6n y circulacién de las Escrituras en lengua vulgar. Sin embargo, el aparato de la Inquisici6n no se halla destinado a eli— minar por completo el conocimiento que el pfiblico tiene de la Biblia, sino a impedir toda interpretacion de ella que no se halle de acuerdo con la doctrina catélica. De ahi que haya evidencia en el Romancero General de que el pfiblico se hallaba bastante familiarizado con las historias del Viejo Testamento, tal como se desprende de la existencia de romances referentes a diversos eventos de la historia sagrada.8 El conocimiento que el vulgo tiene de la Biblia parece haber sido adqui- rido, entonces, a pesar de las prohibiciones citadas, en forma similar al de la historia secular y devota, halléndose cimentado en una fuerte tradicién oral. Los origenes de esta tradicién, en el caso del mate- rial bIblico, se hallan en la tarea de difusion que desde el pfilpito hacen los predicadores. Evidencia de ello puede hallarse en los manu- ales de predicacién de la época, en los que se hace manifiesta la importancia que se concede a las Sagradas Escrituras como fuente de ejemplos y de ensefianza.9 Una lectura de algunos de los sermones afin accesibles de los siglos XVI y XVII deja ver referencias continuas a los diversos libros del Viejo Testamento, y en especial a los casos de David y del profeta Elias.10 Esta difusién oral de la Historia Sagrada explica la relativa popularidad que alcanzan las comedias de raices biblicas, asi como las similitudes que muestran éstas con el drama de fuentes historicas y tradicionales.ll La Biblia es considerada en esta época como una cr6nica y por ello su contenido es tratado en la tradicién oral acorde con las reglas que parecen regir el tratamiento del material hist6rico. Este sigue lo que Scholes y Kellogg llaman la tendencia épica de la narracién, en la cual el autor no se halla movido por un deseo de historiar 0 de crear, sino por un impulso recreativo. Al recrear su relato guarda, por lo tanto, fidelidad solo a lo que estos criticos ' en la cual llaman el mythos, es decir, la historia "tradicionalizada,' 1a realidad y el mito se yuxtaponen en tal forma que se hace practi- camente imposible distinguir al uno del otro.12 Y éste es justamente el mismo tratamiento que los dramaturgos dan en sus creaciones al mate- rial hist6rico—tradicional, a1 cual revisten de un carécter singular mediante una interpretacién ya sea personal 0 popular de los hechos dramatizados. De ahi que no debe sorprender que en estas obras, en general, 103 poetas no se ajusten a lo que podrIa llamarse la historia pura u objetiva. Como sefiala Menéndez Pelayo en su estudio sobre el drama hist6rico, en estas obras "el arte libremente opera sobre el material hist6rico con la misma independencia que sobre la varia y complicada urdimbre de la vida del dia presente, vida, por otra parte, "13 E1 que es tan hist6rica como la que en los c6digos se representa. poeta, pues, al elaborar el relato que 1e sirve de fuente, opera dentro cie un campo de accién distinto del de la historia, campo cuyos limites sculdemarcados por la verosimilitud y, en el caso de las leyendas 6 biblicas y devotas, por la ortodoxia romana. Dentro de estos limites se halla en libertad de recrear la historia siguiendo la tradiciGn o interpreténdola de tal manera que su version proyecte el significado més Intimo de los hechos. En palabras de Menéndez Pelayo: . . . no es en el poema historico la verdad material del hecho lo que fuerza nuestra emocién, sino la verdad moral que en el hecho se manifiesta, cosa . . . de suyo tan obvia, que no vale la pena insistir en ella. Pero aparte de este interés comfin a toda representacién natural, viviente y sincera de la vida humana, tiene la poesia hist6rica, y en mayor grado que ninguna de sus formas el teatro, otras dos muy positivas ventajas que acrecientan su efecto. Porque primariamente satisface aquella sed de nuestro espiritu que no se apaga con el conocimiento exterior y fragmentario de lo pasado, sino que aspira a lograr de él un cuadro vivo y completo. Y ademés, apartén- donos de las contradicciones de la vida presente, nos conduce a la serena contemplacién de un mundo ideal, que es al mismo tiempo un mundo verdadero, pero en el cual el prestigio de la tradicién secular atenfia lo feo y lo discordante, realza y da valor expresivo a lo pequefio, ennoblece lo prosaico y hasta corrige y torna en inofensivo, por la lejania, lo que la expresién del desorden moral puede tener de peligroso y perturbador, cuando e1 arte trabaja sobre realidades demasiado pr6ximas a nosotros, y de las cuales participamos como actores més bien que como expectadores desapasionados.14 Como bien nota el prestigioso critico, es la verdad universal que se esconde tras los eventos de la historia la que el poeta busca transmi- tir y la que el pfiblico espera recibir de su creaci6n. Ello explica e1 particular atractivo que estos dramas guardan entre un pfiblico para el cual 1a absoluta originalidad no es una condici6n sine qua non para e1 éxito de una obra teatral. Por el contrario, el nfimero de comedias basadas en romances, tradiciones y obras draméticas precedentes es tal que parece indicar una singular inclinacién por dramas de este tipo, en los cuales e1 atractivo se halla en la particular interpretacion que provee de hechos ya conocidos. 7 Tal, en mi opini6n, es el caso de las comedias de Tirso basadas en asuntos del Viejo Testamento. Por ello considero necesario un estudio de ellas en el cual se ponga énfasis en el anélisis de los elementos draméticos e ideolégicos que incorpora e1 poeta en su ela- boracién del asunto original para dejar el descubierto algunas de las pautas de la dramaturgia de Tirso.15 La razon por la que he escogido el drama inspirado en el Viejo Testamento para llevar a cabo este estudio es sencilla: en el caso de estas obras se conoce con absoluta certeza que la fuente primera de su inspiraci6n es la Biblia Vulgata. Toda variaci6n a ésta debe considerarse, entonces, como un intento deliberado de incorporar nuevos elementos a1 relato original, 0 supri— mir otros que el autor considera innecesarios. Y un conocimiento pre- ciso de estos elementos que Tirso ha elegido alterar nos puede dar una clara idea de su intuicién dramética y capacidad creadora. Con el fin de determinar con alguna precisién la originalidad del autor en el uso de sus fuentes se estudiarén primero varios aspectos de las teorias poéticas que parecen afectar mas profundamente a los escritores de la época. Entre ellos se analizarén con especial cuidado las ideas que, respecto a1 uso de la historia en la creaci6n poética, exponen Arist6teles y Horacio, y, més tarde, bajo la influencia de éstos, los preceptistas del Siglo de Oro espafiol que son contemporé- neos o anteriores a Tirso de Molina. De particular interés seré tam— bién el estudio de las nociones que estos pensadores tienen de la imi- taci6n, la historicidad y el carécter pedagégico del arte. Una vez establecidos los puntos de referencia a los cuales tiene acceso Tirso en la elaboracién dramética de las historias biblicas que trata, se discutirén a continuacion tres comedias en particular. En esta 8 discusién el énfasis no se pondré en el estudio de las fuentes que pudieron ser originarias de los episodios que se aparten del recuento ' sino en la funcion dramética que éstos tienen biblico o lo "glosen,' en el contexto de la obra vista como unidad. E1 anélisis de La mejor espigadera, La mujer que manda en casa y La venganza de Tamar llevado a cabo dentro de estos parémetros permitiré poner en evidencia la ori— ginalidad con que Tirso interpreta las leyendas que le sirven de inspi- racion con el objeto de inyectar en ellas el dinamismo y vitalidad necesarios para adecuarlas a los cénones que rigen la comedia y el gusto popular de su época. NOTAS l Véanse, al respecto, R. B. Brown, Bibliografia de las Comedias historicas, tradicionalesgy legendarias de Lope de Vega (México: Editorial Academia, 1958); Jerome Aaron Moore, The Romancero in the Chronicle-Legend Plays of Lope de Vega (Philadelphia: University of Pennsylvania, 1940); y Sandra L. Brown, "Tirso de Molina: His Treat- ment of Medieval Spanish History," Diss. North Carolina, 1969. Ademés de las obras mencionadas en estos trabajos, existen ediciones de otras cuarenta y ocho obras de Lope de asunto extranjero, de santos, y mito- légicas en la coleccién de la Biblioteca de Autores Espafioles (tomos 177-78, 186—88, 190-91). En el caso de Tirso existen no menos de treinta y nueve comedias que tratan de asuntos o personajes histori- cos, tradicionales o legendarios. 2 Véanse los comentarios de Menéndez Pidal sobre los romances noticiosos: Autores del siglo XVI nos manifiestan el valor en que entonces eran tenidos los romances noticiosos. En primer lugar, los conceptfian y los veneran como expresion esponténea del sentimiento pfiblico, nacidos al calor de los acontecimientos que cantan. Ma16n de Chaide compara a la elegia de David con ocasién de la desastrada muerte de Safil, los romances que refieren sucesos dolorosos, sean del afio 1501, sean del siglo XI: "David hizo las endechas tristes y romances, no de cuando don Alonso de Aguilar muri6 en Sierra Nevada, ni de los zamoranos, sino de cuando Safil y sus hijos murieron en los montes de Gelboe; y mand6 que se cantaran por Israel como agora se cantan los romances viejos en Castilla." En segundo lugar, se consideran los romances como medios de propaganda politica, oficio que el cronista Antonio de Herrera tenia por antiquisimo: "En todas las naciones hubo el uso de la poesia y el cantar las cosas luego que sucedian, y en la espafiola, por la mucha ocupacion y continuaci6n de la guerra, se acostumbr6 mucho, para que por medio de los cantos que llaman romances, supiese el vulgo (que comfinmente no usa de la historia) los hechos famosos en la guerra, y la gente se inclinase a las armas, que era lo que en aquellos tiempos (hablando 9 10 de don Pelayo acé) més se platicaba y era més necesario, y para que el pueblo de mejor gana acudiese a los gastos de la guerra, que fue una maravillosa razén de estado; y por esto quedaron los romances y cantares més en la memoria, y por ser verdaderos, a1 contrario de otras naciones." (Ramon Menéndez Pidal, Romancero Hispénico Madrid: Espasa Calpe, 1953 , I, 302-303.) 3 Véase Romancero General, ed. Agustin Duran, BAE, 16 (Madrid: Atlas, 1945), II, 355-57. 4 Tal campafia tiene antecedentes en la historia del cristianismo europeo en las prohibiciones de Inocencio III en 1199 y de Jaime I de Arag6n en 1243. Para mayores detalles sobre esta cuestion puede consultarse la obra de Henry Charles Lea, A History of the Inquisi— tion in Spain, 4 vols. (London: Macmillan, 1906) en particular, III, 527—28. 5 Hubert Jedin, A History of the Council of Trent, trans. Dom Ernest Graf (St. Louis: B. Herder Book Co., 1958), II, 68. 6 Lea, III, 576. 7 Los Edictos de Fe publicados a1 respecto, para hacer més odiosa la idea de la Biblia en lengua vernécula, incluyen la prohibici6n de tales versiones junto con la de textos judaizantes, el Korén y textos protestantes. Al respecto consfiltese Lea, II, 587-90. 8 Romancero general, pégs. 289—301. 9 Véanse, por ejemplo, Francisco Terrones del Cafio, Instruccion degpredicadores (Madrid: Espasa Calpe, 1946), pégs. 101, 116; Fray Luis de Granada, Los seis libros de la ret6rica eclesiéstica, BAE, 11 (Madrid: Ediciones Atlas, 1945), pégs. 513—14, 554—55, 565—66. lO Referencias concernientes a las historias tratadas en las tres obras de Tirso que se estudian en esta disertacién pueden encontrarse en Juan de Avila, Obras completas (Madrid: Biblioteca de Autores Cris- tianos, 1953), II, 206, 496, 535, 719, 1074, 1091, 1300; Juan de Avila, Sermones inéditos (Palencia: Industrias Gréficas Diario-Dia, s.f.), pég. 218; Fray Alonso de Cabrera, Sermones (Madrid: Casa Editorial ll Bailly Bailliere, 1930), pigs. 41, 43—44, 46, 55, 88, 158-59, 173—74, 186, 223, 232-33, 251—52, 315, 348, 352, 356; Miguel Herreros, ed., Sermonario clasico (Madrid-Buenos Aires: Escelicer, 1942), pégs. 4-6, 43—44, 46, 58-59, 72, 76-77, 101-02; Fray Dionisio Vézquez, §EET mones (Madrid: Espasa—Calpe, 1956), pégs. 46-47. 11 Robert N. Shervill, "The Old Testament Drama of the Siglo de Oro," Diss. North Carolina, 1958, da noticia de veintiocho dramas basados en el Viejo Testamento. 12 R. Scholes y R. Kellogg, The Nature of Narrative (New York: Oxford University Press, 1971), pég. 12. l3 Marcelino Menéndez Pelayo, "E1 drama hist6rico,‘ en Edicion nacional de las obras completas de Menéndez Pelayo (Santander: C.S.I.C., 1942), XII, 33. 14 Menéndez Pelayo, "El drama hist6rico," pég. 37. 15 Es en esta aproximaci6n a estas comedias que mi trabajo difiere de las disertaciones de Robert N. Shervill y Anita K. Stoll ("Thematic Development in the Biblical Plays of Tirso de Molina," Case Western Reserve, 1972), las cuales tratan también del drama inspirado en la Biblia durante e1 Siglo de Oro. E1 estudio de la profesora Stoll provee un anélisis del contenido temético de las comedias biblicas de Tirso a través del cual se propone encontrar una comunidad de conte- nido y de intenci6n por parte del autor. E1 de Robert N. Shervill, por su parte, es mucho més ambicioso, ya que intenta un anélisis de las comedias del Siglo de Oro basadas en el Viejo Testamento con miras a determinar sus caracteristicas generales y su parentesco con el drama secular. Aun cuando en ocasiones mis opiniones difieren de las de estos dos criticos, sus trabajos proveen, en general, una base solida para el estudio del drama biblico espafiol del Siglo de Oro. CAPITULO I TEORIAS POETICAS SOBRE EL USO DE LO HISTORICO Dado e1 nfimero de obras draméticas del Siglo de Oro basadas en asuntos hist6rico—tradiciona1es es curioso que ne se haya estudiado en més detalle cuél es la actitud prevalente, entre preceptistas y auto— res, ante el problema de la historicidad, o falta de ella en dichas piezas.l Un estudio de este tipo es doblemente fitil y necesario ya que, por una parte, sabemos que el problema interesaba a los intelec- tuales de la época;2 y por otra, un conocimiento més profundo de las ideas que los dramaturgos tenian sobre la relacién entre lo hist6rico y lo poético puede resultar de gran utilidad en el estudio de un gran nfimero de comedias. Tal seré e1 propésito de este capitulo, que inten- taré coordinar las ideas de algunas de las figuras més importantes del mundo intelectual espafiol de los siglos XVI y XVII, poniendo particu- lar énfasis en la influencia que sobre ellos ejercieron las teorias clésicas, para tratar de establecer lo que parece ser una preceptiva sobre el uso de materiales hist6ricos en la poesia que obtuvo acepta- cién précticamente universal tanto entre los preceptistas como entre los dramaturgos de la época. i. Arist6teles y Horacio Parece indispensable, antes de comenzar con la discusi6n de los teoricos espafioles, prestar atencién a algunos de los conceptos més 12 13 salientes que, sobre la materia que aqui se trata, se encuentran en las dos obras de la antigfiedad cuya influencia sobre los preceptistas y dramaturgos del Renacimiento fue considerable: 1a Poética de Aris- t6teles y la Epistola a los Pisones de Horacio. En particular, son de importancia las ideas que Aristoteles expone acerca de la trama (o fébula, como dieron en llamarla los preceptistas espafioles), de la imitaci6n, de la historia y de los fines del arte. En el capitulo VI de la Poética, Arist6teles hace 1a siguiente afirmacién sobre la tra- gedia: La més importante [de las partes de la tragedia] es el entramado de los hechos; pues 1a tragedia no imita a los hombres, sino una accién, la vida, 1a felicidad (o la desgracia); ahora bien, la felicidad y la des- gracia estén en la acci6n, y el fin de la vida es una manera de obrar, no una manera de ser. Y en funcién de su carécter son los hombres de tal o cual manera, pero es en funci6n de sus acciones como son felices o infortunados. Por consiguiente, 103 per- sonajes no obran imitando sus caracteres, sino que sus caracteres quedan involucrados por sus acciones; de manera que los hechos y la fébula son e1 fin de la tragedia; y el fin es, en todas las cosas, lo primario.3 Esta aseveracion, que bajo diversas apariencias se repite continuamente en la Poética, es central a la teoria aristotélica y merece ser inter- pretada con cuidado. En especial, conviene prestar atencién a la idea de imitacién para poder comprender todas las implicaciones que traia consigo tal concepto en la mente del filésofo griego y, luego, en la de sus intérpretes. Para hacerlo debemos recurrir a las opiniones de algunos de los estudiosos modernos de Arist6teles cuya interpretacion de las ideas de éste, como veremos més adelante, no difiere en mucho de las de los preceptistas y dramaturgos espafioles del Siglo de Oro. E1 que la imitacién de que habla Aristoteles no sea sin6nimo de una mera "copia" se hace perfectamente obvio si se leen los comentarios l4 que hace en el Capitulo IX de la Poética: Ahora bien: también resulta evidente, por lo que hemos dicho, que la obra propia del poeta no es tanto narrar las cosas que realmente han sucedido, cuanto contar aquellas cosas que podrian haber sucedido y las cosas que son posibles, segfin una verosimilitud o una necesidad. En efecto: e1 historiador y el poeta no difieren por el hecho de escribir sus narraciones uno en verso y el otro en prosa--se podria haber producido en verso la obra de Her6doto y no seria menos historia por estar en verso que en prosa--; antes se distinguen en que uno cuenta los sucesos que realmente han acaecido y el otro los que podian suceder. Por eso 1a poesia es més filosofica que la historia y tiene un carécter més elevado que ella; ya que la poesia cuenta sobre todo lo general, la historia 10 par- ticular. Lo genérico, es decir, que un hombre de tal clase haré o diré, verosimil o necesariamente, tales o cuales cosas; es a este tipo de represen- taci6n a la que tiende la poesia, aunque atribuya nombres a sus personajes; lo particular es lo que ha hecho Alcibiades o lo que ha sucedido. (Poética, 1451336) Sir David Ross y K. E. Gilbert llaman la atencion sobre esta acepcién que da e1 Filésofo a1 concepto de imitacién, y Ross sefiala que lo que el arte imita no es el mundo de lo sensorial, sino el mundo de la inte- rioridad del hombre.4 Ello explica e1 comentario que en la Politica hace Arist6teles sobre la mfisica, a la que considera e1 arte més imi- 5 tativa. A1 respecto dice Ross: This can only mean that it is the most expressive, that which most successfully embodies emotion, or (to speak more strictly, since emotion exists only in souls) which most effectively arouses in others emotions akin to those felt or imagined by the artist.6 El arte, entonces, imita, 0 al menos debe imitar, segfin Aristételes, no la verdad hist6rica, sino la que se da en llamar la verdad poética, es decir, no lo que el poeta percibe a primera vista, sino lo que con- stituye e1 substrato de esa primera verdad aparente. Por ello e1 poeta (creador) crea generalmente sobre la base de hechos hist6ricos o 15 tradicionales su fébula, que no es una simple expresidn de lo que él, como individuo, percibe es el verdadero orden de las cosas. Como sefiala acertadamente Gerald Else, para Aristételes la creaci6n signi— fica un descubrimiento, un revelar de la verdadera relaci6n que de alguna manera ya existe en el plan general del universo.7 Por ello e1 poeta no trata, como dice Aristételes, de lo particular, sino de lo genérico 0 universal. Pero al hablar de lo universal en Arist6teles hay que cuidarse de no dar a1 término una connotacién demasiado restringida, ya que el hacerlo nos podria llevar a interpretar err6neamente lo que el F116- sofo pretende implicar en la cita precedente. Segfin comenta Ross, para Arist6teles lo universal no es simplemente aquello que puede predicarse de varios sujetos (De la expresi6n o interpretacién, Capitulo VII), sino que lo universal es sin6nimo de lo necesario (Analitica posterior, Libro I, Capitulo VI). La historia, por su carécter particular, para Aristoteles, 8610 describe los hechos segfin se perciben a medida que tienen lugar. E1 historiador presenta sucesos en los cuales 1a rela- ci6n entre causas y efectos se halla, frecuentemente, oculta por una serie de eventos fortuitos. En cambio, e1 poeta, y en particular e1 autor trégico elabora su creaci6n de tal manera que hace resaltar la inevitable dependencia del destino final en los sucesos que lo prece- den, los cuales son e1 producto de las acciones y de la conducta de los personajes.8 De esta manera 1a creaci6n artistica, y en particu- lar la tragedia, adquiere una dimensi6n superior a la de la historia ' sino ya que no pretende imitar acciones en el sentido de "eventos,' explorar de qué manera estos eventos reflejan 1a existencia de un cierto orden de carécter universal que se halla oculto a los ojos del l6 comfin y que, a la vez, justifica y sustenta la realidad poética o esen- cial de las cosas. Asi parece verlo también K. E. Gilbert a1 comentar la siguiente aseveracién de Arist6teles: "Opinamos que importa més saber y més ciencia e1 arte que no la experiencia . . . y esto por la sencilla raz6n de que los versados en el arte conocen las razones de las cosas, y los empiristas, en cambio, no. Los empiristas conocen, si, que una cosa existe; los que se dedican a1 arte, por su parte, conocen e1 porqué y la razén de las cosas" (Metafisica, 981824). Dice a continuaci6n Gilbert: Now it is the function of a poet to exhibit the "why" of human destiny. . . . The most ambitious poet will intimate an "action" which is a continuous curve of destiny absorbing and sweeping forward by the law of its movement all particular events and individual persons, as a line resolves points. He will sketch in a system of men and things as the pattern of interaction brings weal or woe, the diagram of a king's rise and fall, the bonds that tie men to tragic deaths.9 Esta concepcién de la universalidad del arte y de lo que lo universal significa para Arist6teles explica el que éste considere 1a unidad de la trama una condici6n sinegqua non para que la obra dramética sea una verdadera creaci6n artistica. Dice el Filésofo en el Capitulo VII de la Poética: Asi, pues, es necesario que igual que en las demés artes imitativas la unidad de imitacion resulta de la unidad de objeto, asi en la fibula, ya que es la imitaci6n de una acci6n, sea ésta una y entera, y que las partes estén ensambladas de tal manera que, si se traspone 0 se suprime una de ellas, quede roto y trastornado el todo; porque lo que se puede afiadir o dejar de afiadir sin consecuencias apreciables no forma parte del todo. (Poética, 1451330) Se hace claro que la causa por la que Arist6teles requiere tal unidad debe buscarse no en el mero hecho de que la obra poética asi lograda sea de una simplicidad que contribuye a su belleza estética, sino, por 17 e1 contrario, en razones de tipo filoséfico. A1 requerir que los diversos incidentes de la trama estén unidos de tal manera que la supresién o cambio en uno de ellos produzca la dislocaci6n del todo, Arist6teles propone justamente que cada una de las acciones de los personajes esté justificada por la suma de las acciones precedentes, y a la vez justifique a las subsiguientes.10 Insiste, entonces, como habiamos sefialado anteriormente, en la necesidad de una cadena de cau- salidad que haga evidente lo que Gilbert da en llamar e1 "porqué" del destino humano, con lo cual prOporciona una amplitud singular a su noci6n de la unidad que debe tener una creacion poética. Pero si bien es en lo universal que el poeta debe buscar el fun- damento de su trama, Arist6te1es no descarta la posibilidad de hacer uso de algunos aspectos de lo hist6rico, es decir, lo particular. La raz6n por la que es conveniente el uso de algunos materiales hist6ri- cos se encuentra en el hecho de que prestan verosimilitud a la fibula: En la tragedia, en cambio, se apoya uno en nombres de personajes que han existido; la raz6n es que asi resulta mas convincente lo posible; ahora bien: si no creemos abiertamente que sea posible lo que no ha sucedido, lo que verdaderamente ha sucedido es, por el contrario, evidentemente posible, porque de ser imposible, no habria sucedido. (Poética, 1451b15) Es claro, de lo que se deduce de pérrafos subsiguientes, que Aristéte- les no pretendid restringir el uso de lo hist6rico solamente a los nom- bres de los personajes. Por ello e1 problema que debe solucionar a continuaci6n e1 Filésofo radica en la determinacién precisa de cuales son los limites de la historia y cuéles los de la poesia. La respu— esta a este problema debe buscarse, nuevamente, en la idea aristoté— lica de la creacién poética: 18 Y si se le presenta [a1 poeta] la ocasién de tomar como trama o argumento sucesos que realmente han ocurrido, no es por eso menos poeta; porque nada impide que ciertos sucesos realmente acaecidos no sean por su naturaleza verosimiles y posibles y, por eso, el que 103 ha escogido es realmente su poeta. (Poética, 1451b29) En otras palabras, el relato de un hecho hist6rico puede ser conside- rado un ejercicio poético siempre y cuando la verdad hist6rica se ajuste a la verdad poética. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que aunque esta filtima es escencialmente una, los medios de llegar a ella son tan variados como poetas hay que quieran explorar la verdad. Por- que si la funci6n del poeta es presentar los hechos como deberian haber sucedido, es decir, siguiendo las reglas de la causalidad para asi llegar al fondo de las cosas, basta con que un poeta cambie un par de eslabones de la cadena de causas y efectos para que la obra en cuesti6n sea diferente, pero a1 mismo tiempo igualmente "poética" segfin 1a definici6n aristotélica. Tal parece ser 1a actitud del Fi16- sofo en cuanto a1 uso recomendable de fuentes hist6rico-tradicionales en la creaci6n de la nueva fabula. Dice en el Capitulo IX de la Poética: De manera que no es necesario querer atenerse total— mente a las fébulas tradicionales, sobre las que versan nuestras tragedias. Es éste incluso un cui— dado ridiculo, dado que las historias conocidas lo son 3610 por una minoria y no por eso gozan menos de ellas los espectadores. (Poética, 1451b24) De lo cual no se debe inferir que Arist6te1es sugiere que los poetas se alejen de las fuentes tradicionales, ya que él mismo reconoce que . ll , las tragedias de este tipo son casos excepc1onales. Su intencion es, por el contrario, sefialar la riqueza de posibilidades que dichas historias proveen a1 poeta. Horacio, en su Epistola a los Pisones, sigue de cerca las ideas 19 de Aristételes a este respecto, aunque es més explicito en el desarro- 110 de sus ideas: Que el escritor respete la tradicién y concuerde con ella sus ficciones. Si sacares de nuevo a la escena a1 heroico Aquiles, preséntale impetuoso, iracundo, inexorable, valiente, y como si las leyes no hablasen con él, fiando su derecho a la punta de la espada. Aparezca Medea invencible y feroz, Ino llorosa, fementido Ixion, Io vagabunda, y perse- guido por el remordimiento y las implacables furias Orestes. Siempre que lleves a la escena un asunto desco- nocido y te atrevas a crear un nuevo personaje, haz que guarde hasta el fin e1 carécter que reve16 a1 principio, y que no se desmienta jamés. Es muy dificil la originalidad en aquello que muchos han tratado, y obrarés con acierto tomando de la Iliada e1 argumento de tu tragedia antes de aventurarte a componerla sobre hechos del todo ignorados y nuevos. Harés tuyo propio un asunto del pfiblico dominio, si no te encierras en un cir— culo vulgar y mezquino, y empefiéndote, como fiel intérprete, en traducir palabra por palabra, ni como servil imitador te metes en un atolladero de donde 1a vergfienza 0 las leyes del poema te impidan volver atrés.12 En este pérrafo, Horacio va més allé que Aristoteles y sugiere, en tér- minos precisos, que el poeta debe tratar de evitar lo totalmente nuevo en favor de los temas tradicionales. Al igual que Arist6te1es, pone sélo una restricci6n en lo referente a1 uso de tradiciones, y es que el poeta no debe ir en contra de ellas.13 Més adelante agregaré otra a1 demandar que la obra sea tan fiel reflejo de la vida como sea posi- ble, y que el poeta no violente los limites de lo verosimil.14 A este respecto, Horacio parece més reacio que Arist6teles a acep- tar el uso de lo fantéstico, que éste considera justificable en cuanto sirva a los fines de la poesia: Si en el poema hay cosas imposibles, se falta con ello; pero esta falta es excusable si se tiene en cuenta e1 fin propio del arte—-fin que se ha indi— cado ya [Poética, 154231; 1460811]--, si de esta 20 manera esta parte de la obra u otra cualquiera resulta més atrayente. (Poética, 1460b25) A1 hacer este comentario e1 Filosofo toca el filtimo aspecto de su teo— ria que se pretende tratar aqui, los fines de la poesia, y en particu— lar de la tragedia. En el Capitulo VI de la Poética, al definir la tragedia, se afirma que su fin es conseguir la catarsis de la piedad y el terror. No discutiremos aqui qué significa precisamente e1 tér- mino catarsis para Arist6teles, pues para los fines de este estudio no es realmente necesario.15 Lo que si interesa es que para Aristételes, en lo que se refiere a la tragedia, e1 fin perseguido por el autor a1 escribir su obra puede ser el que determine cuales son los artificios que haya de emplear. Este aspecto es de fundamental importancia y merece sefialarse en especial si se toman en consideracién las ideas de Horacio en cuanto a los fines de la poesia: Los poetas, 0 se pr0ponen instruir o deleitar, o exponen doctrinas fitiles y cosas agradables a la vez . . . y 3610 conquista los sufragios de todos el que mezcla lo fitil con lo agradable, instru- yendo a la par que deleitando a los lectores.16 Dada la influencia de este parrafo de langistola a los Pisones entre los preceptistas y poetas del Siglo de Oro, las teorias de Arist6teles concernientes a la dependencia de los medios que el poeta emplea de los fines de su poesia adquieren nueva importancia. Si se superponen las ideas de Horacio al comentario en que Arist6teles sefiala que los fines que persigue el poeta determinan y a la vez justifican en ciertos casos los elementos que han de usarse en la trama, se hace evidente 1a sin— gular trascendencia de las repercusiones que estas teorias llegan a tener en el desarrollo de la comedia de carécter hist6rico-tradiciona1. Lo tratado en estas pocas paginas no pretende ser un anélisis exhaustivo de las ideas de Arist6teles y Horacio en torno a la creacién 21 poética. La intencién ha sido limitar e1 estudio a los aspectos que guardan relacién estrecha con el tema que se trata en esta disertacién, es decir, la idea de la imitacién poética en el caso particular del drama, y el uso de historias tradicionales por parte de los dramatur- gos. La necesidad de este primer paso se haré evidente a medida que se vayan discutiendo, a continuacién, las nociones que sobre los mis- mos asuntos muestran tener los preceptistas y dramaturgos de los siglos XVI y XVII en Espafia, cuya deuda para con los dos autores clésicos es grande. ii. Los preceptistas. Siendo la Poética de Aristételes la piedra angular de la mayoria de las teorias draméticas del Renacimiento, no sorprende que entre los autores y preceptistas espafioles sea general la Opini6n de que el ver- dadero objeto intrinseco de la poesia sea 1a imitaci6n. Asi como en el pensamiento del filosofo griego éste es el punto de partida de los tratadistas del Siglo de Oro. E1 Pinciano sigue muy de cerca a Aris- t6teles en su definicién y comentarios sobre el objeto primero de la poesia: Assi que la poesia no es otra cosa que arte que ensefia a imitar con la lengua o lenguaje. Y por- que este vocablo imitar podria poner alguna oscu— ridad, digo que imitar, remedar y contrahacer es una misma cosa, y que la dicha imitacion, remeda- miento y contrahechura es derramada en las obras de naturaleza y de arte. Exemplo de la natural- eza es el nifio, que apenas deja vacio e1 seno de la madre y ya comienza a imitar.17 La misma preocupacién por establecer, siguiendo a Aristételes, que lo que hace a la poesia es su carécter mimético, y no e1 metro de la com- posicién, se evidencia en Cascales, que en sus Tablas poéticas insiste 22 sobre el asunto: Habiendo pues de ser nuestra materia participante de imitaci6n, no se pueden sufrir aquellos, que ensefiando Agricultura o Philosophia, o otras artes, o ciencias, quieren ser tenidos por Poetas en lo que no hay imitacion ninguna. E1 que ensefia Mathematica, llamese maestro de aquel arte: el que narra Historia, llamese Historiador: el que imita al Mathematico en alguna accion de su facul- tad, y el que imita algun hecho de la Historia, ese es y se debe decir Poeta.18 A1 igual que Aristételes, Cascales pasa a continuaci6n a explicar, en més detalle, lo que él considera que es la imitacién, que define como "Representar a1 vivo algun hecho como debiera pasar, o como fingimos haver pasado segun e1 verisimil y necesario."19 Semejantes definici- ones se encuentran, entre otros, en Alfonso Sanchez y en Francisco de la Barreda, quienes sustentan asimismo que los limites que cabe impo- nerse a la imitacién son aquellos que son determinados por la natura— leza y la propiedad.20 Se establece, de esta forma, un campo de accién para la poética cuyas dimensiones exceden sobremanera las del campo de acci6n de la historia. A pesar de la general aceptacién de este con— cepto de la historia frente a la poesia, los preceptistas en general difieren en su interpretacién de cual es el mejor camino a seguir por el poeta. L6pez Pinciano, por una parte, encabeza a los que propugnan la libertad creativa. En la Epistola octava de su Philo- sophia antigga poética hace 1a siguiente afirmacién: Tomo a1 propésito, y digo con el Philosopho, q[ue] e1 poeta trégico no deue estar ligado a las fébulas vulgares sino fingir y inuentar otras de nueuo, q[ue] en esto esté e1 mayor primor; y si sobre las antiguas quiere fundar la suya, sea de modo q[ue], mudéndolas, varie, porque tanto haré officio mejor de poeta.21 Por otra parte, Cascales y sus seguidores interpretan de otra manera a Aristételes, mostrando una mayor inclincai6n didéctica. E1 argumento que utiliza Cascales al respecto es el mismo que el del filésofo griego, 23 a quien, después de citar, comenta de la siguiente manera: Ya entendeis a Aristoteles, como dice que en la Tragedia se guardan los verdaderos nombres. Pues estos no los podemos haber de la accion fingida sino de la verdadera, que es la Historia, y como prueba, que en los casos tan graves como son los tragicos (y lo mismo se entiende de los heroicos) mas persuaden y mueven las cosas que sabemos haber pasado y sucedido realmente, que no las que fin- gimos. Y esta verdad es tan clara que no ha menes— ter probacion, quando nos faltara la autoridad del PhiIOSOpho. Y si la Fabula Tragica tuviese accion no hecha ni verdadera no persuadiria tanto: por ser mas dificultoso mover a lastima y terror, que es el fin de la Tragedia, que no mover a risa, como hacen los Comicos.22 Sin embargo, debe notarse que las dos posiciones asi expuestas no son esencialmente distintas. Ambos preceptistas requieren de los poetas que contribuyan de lo suyo a la creaci6n y, en particular, Lopez Pin— ciano dedica gran nfimero de péginas de su tratado a1 uso de temas his- t6ricos por el poeta, delimitando precisamente las funciones de his- toriador y de creador. Tal interés en el asunto muestra que, al menos de hecho, este autor, lo mismo que Cascales, considera a este tipo de imitacién poética como uno de los de mayor importancia. Lo que constituye uno de los mayores problemas que encuentran los preceptistas es la determinaci6n precisa de los limites que cabe aplicarse a1 poeta en el uso de materiales hist6ricos. Para empezar, y dado e1 interés que muestran los estudiosos de la época en mantener un carécter bésicamente realista en las obras draméticas, hay comfin acuerdo con la idea de Cascales de que lo que se agrega de la propia invenci6n debe sujetarse a las reglas de la necesidad y de la verosi- n o 23 ’ o m111tud. Esta preocupacion por la verosimilitud es la que hace que los preceptistas prediquen en contra de aquellos que en su tratamiento de lo hist6rico dan rienda suelta a su imaginaci6n. Al respecto, 24 comenta Antonio L6pez de Vega: Otros se arriman a la historia grave, y sin temor de Dios ni respeto a lo venerable de las cr6nicas, les levantan mil testimonios alteréndolas en lo principal del caso (que es lo indisculpable en la poética), muy satisfechos con la razoncilla de que no se obliga 1a comedia a decir verdades, como si aquella licencia del mentir se la hubieran dado sin limite.24 Semejante actitud muestra L6pez Pinciano, que sostiene que el poeta debe abstenerse de alterar "fabulas recibidas,‘ a las que define como "las antiguas que son pfiblicas y notorias."25 Es 3610 con esta limi- tacién impuesta por la verosimilitud que el Pinciano elabora sus ideas acerca de lo que él considera que es la imitaci6n poética en la Epis— tola octava: . a toda especie poética perfecta conviene ser imitacién de acci6n u obra, que todo es vno. E1 Pinciano dixo entonces: ZQué dezis sefior Vgo, aqui accion? Yo lo diré, respondié Vgo. Pregunto: quuella obra que se va haziendo en la representacién o leyendo fuera della, passé como se representa o escriue? No. Pues el imitar a aquella obra que no fué y pudiera ser, 11amo yo imitacion de accién. A1 afirmar que lo que se imita es "lo que no fué y pudiera ser" L6pez Pinciano hace manifiesta la deuda de sus ideas para con la Poética de Aristételes, la cual se hace afin més evidente si se tienen en conside— raci6n los comentarios que hace en la Epistola séptima acerca de la funcidn del poeta: . . . porque 1a obra principal no esté en dezir la verdad de la cosa, sino en fingirla que sea verisimil y llegada a la raz6n; por cuya causa, y porque e1 poeta trata més 1a universalidad, dice e1 Philéso- pho en sus Poéticos que mucho més excelente es la Poética que la Historia; y yo afiado que porque e1 Poeta es inventor de lo que nadie imaginé, y el historiador no haze més que transladar lo que otros han escrito.27 25 Para L6pez Pinciano, entonces, como para Aristételes, es central que el poeta elabore sobre lo hist6rico una nueva realidad que guarde vero- similitud y que a la vez refleje lo universal, es decir, la verdad que se halla implicita tras los sucesos hist6ricos. E1 poeta debe descu- brirla y hacerla llegar a su pfiblico mediante la interpretacién y el arreglo personal de los eventos que trata en su creacion, eliminando todos aquellos sucesos fortuitos que, en la historia, pudieron velar 1a significacién filtima de lo sucedido. Cascales, que lleva el argu- mento de L6pez Pinciano un paso més a115, a1 aceptar en algunos casos especiales e1 mero recuento del hecho histérico como creacién poética, es més explicito que su predecesor en la definicién que da de lo que él considera ser lo verosimil: Lo verisimil, es decir la conformidad con 10 uni- versal, es la 1ey del arte, y por ella ha de juz- garse de 10 real. Si la acci6n hist6rica pasé de la manera que debiera pasar segfin e1 verisimil, es accion digna del nombre de poesia; pero e1 Histori- ador y el Poeta serén diferentisimos en escribir- las, porque el uno describe narrando y el otro imitando, y el Historiador mira objeto particular y el Poeta universal. El Historiador escribe las hazafias de Hércules, con el valor y esfuerzo que las hizo, y no pasa de ahi, porque si pasase fal- taria a su oficio; e1 Poeta, cantando las hazafias de Hércules, pinta en él e1 extremo de valentia y todos los afectos, efectos y costumbres conte- nidos en un hombre valiente, mirando, no a Hércu- les, sino la excelencia de un hombre valeroso. LVéis como la accién hist6rica puede venir a ser poética?28 Si bien puede notarse que, nuevamente, al menos en lo més esencial, ambos preceptistas apuntan hacia lo mismo, es decir, 1a bfisqueda de universalidad por parte del poeta, lo que es de particular importan- cia en el comentario de Cascales es su manera de definir lo verosimil como aquello que esta conforme con 10 universal. Con ello elimina del campo de accién de la poesia todo aquello que no contribuya a reflejar 26 la verdad esencial que debe exponer e1 poeta. Asi, lo que sugiere Lopez Pinciano como deseable en la creacién poética se transforma en una condicién sine qua non para Cascales. La posicién de Cascales a1 respecto abre las puertas a la posibi— lidad de que los poetas puedan alterar la historia aun en lo que algu— nos podrian considerar central dentro de la fébula. Al comentar el tratamiento que Virgilio da a Dido, dice: Quien no sabe como Dido, a quien hace Virgilio enamorada de Eneas tanto, que por su ausencia se da la muerte, infamando con ella su honestidad, que esto es falso, y que a1 contrario fue casti- sima, y que Dido y Eneas fueron en muy diferentes tiempos? Luego Virgilio aqui mud6 no solo el tiempo, mas la cosa; pues haviendo sido casta, 1a pint6 deshonesta y mala. . . . Concedemos esta verdad; mas hizolo Virgilio no sin gran proposito: que como los Romanos y Carthagineses havian de ser enemigos capitales, y como su intento era alabar a los Romanos descendientes de Eneas, por mas abatir a los unos, y ensalzar a los otros, quiso dar este baldon a Carthago, y ilustrar su obra con la his- toria de aquellos fingidos amores.2 De igual manera, Salvador Jacinto Polo de Medina, siguiendo la misma linea de pensamiento que Cascales,3O afirma que el poeta puede alterar e1 orden cronol6gico de la historia de su fébula: . . e1 poeta puede muchas veces, como sea para su pr0p63ito, variar los tiempos y el caso pues en 51 es circunstancia de poco momento el que pas6 en un afio lo finja en otro. Y si de Numa se sabe que fue justo, y que hizo tales hechos de hombre justo, alli e1 poeta bien puede variarle el tiempo y el caso afiadiéndole otros hechos en razén de justo que él no hizo, porque e1 poeta mira a 10 general y no a lo particular; y mira en Numa justo, no a Numa justo, sino a un hombre perfectamente justo. Mas afin, el mismo autor defiende, en términos muy semejantes a los usa— dos por Francisco Cascales, e1 derecho del autor a dar a ciertos perso— najes hist6ricos cualidades que hayan sido diametralmente opuestas a aquellas dictadas por la tradici6n si asi lo requiriese 1a creaci6n 27 poética: Dice, pues, Horacio que la persona que introduce e1 poeta es hist6rica 0 es fingida. Si es fingida puede e1 poeta pintarla y fingirla como gustare, honesta o deshonesta, y si es hist6rica y verdadera le es forzoso a1 poeta seguir la fama y nombre que la historia 1e da. Y asi tiene e1 poeta libertad, si la finge, a fingirla como quisiere, como tendré obligacion a seguir 1a fama que la historia 1e ofrece si es verdadera 1a introduccién. . . . --Pues zc6mo—-rep1ic6 don Luis--introduce Homero tan casta a Penélope, si algunos sienten lo contra- rio? --Entonces--dijo Jacinto—-pudo dejar de seguir 1a fama, porque si Homero cantaba a un var6n tan noble y prudente y valeroso como Ulises no habia de poner cosa que desayudase su intento, pues era contra nobleza y valor de Ulises, que él canta, la desho— nestidad de su mujer; demés de ser acci6n piadosa honrar a las mujeres, y a que debemos mirar todos.32 Esta postura de Polo de Medina y de Cascales debe considerarse con sumo cuidado ya que seria err6neo inferir que propone un absoluto laissez faire en cuanto a la manipulacién por parte del poeta de hechos y per- sonajes hist6ricos. Es nuestra opini6n que tal no es el caso. En el ejemplo de Polo de Medina, Penélope constituye, como la reina Dido en el caso de Cascales, un caso excepcional, Siendo su historicidad, den- tro del contexto general de las cosas, de muy secundaria importancia. En general, es aparente que estos dos criticos comparten 1a opini6n de Gonzalez de Salas quien, a1 comentar a Arist6teles, dice: La Exornacion Moral . . . para ser buena, ha de tener quatro condiciones. . . . La tercera es, Que sean semejantes las Costumbres, i esto se entiende de las personas, cuias costumbres i condiciones son conoscidas. Porque si propiamente queremos Imitar a Vlises, astuto 1e habremos de representar, i seme- jante a la noticia que de él nos han dado los Antiguos. Como puede verse, en Polo de Medina, asi como en L6pez Pinciano y en Cascales, e1 verdadero fin de la poesia parece ser e1 llegar a los valo— res universales a través del tratamiento de lo particular. Su concepto 28 de lo que es verosimil, y por lo tanto objeto de la poesia, se halla basado en lo que él considera e1 objetivo ideal del poeta. Y este objetivo se halla determinado por el precepto horaciano de que la poe- sia debe ensefiar deleitando, que tanta aceptaciin tuvo en el Renacimi— ento en las teorias poéticas, que insisten constantemente en el caric- ter pedag6gico del arte. Si bien bajo esta visién didictica de la poesia la estructura de la trama parece estar justificada por el fin poético que persigue e1 autor, queda afin por hacer explicito exactamente a través de qué medios es aceptable alterar 1a esencia hist6rica de aquellas obras que no son e1 producto de la pura ficcién. L6pez Pinciano sugiere una respuesta a este dilema en su Epistola quinta: E1 campo de la Poética es inmenso, dize Ouidio, y a ninguna historia es obligado; que es dezir: e1 poeta no es obligado a la verdad mis de quanto 1e conuiene para la verisimilitud; lo qual especialmente vsan los trigicos y épicos prudentissimamente en general para hazer su narracién mis verisimil, y con algunas ver- dades como rafas tener firme 1a tapiceria de sus ficciones. Todo esto se haze para el fin que esti dicho, que es el deleyte y la doctrina. Assi que los poemas que sobre la historia toman su fundamento son como vna tela cuya vrdimbre es la historia, y la trama es la imitacién y fibula.34 En este simil el autor nos deja ver que al menos en las obras con base hist6rica, e1 poeta debe distinguir entre dos partes de su creacién poe— tica, la "vrimbre" y los hilos que forman la trama. Estas dos partes a las que se refiere L6pez Pinciano son las que en otro pasaje llama el argumento y los episodios. Al tratar de aclarar e1 significado que da a1 término fibula, dice: No es equivoco el nombre que igualmente abarca, y con raz6n genérica, a vna, dos o mis cosas como fibula, la qual contiene debaxo de si, y con vna razén misma, a1 que dezimos argumento y al que 11a- mamos episodio y a la junta del vno y otro, que es 29 1a poética imitacién toda. . . . Aduierto q[ue] cuando digo fibula, solamente entiendo e1 argume[n]to--que por otro nombre dize hip6thesi, o cuerpo de la fibula, que se pueden poner y quitar sin que la acciin esté sobrada o manca, y quando dixere la fibula toda, enti— endo argumento y episodios juntamente.35 Una vez establecida esta diferenciaci6n de las partes de la fibula vista como totalidad, L6pez Pinciano se halla finalmente en condiciones de hacer explicito cuil es, para él, e1 medio recomendable de dar trata- miento a lo hist6rico. Comentando a Aristiteles, sefiala: Assi que las fibulas manda el Philisopho que no se alteren, q[ue] es dezir, los argumentos de las fibu- las recebidas; mas puédense alterar los episodios, como se veen legitimamente alterados en Euripides y Polydes, los cuales con diversos fiudos y reconoci- mientos y episodios, ataron y desataron y complieron la misma fibula sobredicha [la de Ifigenia], de la qual auia vna noticia comfi[n] y recebida de todos.36 A esto mismo parece referirse Gonzilez de Salas a1 discutir e1 signifi— cado que Aristételes da al término accion: A la que Aristoteles llama Accion, nosotros llamar— iamos en la Tragedia, como en la Comedia, e1 Argu— mento, la Materia, 1a Traza. De esta Accion pues, siendo una misma, se pueden hazer diferentes Trage- dias, siendo 1a Constitucién de sus partes Diversa.37 De comentarios semejantes de otros preceptistas como Cascales, Baltasar de Escobar y Cabrera de C6rdoba, puede deducirse que, en lo referente a este aspecto, la mayoria de los criticos sigue de cerca las ideas de Aristiteles acerca de las mfiltiples posibilidades que para la creaci6n poética proporciona un hecho histirico.38 El mismo hecho puede ser pre- sentado de diferentes maneras siempre y cuando se conserve lo que es esencial dentro de la historia, es decir, e1 caricter fundamental de los personajes principales, los sucesos mis preponderantes, y el resul- tado final de lo acontecido. E1 elemento aglutinante que solidifica todas estas partes en un todo, es decir, los episodios, constituye la 30 contribucidn del poeta, quien se halla obligado, en su elaboracién, a atenerse a lo que se ha dado en llamar lo verosimil, lo universal. Ahora bien, aunque en general se define a1 episodio como algo ajeno a1 hilo central del argumento, debe tenerse en cuenta que silo lo es en tanto que no se haya agregado a éste para formar una "fibula toda," para usar la terminologia de Lopez Pinciano. En otras palabras, 3610 puede hablarse de episodios como partes distintas si se estudia a la obra desde un punto de vista estrictamente analitico y se practica en ella una disecciin que separe cada una de sus partes constituyentes. De otra manera, deben ser vistos como partes integrales de la "fibula toda," cuya unidad es fundamental en la buena poesia. Al respecto, dice Baltasar De Escobar: . . mide vmd. con proporcionada geometria 1a gran- deza de la historia, compasindola de manera, que en un sujeto entero, que consta de principio, medio y fin, quedan sin desproporcionarle los episodios y engertos que el artificio del poeta debe contribuir en la obra, caminando en ellos con tal tiento, que siendo miembros del cuerpo principal, no salgan tan desmesurados, que le hagan monstruoso, y labrindole, finalmente, con tan perfecta escultura, que queda de estatura buena y de cantidad suficiente para que cualquier mediano entendimiento 1e pueda percibir todo. Muy bien cumple vmd. con la libertad del poeta, sacudiendo e1 yugo estrecho del historiador, en no pintar las cosas aplicadas y engertas como fueron, sino como pudieron ser, sin desviarse de la derecha senda de lo verosimil, valiéndose de la oca- sién de engerir y aplicar acciones sucedidas en tiempos i proposito, y reduciéndolas i la unidad de la acion principal; de suerte que i nuestra vista todo nos parece uno.39 Como puede deducirse de la lectura de estos comentarios, para Escobar tan importante es la comunién de los episodios con la fibula como su verosimilitud. A la vez, ellos deben guardar proporciin con la histo— ria que se trata para asi conseguir la armonia del conjunto.40 E1 mismo Pinciano, que en un pirrafo anteriormente citado describiS los episodios 31 como "afiadiduras de la fibula que se pueden poner y quitar sin que la accién esté sobrada o manca," afiade posteriormente: Digo, en suma, que los episodios son aquellas acciones las quales—-au[n]que son tan fuera de la fibula, que se pueden quitar della quedando perfecta--deuen ser tan aplicados a ella, que parezcan vna misma cosa.41 Y debe llamarse la atencién a1 hecho de que lo que él aqui llama fibula no es sino e1 argumento central de la obra y no la obra como totalidad. En este sentido, los episodios son circunstanciales o accidentales en cuanto a la fibula como argumento, e integrales en cuanto a la fibula como totalidad. Sin embargo, L6pez Pinciano no hace explicito qué es lo que da ese caricter integral a los episodios. Para lograr una idea de ello conviene ver lo que Cascales dice a1 respecto: . . . todo Poema, para que sea uno, conviene que tenga un entero y perfecto contexto de cosas imi- tadas, el cual se llama Fabula, que el ser uno el sujeto, y la materia que se trata, hace que la Fabula sea tambien una. Y aquello verdaderamente se entiende que es uno, que no esti mixturado, ni compuesto de cosas diversas. Doctamente nos ensefia esto Horacio alli: Aviso pues, que consideres siempre En tu obra que haya un cuerpo solo De miembros verisimiles compuesto. Y 31 bien se forma este cuerpo de muchas partes, todas deben tirar a un blanco, y estar entre si tan admirablemente unidas, Que de la una verisimil o necesariamente se siga 1a otra. Y en suma aquello que esti compuesto de varias cosas, ha de estar tan unido en ellas, que quitando o mudando alguna parte quede e1 todo imperfecto y manco. En este pirrafo, a1 comentar a Horacio, Cascales muestra una vez mis 1a influencia de Aristiteles al sefialar que lo que los episodios contribu- yen a la fibula como argumento es justamente una cohesi6n que se logra mediante 1a elaboraci6n de una cadena de causas y efectos en la cual 1a pérdida de un eslab6n significaria la destrucci6n de la unidad del todo. 32 Cada uno de los elementos de la composicion poética debe apuntar, segfin Cascales, en la misma direccién, creando asi un orden necesario que es la manifestaciin de lo que se da en llamar la verdad poética. Semejan— tes ideas a éstas son las que eXpone Cabrera de C6rdoba, quien a1 dis— cutir las diferencias entre la poesia y la historia dice: La poesia es junta y encadenamiento que hace una de muchas; por la afinidad de las acciones, a quien como a sefiora ordena las otras ministras y siervas, por medio de los episodios, que de su naturaleza y propiedad siempre tienen 1a mira y respecto a la fibula, parte sustancial y como el inima del poema. El orden de la historia es mis incierto y disjunto, porque las acciones en ella son sin depender una de otra, y no tienen la mira a un mismo fin. . . . E1 poeta, no teniendo limite alguno en su jurisdiccién, como 1e pasa por la fantasia, pone e1 inimo, muda las acciones, las crece, las menora, las varia, las adorna, las amplifica y, finalmente, narra las 43 cosas antes como habian de ser hechas que como fueron. Aunque aqui el autor no menciona los episodios en particular, es claro que es a ellos a los que se refiere a1 hablar de la mudanza de las acci— ones mediante la que la fantasia del poeta recrea e1 material que usa como inspiraciin. Y e1 resultado de su recreaciin seri una obra en la que el orden de los sucesos dejari de ser "incierto y disjunto" para pasar a reflejar lo universal y lo necesario.44 A1 discutir e1 problema de c6mo los episodios deben estar unidos a1 argumento central de la obra se observa que el deseo de darles un caricter cohesivo se basa en el concepto que los preceptistas espafioles del Siglo de Oro tenian de la verosimilitud. Este, a su vez, se halla determinado por el valor pedagigico que durante e1 periodo se asignaba a la creacién poética.45 Asi, los incidentes que se agreguen a la trama original deben tejer e1 disefio que unifique todas las partes de la fibula de tal manera que le confieran un valor universal.46 Dado e1 cariz didictico que en las doctrinas de los preceptistas del Renacimiento 33 espafiol se imputa a1 drama, puede deducirse que la inclusiin de los episodios dentro de una trama cuyo argumento central tiene su origen en un asunto de orden hist6rico-tradicional adquiere una importancia capital. Las historias originales son vistas, entonces, s6lo como pun— tos de partida que los poetas pueden usar para entretejer las tramas de sus creaciones. Con ello, la historia en si, su esencia desprovista de los detalles que hacen a la creaciin poética como totalidad, lo que L6pez Pinciano llama meramente la fibula, no es de mayor importancia. Es fitil porque contribuye a prestar verosimilitud a1 todo. Pero son en realidad los episodios los que hacen a la obra lo que es, y en la elaboraci6n de ellos radica e1 interés del poeta. Es alli donde se ejerce la imitaciin poética de que hablan los preceptistas, ya que a través de estos episodios que son e1 producto de la imaginativa se llega a las verdades universales cuya transmisiin es el verdadero fin de toda poesia. iii. Los dramaturgos. Aunque la rivalidad de los dramaturgos de la escuela lopista y los preceptistas aristotélicos en lo referente a la mecinica del drama es bien conocida,47 poco se ha mencionado el hecho de que existe una con- siderable comunién de ideas entre ambos grupos en lo que respecta a los aspectos te6ricos de la produccién dramitica. La razin de ello se encuentra en la influencia que todavia ejerce Arist6te1es sobre los poetas espafioles del Renacimiento y el Barroco. Si se presta debida atenciin a1 uso de fuentes hist6rico—tradicionales en la elaboracién de obras dramiticas, se puede observar que las opiniones de los precep- tistas y de los dramaturgos son, en este sentido, muy similares, a1 34 menos de lo que puede deducirse de los escritos y de la constituci6n de las comedias de los filtimos. En particular, cabe sefialar la pre- ferencia que muestran los autores dramiticos del Siglo de Oro por temas de la historia de Espafia tal como son recogidos por las cr6nicas y por los romanceros, por temas mitol6gicos, y por comedias de tipo hagiogri- fico. Si bien algunos de los autores de los comienzos del teatro espa- fiol moderno mantuvieron en ciertas obras gran fidelidad para con el texto de la historia o tradici6n que dramatizaron, como es el caso de Juan de la Cueva a1 escribir Los siete infantes de Lara, Lope, como sefiala acertadamente e1 profesor William McCrary, reconoce 1a posibi- lidad de que el poeta trascienda 1a simple imitaci6n en busca de la inspiraci6n creativa: "Y 31 alguna vez se levanta e1 poeta algo mis de la imitaci6n en alguna narraci6n 6 soliloquio, 6 ya es éxtasis de la firtil vena, 6 por mayor deleite del que escucha docto, y bien intencionado agradece" [Pr6logo a la Parte XIV, BAE, 52, xxivb]. Platonic dualism, therefore, was adapted to Aristotle and Horace. This synthesis of the ancient authorities had the effect of expanding the dramatist's range of imitation, both objectively and subjectively, since the inclusion of the Platonic micro— and macrocosmic conception located the creative mind squarely in the middle of nature's stage. Invenci6n, imitaci6n, and imaginativa, the imaging forth of the designs which nature had etched within, tend to become somewhat semantically interchangeable as terms of literary explanation.48 Aqui puede verse que Lope, contrariamente a lo que hacen los aristoté- licos, da a1 término imitaci6n una connotaci6n sumamente restringida. Pero aun cuando en el contexto parece significar fundamentalmente lo mismo que copia, mediante el uso de un vocabulario bisicamente p1at6- nico, llega a la concepci6n aristotélica de mimesis, que comparte con la mayoria de los preceptistas de su época. Es mis, si se tienen en cuenta las opiniones de éstos acerca de c6mo 1a poesia debe reflejar 35 103 valores universales y asi cumplir con una finalidad pedag6gica, Lope no difiere de ellos, como puede deducirse de un fragmento de una de sus epistolas en que trata de la poesia: Esta disciplina, que en fin es arte, pues se per- fecciona de sus preceptos, es parte de la filosofia racional, por donde 1e conviene a su objeto ser parte del ente de raz6n. Es, pues, objeto del Arte Poitica, como el entimema de la Ret6rica. El ofi- cio del Poeta es ensefiar de cuiles y con cuiles cosas se constituya el ejemplo y con qué modos y similitudes a diversos géneros, estados y negocios debemos usar de este silogismo, porque todas las demis partes de la filosofia racional hacen esto mismo acerca du su propio objeto.49 Por ello, si se tienen en cuenta las ideas de Lope tal como aparecen en el texto comentado por el profesor McCrary y en la epistola citada, se hace claro que la respuesta del dramaturgo a aquellos criticos que, como Crist6ba1 Suirez de Figueroa en El Pasajero, y el cura en el Capitulo XLVIII de la primera parte del Quijote, defienden un concepto demasiado restringido de la verosimilitud, esti cimentada en las ideas de Arist6— teles y Horacio sobre la imitaci6n y el fin didictico de la poesia.50 Una actitud muy similar se encuentra en Tirso de Molina, principal- mente en sus Cigarrales de Toledo. Al discutir su concepto de la imita— ci6n a raiz de las criticas del "pedante" y el "presumido natural de Toledo" en el Cigarral primero se hace claro que, al menos en lo que concierne a este aspecto, Tirso comparte las ideas de los preceptistas. Frente a la critica que ambos elevan en contra de lo que consideran un atentado contra 1a historicidad y el decoro en El vergonzoso en palacio, Tirso llama la atenci6n de sus detractores sobre el hecho de que el poeta trabaja dentro de limitaciones diferentes de las de los historia— dores. Sefiala que el dramaturgo se halla en libertad de "fabricar, Sobre cimientos de personas verdaderas, arquitecturas del ingenio fin- gidas," y al hacerlo puede romper con los cinones dramiticos de la 36 antigfiedad, si ello le permite contribuir a la perfecci6n de su obra.51 El profesor Henry Sullivan llama la atenci6n sobre esta concepci6n de la licencia poética en Tirso, y dice al respecto: We may deduce from this distaste for borrowing [véase 1a dedicatoria de la Tercera parte], moreover, that if Tirso regarded the imitation of alien models with contempt, he therefore felt his own inner experience and nature to be the raw material of his drama. The primacy of internal inspiration over external is also proclaimed in a passage that, on the most liberal reading, could be classed in the objective category. Refuting, as author and not in character, charges that his Vergonzoso engpalacio contravened historicity, Tirso exclaims (Cigarral_primero): "iComo si la licencia de Apolo se estrechase a la recolecci6n hist6rica y no pudierse fabricar, sobre cimientos de personas verdaderas arquitecturas del ingenio fingidas!" Here the dramatist claims that history only pro- vides a basis for drama, over which the poet's imagi- nation plays and which it works into a new fictional artifact. To be sure, this distinction owes a debt to Aristotle's division of history (life as it is or was) and poetry (life as it should be), but against the standard Platonic charge that poets were liars, Renaissance apologists of poetry were driven to maintain that the poet actually transcended nature and created a new realm. A good Tirsian example of this poetic license is his La e1ecci6n por la virtud, where, by altering the chronological events of the life of Pope Sixtus V and adding a variety of mira- culous occurrences, Tirso heightens their dramatic effect.52 La inferencia que el profesor Sullivan hace al establecer la experien- cia intima como materia prima de la obra dramitica tirsiana es, en mi opini6n, acertada y se halla justificada por el ejemplo que brinda 1a muy personal interpretaci6n que del material original de Tirso en sus comedias de temas hist6rico-tradicionales. La licencia poética que, a1 igual que Lope, invoca en ellas es la que le permite introducir elemen- tos que contribuyan a1 mayor efecto dramitico y a la vez a1 fin didic- tico de la obra. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que el dramatismo de una pieza y su caricter didictico no se hallan siempre divorciados, 37 sino que, en la mayoria de los casos, al menos en Tirso, guardan intima dependencia. Al alterar los hechos hist6ricos para lograr una mayor intensidad dramitica en comedias como La e1ecci6ngpgr la virtud, La _prudencia en la mujer 0 La mejor espigadera, Tirso busca influir sobre e1 inimo de sus espectadores y provocar en ellos, mediante 1a admira— ci6n y el deleite, una mayor receptividad a1 mensaje didictico conte- nido en ellas.53 E1 profesor E. C. Riley ha destacado este mismo aspecto de la técnica dramitica de Tirso en un comentario de caricter mis universal, a1 sefialar la relaci6n de dependencia que existe en muchos casos entre e1 prop6sito didictico de las obras de los autores del siglo XVII y los elementos dramiticos o extraordinarios en ellas: Los escritores del siglo XVII intentaban sobrecoger e impresionar a sus lectores no 3610 porque esto fuera agradable, sino para atraer su atenci6n y dotarles de un talante receptivo mediante é; cual pudiera ser aceptada 1a lecci6n de moral y fuera posible comunicarles una verdad universal.54 De lo dicho por este critico y de la lectura de Lope y Tirso, se puede inferir que éstos mantienen el mismo concepto de lo que debe ser 1a creaci6n poética que fue prevalente entre los preceptistas de su época. El poeta, para ellos, no debe reproducir los eventos tal como ocurrie— ron en la historia, sino que debe poner algo de si, y ese algo debe estar determinado por el caricter netamente pedag6gico que era reque— rido de toda creaci6n de este tipo. La bfisqueda de la verdad universal de que nos habla Riley constituye uno de los factores determinantes del teatro espafiol y hace que los dramaturgos encaucen sus esfuerzos no ya hacia la presentaci6n meramente realista de los sucesos que se relatan, sino a crear una versi6n idealizada, y por lo tanto universal de ellos.55 Al estudiar las teorias poéticas que conciernen a1 uso de histo— rias de tipo tradicional en la creaci6n poética puede notarse una linea 38 de pensamiento que se transmite, sin mayores alteraciones, de Horacio y Arist6te1es a los preceptistas y dramaturgos del Siglo de Oro espa- fiol. Los conceptos se revisten una y otra vez de diferentes palabras a la vez que guardan su esencia inalterada. El poeta debe ser, como su nombre lo indica, creador, y su obra debe buscar los valores uni- versales dentro de lo particular de la historia. Los finicos limites que cabe imponer a su creaci6n son aquellos que establezcan la vero- similitud y la unidad de la fibula. Mientras ellos se mantengan el autor posee plena libertad de acci6n. Tal es el clima ideol6gico en lo referente a este tipo de creaci6n que rodea a Tirso, y es, pues, con miras a ello que se deben analizar las obras de caricter hist6rico- tradicional del poeta a fin de apreciar mis profundamente su intuici6n dramitica. NOTAS 1 Los estudios sobre la preceptiva literaria de los siglos XVI y XVII que fueron consultados si bien tocan este tema, no lo tratan en profundidad. Véanse William C. McCrary, "The Classical Tradition in Spanish Dramatic Theory of the Sixteenth and Seventeenth Centuries," Diss. Wisconsin, 1958; Marcelino Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en Espafia (Buenos Aires: Espasa—Calpe Argentina, 1943), II; F. Sinchez Escribano y A. Porqueras Mayo, Preceptiva drami- tica espafiola del Renacimiento y el Barroco (Madrid: Gredos, 1965); Sanford Shepard, E1 Pinciano y las teorias literarias del Siglo de 939 (Madrid: Gredos, 1970); Antonio Vilanova, "Preceptistas espafioles de los siglos XVI y XVII," en Guillermo Diaz Plaja, Historia general de las literaturas hispinicas (Barcelona: Editorial Vergara, 1953), pigs. 567-684; Duncan Moir, "The Classical Tradition in Spanish Dra- matic Theory and Practice in the Seventeenth Century,' en Classical Drama and its Influence: Essays Presented to H. D. F. Kitto, ed. M. J. Anderson (London: Methuen and Co., 1965), pigs. 193—228. 2 Véanse, por ejemplo, Don Quijote, I, 47-48 y II, 3; Crist6bal Suarez de Figueroa, El pasajero (Madrid: Renacimiento, 1913), Alivio III; Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo (Madrid: Espasa-Calpe, 1968), especialmente Cigarral primero y Cigarral quinto. 3 Arist6te1es, Poética, 1450816, en Obras, traducci6n, edici6n y notas de Francisco de P. Samaranch (Madrid: Aguilar, 1977). Las citas siguientes de las obras de Arist6te1es serin del mismo texto, y se indicari a1 fin de las mismas la obra en particular y la pigina, columna y rengl6n segfin 1a edici6n de Bekker, como es tradicional. 4 Sir David Ross, Aristotle (London: University Paperbacks, 1966), pigs. 277-79. 5 Arist6te1es, Politica, 1340318. 6 Ross, pig. 278. 7 Gerald Else, Aristotle's Poetics: The Argument (Cambridge: Iiarvard University Press, 1963) pig. 320. 39 4O 8 Ross, pigs. 278-79. 9 K. E. Gilbert, "Aesthetic Imitation and Imitators in Aristotle," The Philosophical Review, 45 (1936), pigs. 566-67. 10 Sobre este aspecto insiste Arist6te1es mis adelante: "Entre las fibulas y las acciones simples, son menos buenas las que se componen de episodios. Llamo fibula epis6dica aquella en que la sucesi6n de los hechos epis6dicos no viene determinada ni por la verosimilitud ni por la necesidad" (Poitica, 1451b33). ll Véanse, al respecto, los comentarios de D. W. Lucas en su edici6n de la Poitica de Arist6te1es (Londres: Oxford University Press, 1968), pig. 123. 12 Horacio, Epistola a los Pisones, en Poetas Latinos, trad. Germin Salinas (Madrid: E.D.A.F., 1970), pigs. 778—79. 13 Arist6te1es, Poética, Capitulo XV. l4 Horacio, pig. 787. 15 Para una discusi6n a fondo de este asunto, véase e1 Apéndice segundo a la edici6n de D. W. Lucas. 16 Horacio, pig. 787. 17 Alonso L6pez Pinciano, Philosophia antigua poética (Madrid: C.S.I.C., 1953), I, 195-96). l8 Francisco Cascales, Tablas poéticas en Antonio Garcia Berrio, Introducci6n a la poética clasicista: Cascales (Barcelona: Planeta, 1975), pig. 60. l9 Cascales, Tablas, pig. 114. 20 Véase Menéndez Pelayo, Historia, II, 306, 320. 21 L6pez Pinciano, II, 349. 41 22 Cascales, Tablas, pig. 114. 23 Véase, por ejemplo, e1 siguiente comentario de L6pez Pinciano en la Epistola cuarta: "Assi que las descripciones de tiempos, lugares, palacios, bosques y semeja[n]tes, como sean con imitaci6n y verosimili- tud, serin poemas; y no lo seraln] si de imitaci6n careceln] . . . porque la obra principal no esti en decir la verdad de la cosa, sino en fingirla que sea verosimil y llegada a la raz6n" (I, 265). 24 Antonio L6pez de Vega, Hericlito y Dem6crito de nuestro siglo, en F. Sinchez Escribano y A. Porqueras Mayo, pigs. 230-31. 25 L6pez Pinciano, II, 349. 26 L6pez Pinciano, II, 308. 27 L6pez Pinciano, II, 265. 28 Cascales, Tablas en W. C. McCrary, pig. 163. Se prefiere aqui este texto a1 de Garcia Berrio por estar mis completo. Las citas siguientes serin nuevamente de la edici6n de este filtimo. 29 Cascales, Tablas, pig. 278. 30 En la Tabla sexta, a1 discutir 1a epopeya, dice Cascales: "Licencia tiene e1 Poeta de alterar los tiempos, sino es lo principal, que eso ha de ser estable y fixo; y por eso va mucho en saber conocer 1a accion y los episodios, de lo cual se constituye la Fabula" (pig. 281). 31 Salvador Jacinto Polo de Medina, Academias del jardin, en Obras escogidas (Madrid: Nueva Biblioteca de Autores Espafioles, 1931), pig. 194. 32 P010 de Medina, pigs. 193-94. 33 Jusepe Antonio Gonzilez de Salas, Nueva idea de la tragedia antigua (Madrid: A. de Sancha, 1778), pigs. 100-101. 34 L6pez Pinciano, II, 97—98. 42 35 L6pez Pinciano, II, 14—15. 36 L6pez Pinciano, II, 19. 37 Gonzilez de Salas, pig. 30. 38 Véanse Cascales, Tablas, pigs. 114, 115; Luis Cabrera de C6rdoba, De historia, para entenderla y escribirla, en Menéndez Pelayo, Historia, II, 201; Baltasar de Escobar, "Carta a1 capitin Crist6bal de Virués, alabindole e1 arte del poema intitulado El Monserrate," en Epistolario espafiol. Colecci6n de cartas de gapafioles ilustres antiguos y modernos, ed. Eugenio de Ochoa, BAE, 62 (Madrid: Atlas, 1952), pig. 37. 39 Baltasar de Escobar, pig. 37. 40 Gonzilez de Salas trata el mismo asunto a1 comparar los episo- dios de la fibula dramitica con los de la épica: "Dice, Que los Epi- sodios de las Fabulas Dramaticas han de ser mucho mas breves que los del Poema Epico, pues para su exornacion i argumento, es bien permi- tido que se dilaten, por ser sus terminos tan libres de circunscrip- cion" (pig. 84). 41 L6pez Pinciano, II, 22. 42 Cascales, Tablas, pig. 257. 43 Cabrera de C6rdoba, pig. 201. 44 En forma semejante se expresa Baltasar de Escobar, quien ve en la poesia un buen medio de "corregir" la historia: Fue tambien acertada e1ecion sacar e1 argumento de his- toria verdadera . . . y para esto es muy i prop6sito 1a antigua en que se funda e1 poema, porque estos engertos, mas parece que son reparar lo que los tiempos han arrui- nado en este edificio hist6rico, que hacer en 61 nuevas fibricas, mayormente ofuscindose ni pervirtiéndose la ver- dad puntual de la historia (pig. 37). 45 Como ejemplo, véase lo que dice Cascales en su "Carta al Apolo de Espafia, Lope de Vega Carpio": 43 Dice también [Minturno] que la comedia es imagen de la verdad. Dice verdad; porque si bien los poetas, principalmente c6micos, por la mayor parte cuanto representan es fingida, y la acci6n que toman no pas6 jamis, sino que ellos inventan e1 argumento . . . para representar mis a1 vivo lo que importa a nuestras costumbres y al bien poli- tico y doméstico. . . . Pues esta licencia que tiene e1 poeta para quitar y poner en la obra de naturaleza, se llama ficci6ngpoética; y para quitarse de este trabajo de andar enmendando obras ajenas, suelen muchas veces, principalmente en poemas c6micos, fingirlo todo; porque segfin los precep- tos del arte, fundados en raz6n, salga la obra perfecta conforme a lo que el poeta pretende inducir y persuadir en favor de la buena insti- tuci6n nuestra (Cartas filol6gicas [Madrid: Espasa—Calpe, 1952], II, 58-59). 46 Su funci6n, sin embargo, no concluye alli segfin L6pez Pinciano, sino que los episodios mismos deben ser utilizados con el fin de dar una lecci6n. A1 comparar los episodios con el fondo de una pintura, dice: "La comparaci6n es muy a prop6sito, saluo que los episodios poéticos no 8610 traen ornato, mas sutil y prouechosa doctrina" (II, 22). 47 Véanse a1 respecto J. Entrambasaquas y Pefia, "Una guerra lite- raria del Siglo de Oro: Lope de Vega y los preceptistas aristotéli- cos," en Estudios sobre Lope de Vega, Vols. I y II (Madrid: C.S.I.C., 1946-47) y Margaret Wilson, "The Controversy," en Spanish Drama of the Golden Age (London: Pergamon Press, 1969), pigs. 24-37. 48 McCrary, pig. 137. E1 critico cita, a continuaci6n, e1 sigui- ente fragmento de La Dorotea, que confirma su impresi6n: "Porque invenci6n es la parte principal del Poeta, sino e1 todo, y invenci6n y imitaci6n sean también una misma cosa (La Dorotea, Sancha, VII, 302)" (pig. 152). 49 Lope de Vega, "Otra epistola a un sefior de estos reinos sobre la misma materia," Obras escogidas (Madrid: Aguilar, 1964), II, 921. 50 Véase, como ejemplo, lo que dice Suirez de Figueroa en el Alivio III: E1 uso (antes abuso) admite en las comedias de san- tidad algunos episodios de amores, menos honestos de lo que fuera raz6n; no 36 de qué utilidad sean, sino de estragar el ejemplo y de hacer adulterino y ap6crifo lo verdadero (pigs. 76-77). Igualmente, e1 cura del Quijote levanta la voz contra los poetas que 44 crean sobre lo hist6rico: 51 Tirso de Molina, Cigarrales de Toledo (Madrid: Y si es que la imitaci6n es lo principal que ha de tener la comedia ac6mo es posible que satisfaga a nungfin mediano entendimiento que, fingiendo una acci6n que pasa en el tiempo del rey Pepino y el mismo que en ella hace 1a persona principal 1e atribuyan que fue el emperador Heraclio, que entr6 con la cruz en Jerusalén y el que gan6 la Casa Santa, como Godofre de Bu116n, habiendo infi- nitos afios de lo uno a lo otro; y fundindose la comedia sobre cosa fingida, atribuirle verdades de historia y mezclarle pedazos de otras sucedi- das a diferentes personas y tiempos, y esto, no con trazas verisimiles, sino con patentes errores, de todo punto inexcusables? . . . Pues Lqué, si venimos a las comedias divinas? iQué de milagros falsos fingen en ellas, qué de cosas ap6crifas y mal entendidas, atribuyendo a un santo milagros de otro! (Don Quijote, I, 48). 1968), pigs. 80-83. 52 Henry Sullivan, Tirso de Molina and the Drama of the Counter Espasa-Calpe, Reformation (Amsterdam: Rodopi, 1976), pig. 80. 53 En este aspecto Tirso sustenta ideas muy similares a las de L6pez Pinciano, que a1 discutir el uso de la admiraci6n en la obra dramitica afirma: 54 . . y assi toda buena fibula deue perturbar y alborotar a1 inimo por dos maneras: por espanto y conmiseraci6n, como las épicas y trigicas; por alegria y risa, como las c6micas y ditirimbicas. Y deue también aquietar a1 inimo, porque, después destas perturbaciones, e1 oyente ha de quedar ensefiado en la doctrina de las cosas que quitan la vna y la otra perturbaci6n (II, 54). E. C. Riley, La teoria de la novela de Cervantes, trad. Carlos Sahagfin (Madrid: Taurus, 1971), pig. 150. 55 F. Sinchez Escribano dice sobre el particular: 1) Por encima de todo, y rompiendo con la realidad y la psicologia, esti 1a presentaci6n estética de 45 un personaje 0 de una escena . . . 2) por eso, lo que se pretende es presentar la verdad y no la realidad; 3) con lo cual se obtiene una sen- saci6n transcendental del personaje y de lo que ocurre o va a ocurrir (pig. 45). CAPITULO 11 LA MEJOR ESPIGADERA En la literatura critica generada en torno a La mejor espigadera se encuentran interpretaciones muy dispares del caricter de la heroina de Tirso. Por una parte, algunos de los eruditos que han estudiado con mis éxito los diversos aspectos de esta obra parecen haber asumido que la Rut de la creaci6n dramitica tirsiana no difiere en gran medida de la del relato del Viejo Testamento.l De alli que presuman en sus anilisis de la obra que este personaje se halla en todo momento impul- sado por motivaciones virtuosas e inobjecionables. Por e1 contrario, e1 profesor J. C. J. Metford sustenta una opini6n distinta en su arti- culo "Tirso de Molina's Old Testament Plays" cuando insiste que en esta obra Tirso pone énfasis primordialmente no en la fidelidad de Rut para con Nohemi, sino en su conversi6n y determinaci6n de no abandonar su nueva fe.2 A1 llamar la atenci6n sobre la importancia de este aspecto del drama, Metford parece sugerir que debi6 haberse producido algfin cambio en la personalidad de la protagonista que justifique el que se considere esta conversi6n como el elemento central de La mejor espigadera. Sin embargo, dado e1 caricter general de su estudio, sus comentarios no profundizan esta primera sugerencia. S610 e1 profesor R. N. Shervill, en su disertaci6n sobre el drama del Viejo Testamento del Siglo de Oro, hace explicito que en La mejor espigadera Tirso ha elaborado una caracterizaci6n de Rut que difiere de la de la historia 46 47 biblica.3 Para Shervill, 1a Rut de Tirso es un personaje mis complejo, mis humano, por la manera en que en ella se hallan presentes no s6lo virtudes heroicas, sino también debilidades y defectos.4 Pero aunque de todos los criticos es éste, en mi opini6n, el que se halla mis cer- cano a una interpretaci6n acertada de la caracterizaci6n de Rut y de su importancia dentro de la obra dramitica, Shervill no ha estudiado a fondo la trascendencia que el personaje creado por Tirso tiene en la confecci6n de la estructura de La mejor espigadera, la cual se lleva a cabo dentro de un contexto netamente didictico. E1 anilisis que se intenta en este capitulo busca, por lo tanto, completar la tarea lle— vada a cabo por los anteriores criticos, y en especial por Shervill, y se propone dejar a1 descubierto 1a intima relaci6n que existe entre la caracterizaci6n de Rut, 1a muy peculiar estructura que presenta e1 drama y el mensaje didictico que el dramaturgo parece haber dejado implicito en su creaci6n. A mi parecer, s6lo si se tienen en cuenta todos estos aspectos de la obra y sus relaciones de interdependencia se puede llegar a apreciar la gran riqueza dramitica que el genio de Tirso ha sabido imprimir en ella. De la mera lectura de La mejor espigadera se hace obvio que la obra de Tirso es una glosa dramitica del Libro de Rut, y que es fiel a éste 3610 en lo que acontece en el tercer acto, que recuenta e1 regreso de Nohemi a tierra de Judi junto con su nuera, Rut. Los sucesos que forman 1a trama de los dos primeros actos de la comedia estin inspira- dos en unas pocas lineas del relato que le sirve de fuente, en las que se cuenta 1a emigraci6n de Nohemi y de su esposo Elimelec a tierra de IMbab durante un periodo de hambre. De acuerdo con esta historia, Eli- Inelec y sus dos hijos, Masa16n y Queli6n, murieron durante e1 exilio, 48 quedando Nohemi y sus dos nueras, Rut y Orfi, desamparadas. Para poder explicar la e1aboraci6n que del texto biblico hace Tirso en los dos primeros actos de la comedia debe recordarse que a1 escribir esta obra e1 autor es en primer lugar dramaturgo, y en segundo lugar te6logo. Por esta raz6n, su prop6sito seri el de adecuar la his- toria que trata a los cinones que rigen la comedia sin por ello alterar esencialmente su mensaje dogmitico. Como acertadamente sefiala Shervill, la historia de Rut segfin se presenta en la Biblia tiene un bien escaso contenido dramitico.6 En ella 1a heroina muestra una gran perfecci6n que la hace merecedora de ser antecesora de David, y al final recibe e1 justo premio a su virtud a1 casarse con Bohoz y engendrar a Obed. Salta a la vista que lo que hace falta en su trama es un elemento con- flictivo que capture la atenci6n de un pfiblico acostumbrado a un tea- tro de acci6n intensa. Y es en la satisfacci6n de esta necesidad dra— mitica que Tirso pone de manifiesto su genio de dramaturgo a la vez que sus conocimientos teol6gicos. Haciendo uso de interpretaciones haggidicas del Libro de Rut, que elabora aportando detalles propios, incorpora en los primeros dos actos e1 conflicto dramitico que necesita para dar interés a la pieza.7 Para lograrlo recrea a sus personajes, a los que vuelve mis complejos y dinimicos, y los hace pasar por una serie de pruebas y desengafios que les permite madurar y constituirse en artifices de sus propios destinos. Pero en la e1aboraci6n de este proceso de desarrollo Tirso no pierde de vista e1 hecho de que debe ajustarse a la ortodoxia en lo referente a la interpretaci6n del texto biblico. Por eso hace que sus personajes maduren a través de los dos primeros actos de tal manera que puedan aparecer en el tercero tal como los retrata e1 Libro de Rut. Para lograr este prop6sito recurre a la 49 composici6n de la obra segfin una estructura paralelistica peculiar en la cual los actos segundo y tercero siguen un desarrollo que, en lo referente a la temitica, es muy similar. E1 estudio de esta estruc- tura, que parece haber sido pasada por alto por los otros criticos que han analizado esta obra, me parece de fundamental importancia para lograr una apreciaci6n mis profunda de La major espigadera. En rasgos generales, los dos filtimos actos plantean dos soluci- ones a1 conflicto dramitico propuesto a1 comienzo de la obra por una profecia de la que Rut se cree destinataria y segfin 1a cual ella ten- dri por esposo a un hebreo. De acuerdo con el oriculo, de su uni6n naceri un hijo de cuya descendencia seri e1 Mesias del pueblo israel- ita. Rut, que siguiendo una tradici6n rabinica aparece en esta obra como una princesa moabita, hace manifiesta 1a influencia que en su vida ha ejercido esta predicci6n cuando, en suefios, articula sus sen- timientos hacia ella: RUT La 1ey aborrezco incierta de mi ciega idolatria; a1 Dios de Israel me inclino de un oriculo divino que estimo por profecia. Si que un esposo me espera, e1 mis noble de Efrati, que en mi sucesi6n tendri dilatada de manera que llegue su filtima rama a1 Cielo mis eminente, para que en su flor se asiente un Rey-Dios que a Israel ama.8 Luego de su encuentro con Masa16n, que se presenta ante 1a princesa como un noble de Efrati cuyo linaje no tiene par entre los suyos, Rut trata de hacer cierta 1a profecia allanando, en el segundo acto, todos los obsticulos que se Opongan a su uni6n con el israelita. Finalmente logra su prop6sito, pero s6lo tras de hacer victima de engafios a su 50 padre y a su primo Timbreo, que estaba a punto de desposarla. E1 ter- cer acto, cuya acci6n tiene lugar diez afios mis tarde, se inicia des- pués de la muerte de Masa16n a manos de Timbreo, que se ha rebelado a su autoridad y ha tomado posesi6n del poder real. En 61 se dramatiza la historia biblica de los trabajos de Rut que culminan nuevamente con su boda, esta vez con Bohoz. Lo que hace singularmente intere- sante e1 desarrollo de los eventos de este filtimo acto es que a pesar de que éstos son conocidos por el pfiblico a priori, adquieren una sig- nificaci6n nueva dentro del contexto pedag6gico de la obra a1 ser representados en claro contraste con los sucesos que tuvieron lugar en el acto anterior. Mientras que Rut, a1 tratar de asegurar su matrimo- nio con Masal6n, manipula a los que la rodean con el fin de satisfacer su interés propio, en la filtima parte de la obra adopta una actitud diametralmente opuesta. Rehusa aceptar e1 matrimonio que le propone Timbreo y le sugiere Nohemi y abandona su naci6n para seguir a su sue- gra y servirla en su vejez. Por ello, su eventual matrimonio con Bohoz tiene lugar como resultado de la prictica de virtudes que son e1 reverso de los vicios que muestra en el segundo acto. Su desprendimi- ento y su humildad se contraponen asi dramiticamente a su actitud ini- cial. Del contraste que de esta manera se establece entre las acciones de Rut en los filtimos dos actos, se puede deducir que el paralelismo formal que Tirso ha elaborado entre ellos esti cimentado en la oposi- ci6n entre la virtud y el vicio que los personajes muestran en su com- portamiento ante circunstancias similares. La raz6n de ser de esta estructura debe buscarse en la importancia que cumple el tema del desen- gafio dentro de La mejor espigadera. La dualidad engafio—desengafio se hace presente a través de todo 51 este drama en los protagonistas. Durante los primeros dos actos es el engafio el que predomina, y aquéllos que son victimas de 61 deben sufrir las consecuencias de su ceguera. Para establecer firmemente a1 princi— pio de la obra las funestas consecuencias que trae consigo e1 vivir engafiado, Tirso elige caracterizar a Elimelec siguiendo la interpreta- ci6n que de 61 se da en los textos haggidicos. En el Libro de Rut este personaje es mencionado 3610 al pasar; sin embargo, en el Ruth Rabbah es presentado en forma desfavorable, como un avaro que decide dejar su patria no porque sufra debido a la hambre que la asola, sino porque teme que sus vecinos acudan a 61 en busca de ayuda.9 Tirso, en su comedia, va afin mis alli de esta caracterizaci6n y hace a Elimelec no 3610 un hombre dominado por la avaricia, sino también un ser despia- dado que muestra gran crueldad e insensibilidad frente a los sufrimi- entos de sus semejantes. Mientras que el pueblo de Israel perece de hambre, Elimelec nada en la abundancia y se niega a compartir su haci— enda. Cuando los jueces de su naci6n 1e ordenan compartir sus bienes con los pobres durante la sequia, reacciona violentamente, haciendo sentir todo el desprecio que siente por éstos: ELIMELEC LLos jueces mi pan a mi para dar a los pobres? iBueno! zLo que yo sembré y cogi? zYo mi trigo, mi centeno a los pobres? Ponzofia si. Muera la gente villana de hambre, que yo no doy a quien, con vida holgazana, se come su hacienda hoy sin reparar que hay mafiana. Antes pegaré a mis trojes fuego, y vaciaré mi vino (pigs. 985-86) Su discurso, que continfia en un mismo tono y llama repetidamente a los pobres "viles heces," "basura" y "hormigas viles,‘ viene a confirmar 1a opini6n que de 61 diera Lisis al comienzo de la obra, la cual, a la vez, 52 hace evidente que las palabras de Elimelec no son producto de un arre- bato pasajero, sino que expresan sus verdaderos sentimientos: LISIS Las trojes, que el grano rojo guardan, dejara comer del atrevido gorgojo, y el vino, que viene a ser del afio el primer despojo, en vinagre convertir primero que remediar a1 pobre (pig. 982). L0 que hace 1a conducta de Elimelec afin mis censurable es el hecho de que él es un hombre principal en su comunidad, y por lo tanto su obli- gaci6n es dar un buen ejemplo a los suyos a la vez que extender su protecci6n cuando éstos 1a necesiten. Asi, al menos, lo expresa Aser, hablando de 61: ASER Es alma e1 rey,10 que del modo que vida a1 cuerpo apercibe, y estando toda en el todo, toda en cualquier parte vive; asi e1 rey tiene de estar dando a todo el reino ser, y en cualquier parte 0 lugar todo 10 ha de socorrer y sus miembros sustentar (pig. 982). E1 abandono que, para satisfacer su avaricia, hace Elimelec de las obligaciones que su rango 1e impone, sumado a la virulencia de su des— precio para con los pobres, es un atentado contra el orden natural de la sociedad y contra las leyes de su Dios.11 Sus faltas, como se ha sefialado, son doblemente graves pues no 3610 da un mal ejemplo a sus sfibditos, sino que a la vez, a1 cerrar las trojes a1 pueblo, contri— buye a crear una escasez que fuerza a los otros miembros de la comuni- dad a actuar en forma egoista y despiadada.12 La manera en que su avaricia ha afectado e1 bienestar y la fibra moral del pueblo israel- ita llama la atenci6n del lector sobre el comentario que de la situ- aci6n hiciera Herbel a1 comienzo del primer acto: 53 ASER aHasta cuindo ha de durar e1 hambre de Palestina? HERBEL Mientras no cesa e1 pecar no cesa 1a ira divina que nos quiere castigar (pig. 980). Sus palabras, que hallan eco en Nohemi en la escena tercera, sugieren una relaci6n causal entre la avaricia de Elimelec y la ira divina.13 El pecar de la naci6n tiene sus raices en los pecados de Elimelec, que se constituye asi en el principal causante de todos 103 males. E1, a pesar de ello, se muestra totalmente inconsciente de su responsabili— dad, cegado como esti por su avaricia. De ahi que su soluci6n a1 mal que los aqueja sea dejar abandonado a su suerte a1 pueblo que 61, con sus pecados, contribuy6 a hacer victima de la ira del Cielo. Su pre- ocupaci6n es una sola: salir de Israel en busca de un lugar mis pro- picio que le permita gozar de sus bienes sin tener que compartirlos con nadie. E1 comentario que con horror hace Nohemi a1 enterarse de sus planes de emigrar a tierra de Moab: "LA tierra id6latra vas?" (pig. 988), llama la atenci6n sobre el hecho de que esencialmente su esposo es también un id6latra—-idolatra los bienes materiales. Sus palabras, que son seguidas por una apelaci6n a1 sentido de responsa— bilidad de Elimelec, son a la vez una advertencia a éste de que lo que piensa hacer va contra las leyes de su Dios. Su filtimo parlamento de esta escena presta un caricter ominoso a la porfiada ceguera de su marido: NOHEMI iQuiera Dios que no te alcance en Moab su maldici6n! (pig. 988) A1 hacer oido sordo a las advertencias de Nohemi, Elimelec muestra su empefio en no cambiar de actitud y por ello se hace acreedor a1 cas- tigo divino. En las escenas siguientes, que relatan su llegada a Moab, 54 sufre la muerte a manos de un grupo de bandoleros que lo despoja de los bienes que infitilmente trat6 de proteger a1 irse de su tierra. Nohemi, a1 describir 1a suerte que corriera su esposo a Masal6n, destaca lo justo de su fin: NOHEMI Nuestros ganados se llevan los pastores y mujeres de su torpeza despojos que a sus apetitos venden. El oro, joyas y galas en que la avaricia tiene cifrada su frigil dicha, que son males, que no bienes: castigo del Cielo justo, con que a los pobres pretende vengar de nuestra crueldad que es Dios padre de inocentes. Negisteisles e1 sustento siendo deudos o parientes, aqué mucho si a los extrafios agora e1 Cielo enriquece? Muri6 Elimelec mi esposo, por los que de hambre mueren en Judea y Efrati (pig. 994). Sus hijos, sin embargo, a pesar de haber mostrado tanta maldad y ava- ricia como su padre con los pobres, sufren un castigo menos duro cuando, merced a los ruegos de Nohemi, e1 capitin de los bandidos decide per- donarles a vida y 3610 despojarlos de todas sus riquezas. Dentro del contexto didictico de la obra, la levedad de su pena, sobre todo si se la compara con la de su padre, se halla justificada porque su respon— sabilidad es, sin duda, menor que la de éste. Masal6n y Queli6n han seguido meramente e1 ejemplo dictado por Elimelec. Y e110 puede entre— verse cuando Masal6n, durante la escena que tiene lugar a la llegada a Moab, parece evidenciar una cierta toma de conciencia de que sus acci- ones para con los pobres fueron erradas. Al comparar el verdor del reino a1 que han llegado con la aridez de su propia tierra nos dice: MASALON Tiene e1 pecado con llave las nubes, y el Cielo niega 55 el agua a nuestras querellas, que como contra él pecamos, mientras culpas no lloramos no quieren que lloren ellas (pig. 990). Es significativo que Masal6n use en esta ocasi6n, cuando esti ausente su padre, la primera persona del plural a1 referirse a los pecados del pueblo israelita. Contrariamente a lo que ocurre con Elimelec, que se halla ciego y sordo a todo lo que no sea la satisfacci6n de su avari- cia, Masal6n parece estar consciente de que él es, al menos en parte, responsable de la catistrofe que asola a su naci6n. E1 hecho de que reconozca ante Asael, su sirviente, que el arrepentimiento es esencial para recobrar e1 favor de los Cielos, sugiere que la dureza que hasta ahora ha demostrado es debida a la influencia que su padre ejerce sobre él. Por ser Elimelec, de este modo, e1 verdadero responsable de las acciones de sus hijos, es justo que sea 51, y no ellos, el que haya de morir. Lo que se establece, pues, con particular eficacia en este episo- dio inicial es la impresi6n de que cada uno de los personajes se hari acreedor a1 premio 0 a1 castigo que sus acciones 1e merezcan. Elime- lec, victima del engafio, mostr6 extrema avaricia y un desprecio abso- luto por el valor de la vida de la gente de su pueblo; por ello pierde no 8610 su fortuna, sino también la vida.14 En cambio, su mujer, Nohemi, que es la finica entre los suyos que se ha mostrado caritativa con los pobres, es recipiente de la caridad de los bandoleros que, sin haberse apiadado de su marido, prestan oido a las sfiplicas que ella hace en favor de sus hijos. Estos, por su parte, testigos del fin desastroso que le 11eg6 a su padre a causa de sus pecados, reciben una nueva oportunidad de "desengafiarse" y corregir pasados errores. Una vez logrado este efecto, Tirso entra de lleno en el conflicto 56 central de la obra, el planteado por la profecia que Rut se cree 11a- mada a hacer realidad. La primera menci6n que se hace de ella llega por boca de la princesa moabita quien, estando dormida, expresa su certeza de que se casari con un noble de Efrati para pasar a formar parte, mediante su descendencia, del linaje del Mesias del pueblo de Israel. E1 hecho de que Rut esti dormida a1 hacer menci6n de este oriculo es importante si se tiene en cuenta que en el Siglo de Oro e1 suefio es visto frecuentemente como metifora del engafio. Y esta inter- pretaci6n se hace perfectamente factible si se observan cuidadosamente los acontecimientos que siguen a su despertar. Después de reponerse a la sorpresa de encontrar a un desconocido que duerme junto a ella en la hierba, Rut se siente inmediatamente atraida por las apariencias de iste, en particular luego de haber notado que sus vestidos son los de un israelita: RUT Parece hebreo en el traje, y para que le aventaje a Timbreo al alma mia basta 3610 el parecello (pig. 992). Sn instantinea infatuaci6n se hace afin mayor cuando oye a Masal6n quien, fingiendo dormir, dice ser del mejor linaje de la tribu de Judi. La princesa asume entonces, equivocadamente, que él es el hombre que ella espera. Sin embargo, lo errado de su apreciaci6n se hace claro a1 pfiblico que sabe que hasta el momento las acciones del israelita no se ajustan a las normas de la conducta de un noble, y que por lo tanto 61 no puede ser "e1 mis noble de Efrati" (pig. 992). Pero Rut s6lo parece percibir las apariencias externas y por ello toma 1a pala- bra noble en su acepci6n mis superficial, la de nobleza de sangre. El deslumbramiento que muestra ella ante lo mudable y aparente en Masal6n da énfasis a1 hecho de que su despertar no se realiza en el plano 57 espiritual y que se halla prisionera todavia del suefio del engafio. A causa de ello, su conducta a través del segundo acto no es tan virtu- osa como lo presumen Fray A. L6pez y el profesor Glaser.15 Por e1 con— trario, podri verse que la inclinaci6n que Rut muestra hacia una inter- pretaci6n superficial y ligera del significado de la profecia es sin- tomitica de un deseo desmedido de hacerla realidad que esti, en mi opini6n, motivado por una concepci6n ensoberbecida de su propio valer y por un deseo de elevarse por encima de la nobleza que ya le corre- sponde por ser hija de un rey. Pronto se hace evidente que Rut ha encauzado las potencias de su inteligencia a la consumaci6n de su matrimonio con Masal6n. Su melan- colia, aunque tiene algo de sincera, es mayormente fingida y le per- mite un gran dominio sobre su padre que, como bien sefiala e1 profesor Glaser, la cree a1 borde de la locura.16 Merced a su simulada debili- dad mental ha logrado aplazar por un mes su matrimonio con su primo quien, a su vez, esti dispuesto a renunciar a ella con tal de asegurar su mejoria. Consciente del poder de su influencia sobre el Rey y sobre Timbreo, dando muestras de gran egoismo, decide valerse de ellos para facilitar 1a satisfacci6n de sus deseos. Con el fin de poder reunirse con Masal6n inventa la historia del robo de la cadena que, en realidad, ella diera como prenda a1 israelita en su primer encuentro. Alegando que la pérdida de ésta es la causa de todos sus males, sugiere que su mejoria depende de que Timbreo atrape a1 presunto ladr6n y hace que su primo, que la ama y que espera casarse con ella, sea el que deba tra- erle a Masal6n, con quien ella desea desposarse. Sus acciones hacen patente una completa falta de sensibilidad para con los sentimientos de aquellos que la rodean. En este momento Rut s6lo piensa en si 58 misma y en su propio interés, y al hacerlo se coloca por encima de todos los demis. Por ser hija del Rey se cree autorizada a imponer su voluntad libremente y sin tener en cuenta las consecuencias que sus acciones puedan acarrear. La soberbia que asi exhibe en su relaci6n con los que la estiman alcanza su mixima expresi6n cuando, a1 discutir con Orfi los medios que ha de usar para encumbrar a Masal6n, compara sus poderes con los de Dios: RUT E1 poder es un Rey grande mi padre es Rey, yo 1e heredo, y el dar ser a lo que es nada es hazafia reservada a1 rey y a naturaleza. Un pobre casi no tiene ser que su humildad levante, y si es ilustre es diamante que engastado en plomo viene. El diamante de Judi, que a enriquecer a Moab basta, es este que en plomo engasta la pobreza con que esti. Halléle y por lo que gano en su fineza y valor quiero engastarle en mi amor para honrar con 61 mi mano (pig. 1005). Su actitud egocéntrica se puede ver reflejada en las palabras que uti- liza para referirse a Masal6n, a quien compara con una piedra que ella habri de usar para honrar su mano. Y es aqui que se nos deja entrever por vez primera 1a verdadera significaci6n que la profecia tiene para la joven moabita. Su cumplimiento no es importante para ella por las profundas cosecuencias que en el plano teol6gico y en la vida del pue- blo israelita pueda tener, sino por la honra y gloria que le pueda brindar. La poca importancia que tiene para la Princesa e1 aspecto religioso de la cuesti6n se nota claramente en el diilogo que tiene con su padre, en el cual, tras relatarle los detalles de la profecia tal como ella los conoce, trata de convencerlo de que le dé libertad 59 de elegir a quien seri su esposo: REY De Moab, mi Rut soy Rey, t6 sola mi sucesora. Israel a un Dios adora que contradice mi 1ey; pues ac6mo, aunque yo permita lo que me pide tu amor, consentiri por sefior Moab a un israelita? LEsto, c6mo puede ser? RUT LCuindo ha116 dificultad rebelde a la voluntad que no venciese e1 poder? Si aqui un israelita hubiese con todas las condiciones que yo pido y tfi propones, y de suerte me quisiese que su 1ey por mi dejase, amereciera sucederte? REY No se verificaria entonces 1a profecia que te inquieta de esta suerte. RUT zPues por qué? Su condici6n, si 10 adviertes, no me pide que mi 1ey dije y olvide en dafio de mi naci6n (pig. 1008). A la voz del sentido comfin, que viene en boca de su padre, Rut res- ponde haciendo evidente su gran frivolidad. La falaz de sus argumen- tos demuestra que la Princesa no se da cuenta de la magnitud que tiene e1 hecho de pertenecer a1 linaje del que naceri e1 Mesias del pueblo israelita. Mis afin, sus palabras en esta escena contradicen las del primer acto cuando en suefios manifest6 a Masal6n los términos del ori- culo. En su discurso dijo aborrecer su idolatria e inclinarse por el Dios de Israel.17 Ahora, para convencer a su padre de que le permita su matrimonio con Masal6n, no 3610 reniega ella de ese Dios, sino que hace que el noble israelita 1a imite. Se hace asi claro que su fervor religioso se halla definitivamente subordinado a sus pasiones mundanas. 60 La actitud de Masal6n en estas escenas es muy similar a la de la princesa moabita. Sin embargo, su calidad de hebreo y las circunstan- cias que rodearon a su llegada a tierra de Moab hacen que su conducta deba ser juzgada con mis rigor que la de Rut. Después de haber expe— rimentado 1a ira de Dios a1 perder a su padre y quedar en la indigen— cia, e1 joven parece haber aprendido una lecci6n de lo acontecido y haber quedado desengafiado. En el acto segundo, a1 entrar a1 palacio vestido de pobre, dice: MASALON Mientras servi a la riqueza fui siervo de la ignorancia, mas ya que pobre me veo, como de un confuso abismo, conociéndome a mi mismo, a mi mismo me poseo. Libr6 el cordel a Teseo del intrincado vergel y yo también salgo de 61 para que librarme pueda, que del engafio que enreda es la verdad cordel (pig. 999). Sn humildad, sin embargo, s6lo dura en tanto que lo acompafia e1 infor- tunio. En cuanto las palabras y las acciones de Rut 1e pr0ponen un mejoramiento de su suerte, Masal6n vuelve a mostrarse ambicioso y a demostrar que, a pesar de haber tenido 1a oportunidad de aprender de sus errores pasados y de los de su padre, ha decidido que el amor de la Princesa bien vale para 61 e1 abandono de su 1ey. Consciente de la seriedad de su determinaci6n, abjura de su Dios ante e1 espanto de su madre, y en el diilogo que se produce entre ellos se oyen ecos de aquél que tuviera lugar entre Nohemi y su esposo antes de salir de tierra de Israel: NOHEMI zPues, hijo, tu 1ey, tu Dios? MASALON Mi 1ey, mi Dios y mi vida es sola mi Rut querida. 61 NOHEMI Ya tu perdici6n recelo, que no favorece e1 Cielo amor que a su Dios olvida (pig. 1010). Asi como su padre lo hiciera con los bienes materiales, a1 renegar de su Dios por Rut, Masal6n se convierte en id6latra y adora algo mis fra- gil que una imagen--una mujer. Al aceptar el Rey la uni6n de su hija con Masal6n se cumple, al menos en lo exterior, la primera parte de la profecia que Rut preten- diera hacer realidad. Sin embargo, existen demasiados elementos ines— tables en esta uni6n para que sea duradera. En primer lugar, debe tenerse en cuenta que ambos c6nyuges han cometido faltas de suma gra- vedad en contra del Dios de Israel, el cual, hasta el momento se ha mostrado inflexible en su tratamiento de aquellos que lo ofenden seri- amente. Masal6n ha despreciado 1a oportunidad de redimirse que le fuera conferida a1 ser salvado de una muerte segura por su madre. En lugar de arrepentirse de sus faltas y llevar una vida en consonancia con las leyes de su Dios, abandona sus creencias para satisfacer su pasi6n por Rut y su ambici6n de poder. Su mujer, que en un comienzo dijo sentirse llamada a cumplir con los disignios del Dios israelita, se ha mostrado igualmente inclinada a la satisfacci6n de sus propios deseos aun cuando S610 puede hacerlo en detrimento de su dedicaci6n al Dios que dice adorar. Pero ademis de estas faltas que los protagonis- tas cometen, las cuales atentan contra el orden religioso-moral, exis- ten otras que minan e1 orden politico. Cuando e1 Rey permite a Rut que se case con Masal6n, no actfia en concordancia con sus obligaciones de monarca. Su parlamento al final de la escena sexta del segundo acto asi lo deja ver: REY La brevedad de este caso importa como el secreto; 62 no intente e1 vulgo indiscreto motines viendo que os caso. Tanto te quiero, que paso por cualquier inconveniente: sitio a tus bodas decente es mi casa de placer; en ella tienen de ser sin aparato y sin gente. Es mi sobrino Timbreo en el reino poderoso; alborotari celoso vuestro amor y mi deseo (pig. 1009)- Tres son los elementos que deben destacarse en sus palabras: el amor ciego que profesa por su hija, las consecuencias que el posible matri- monio de ésta con un judio podria traer a1 reino, y la posible reacci6n de Timbreo ante las circunstancias. En los diilogos que tienen lugar entre Rut y el Rey se hace claro que es la hija la que ejerce un total control sobre su padre. Su fingida melancolia 1e permite adoptar acti- tudes excéntricas que son toleradas por el Rey, que la cree victima de debilidad mental. Nada 1e es negado, y por lo tanto, cuando ella hibilmente guia a su padre hacia el campo de la conjetura y le pre- gunta si la dejaria casarse con un israelita que estuviera dispuesto a abjurar de su 1ey, él dice que daria su bendici6n a tal matrimonio si éste fuera el caso. Sin embargo, sus palabras finales ("Mas siendo todo quimera,/zqué es lo que intentas con eso?" [pig. 1008]) sugieren que él cree que el tal hebreo s6lo existe en la imaginaci6n desordenada de su hija. La aparici6n de Masal6n vestido con galas reales es el golpe de gracia que da 1a Princesa a la resistencia que podria oponerle su padre. La majestad de su apariencia esti destinada a presentar e1 matrimonio como un hecho consumado a la vez que impresionar favorable- mente a1 Rey, a quien, por haber dado su palabra a Rut, no le queda otro remedio que aceptar 1a situaci6n que ella le ha propuesto.18 E1, sin embargo, se halla perfectamente consciente de las consecuencias que 63 puede acarrear e1 imponer a su naci6n, enemiga de los israelitas, a uno de ellos como sucesor. A pesar de ello, y por favorecer a su hija, elige pasarlas por alto. Por lo mismo, prefiere no prestar atenci6n a la posible reacci6n de Timbreo. Este, que ha mostrado una total dedi- caci6n para con Rut, y a quien se le ha prometido su mano, queda asi doblemente traicionado por el Rey y por su hija, a la vez que burlado y humillado. A1 aparecer en escena, orgulloso de haber atrapado a1 presunto ladr6n de la cadena de Rut, en lugar de recibir e1 premio prometido a su labor, es despedido friamente por el monarca, que le dice: REY Timbreo, conformidad de gustos se llama amor, y entre nobles es rigor violentar 1a voluntad. Supuesta aquesta verdad y que mi Rut tiene esposo, si puede un desdén celoso vencer un pecho robusto, busca mujer a tu gusto, y sufre lo que es forzoso (pigs. lOlO-ll). Se hace asi claro que tanto e1 Rey como Rut y Masal6n muestran hacer caso omiso de las posibles consecuencias que puedan tener sus acciones, enceguecidos como estin por el deseo de satisfacer sus inte- reses personales. Por ello terminarin siendo victimas de su propia imprudencia. E1 resultado de todo lo acontecido puede entreverse en la amonestaci6n de Nohemi a su hijo y en las palabras de Timbreo, que en la escena final del acto muestra su indignaci6n ante e1 engafio y desprecio de los que ha sido victima: TIMBREO Pero apara qué pido a los extrafios venganza cuando puedo mi injuria castigar y tus engafios? Al Rey tirano heredo, pues soy ramo del tronco real moabita; pierda la vida quien a Rut me quita (pig. 1011). 64 A1 final del segundo acto e1 pfiblico queda a la espera del desen- lace de los sucesos precedentes, cuyo caricter trigico bien se puede prever, sobre todo si se tiene en cuenta e1 episodio de Elimelec a1 comienzo de la obra. En las palabras con las que Timbreo abre e1 ter- cer acto se evidencia lo que ha sucedido: TIMBREO Traje es este merecido de tu ingratitud tirana; que a condici6n tan villana, con el villano vestido satisfacen desengafios de un mal pagado deseo. Vivido has con un hebreo, Princesa, en Moab diez afios; que no pudo mi venganza ser a tu padre traidora, hasta que 11eg6 1a hora que a amor pidi6 mi esperanza. E1 es muerto y yo soy Rey; porque necio el reino fuera que en su silla consintiera a un birbaro de otra 1ey. Maté a tu esposo atrevido, y también a Queli6n . . . (pig. 1012). Lo que previera e1 Rey se ha hecho realidad. Masal6n, quien ha reci- bido una segunda oportunidad de reformarse a1 salir con vida del asalto en que su padre perdiera 1a suya, ha cerrado sus oidos a los buenos consejos de su madre y ha actuado guiado por sus impulsos egoistas. Habiendo desdefiado asi 1a benevolencia de su Dios, debe sufrir e1 cas- tigo mis riguroso a1 morir a manos de Timbreo. Rut, por su parte, que en su egocentrismo ha actuado sin tener en cuenta los sentimientos de los demis ni 1a seriedad de la predicci6n de la cual se creia destina- taria, ha sufrido un doble castigo: no ha tenido hijos en sus diez afios de matrimonio, por lo que no podri inmortalizarse a través de su descendencia como esperaba, y ha perdido su corona, debiendo ademis salir humillada de su tierra. Siendo de origen moabita, e1 ir Rut a tierra de Israel significa una humillaci6n afin mayor dado e1 desprecio 65 que el pueblo judio sentia por los id6latras circunvecinos, y en par- ticular por los de Moab. Con esta falaz resoluci6n a1 problema de la profecia de la que Rut se cree parte, se logra crear una cierta expec- tativa a pesar que el desenlace de la historia sea bien conocido. Rut, asi como Masal6n en el primer acto, tiene una nueva oportunidad de rei- vindicarse. A través de sus acciones deberi demostrar ser digna del privilegio de haber sido elegida para formar parte del linaje del Mesias. Desde e1 principio del filtimo acto se observa un notable cambio en Rut. A1 rechazar e1 generoso ofrecimiento de matrimonio de Timbreo e irse con su suegra, a pesar de la insistencia con que ella 1e acon- seja que se quede en su tierra y que acepte la mano de su primo, mues- tra una nueva actitud en la que se nota un profundo desengafio.19 La raz6n por la que sigue a Nohemi no es ya un deseo de dar cumplimiento a la predicci6n, ni su ambici6n personal, sino un verdadero amor filial. La prueba de ello se encuentra en que Rut la sigue sin hacerse ilusi- ones respecto a1 futuro que le espera. Cuando Nohemi sugiere que qui- zis puedan recibir ayuda de los parientes que durante las épocas de escasez habian sido recipientes de la suya, 1a moabita trata de desen- gafiarla: RUT Esa prueba es excusada no hay para que hacella intentes; que aunque veas alaballa, ni la verdad posada halla, ni 1a pobreza parientes (pig. 1014). Rut comprende que tanto a ella como a Nohemi las espera una vida de pobreza en Israel, y sin embargo acepta este futuro de buen grado con tal de poder seguir a su suegra y asegurar su sustento. Su dedicaci6n queda expresada en unos pocos versos, cuando dice: 66 RUT Tu patria es mi patria ya; tu 1ey preceptos me da; adoraré e1 Dios que adores. Un pueblo ha de recibirnos, una cama ha de abrigarnos y una tierra ha de cubrirnos (pig. 1014). Pero 1a sinceridad de estas palabras quedari en duda hasta que sea sustentada por las acciones de la joven, que en anterior ocasi6n se habia mostrado olvidadiza de sus prop6sitos igualmente manifestados. De ahi la importancia de la escena que tiene lugar a continuaci6n, en la cual los campesinos israelitas, satisfechos por el cambio de for- tuna que significa un afio de buenas cosechas comentan e1 regreso de Nohemi a su tierra. Lisis percibe las dificultades que deberi sufrir 1a viuda ante la insensibilidad que habrin de mostrar los que habian recibido su ayuda, quienes, predice, s6lo recordarin 1a odiosa con- ducta de Elimelec y de sus hijos, y olvidarin los innumerables actos de caridad de la viuda.20 Frente a este previsto egoismo por parte de los que deberian mostrarse mis agradecidos con ella, se alza en con— traste la caridad de Rut, que sin hallarse en deuda con su suegra, la ha seguido en su regreso a Judi. Asi, al menos, se percibe de las palabras de Zefara y de Herbel: HERBEL zPues quién la fuerza a venirse aci a morir de hambre? ZEFARA E1 no consentir, Herbel, casarse por fuerza, y el amor que en Nohemi fundo (pig. 1016). La sinceridad de la actitud de la joven moabita gana en esta manera en credibilidad al ser percibida por los rfisticos como un ejemplo de cari- dad que ellos mismos deberian seguir. Y su manifestaci6n exterior a través de sus acciones pone en evidencia una nueva virtud que se halla en claro contraste con sus vicios de antafio: la humildad. Ante 1a 67 imposibilidad de conseguir ayuda de sus parientes, Rut elige salir a los campos a recoger espigas, y a las protestas de su suegra, que le recuerda que el paso de princesa a espigadera seria demasiado duro para ella, responde dando muestras de una nueva sabiduria: RUT No vale mis que otro aquel que no hace mis que otro, madre (pig. 1017). Su respuesta deja ver que la pasada frivolidad ha cedido lugar a una nueva actitud que le permite juzgar las cosas por lo que son y no por lo que aparentan ser. Comprende finalmente que es la virtud la que confiere nobleza a1 hombre, y no la calidad de su linaje. En las escenas que siguen Rut hace patente 1a sinceridad del cam- bio que se ha operado en ella. Su humildad, que es admirada por todos los que la rodean, se manifiesta en su trabajo, en su conducta frente a Bohoz, y en la obediencia ciega que presta a Nohemi. Demuestra asi, a través de sus acciones, que ha aprendido de sus errores. Finalmente ha despertado, y con este despertar se constituye en una nueva Rut, la de la historia del Viejo Testamento. ES 3610 ahora cuando la joven, a través de lo que podria llamarse una paradoja, veri cumplida 1a pre- dicci6n que ambicionara como princesa. Cuando deja de buscarla y se entrega humildemente a la voluntad de Dios en la protecci6n de su sue— gra, la recibe como premio a su abnegaci6n. Su actuar a partir de la emigraci6n de Moab es el que la hace la mujer que 1e fuera prometida a Bohoz en su revelaci6n. La virtud que caracteriza a la espigadera a los ojos de todos, la humildad, es la que la profecia sefiala como car- dinal en la elegida: BOHOZ En un misterioso suefio quiso e1 Cielo revelarme que no tengo que casarme, ni mi amor llamari duefio sino a una mujer moabita, 68 cuya virtud y humildad honre mi posteridad con descendencia infinita (pig. 1018). E1 proceso a través del cual llega a ser esposa del noble hebreo es ilustrativo de su nueva virtud. Tras el primer encuentro con Bohoz en los campos de éste, Rut regresa a casa de su suegra bajo 1a influencia de la impresi6n que le causa e1 parecido entre 61 y Masal6n. Si bien sus primeras palabras parecen indicar que es la apariencia del noble la que la atrae hacia él, su discurso muestra a continuaci6n que son sus virtudes en realidad las que le han causado mayor admiraci6n: RUT iAy madre, que he visto en 61, de mi amado Masal6n 1a imagen mis viva y fiel que pudo la imitaci6n fiar del mejor pincel! iAy madre, qué voluntad 1e debo, aunque se la page}, icon qué carifio y halago cautiv6 mi libertad! iAy madre, que sus razones estin llenas de elocuencia, de gusto sus bendiciones, de autoridad su presencia, de dichas sus persuaciones! (pig. 1023) Rut ha comprendido que la belleza de una persona debe juzgarse no 3610 por sus apariencias, sino por la pureza de su alma. Y sin embargo, afin dentro de su virtud, la joven muestra todavia una debilidad que contribuye a caracterizarla como un personaje profundamente humano a1 confesarse enamorada del aspecto de Bohoz. A pesar de ello, contrari— amente a lo que hiciera con Masal6n, en esta oportunidad no toma 1a iniciativa para tratar de asegurar su matrimonio. Afin cuando su sue- gra 1e indica que hay otro pariente mis cercano que Bohoz con el cual, siguiendo 1a 1ey de Israel, ella deberia desposarse, Rut no se rebela, sino que pone su esperanza en Dios: RUT Temblando voy, Dios piadoso de Israel a quien confiesa 69 mi fe, libre de engafio que id6latra almas ciega. Sed vos conmigo, animindome, y en vuestras llamas eternas abrasad mi casto amor, pues que limpian y no queman. A sus amorosos pies reclinando la cabeza cumplo, Nohemi, noble y sabia, las leyes de tu obediencia (pig. 1025). Como puede verse, Rut se ha convertido de una mujer egoista y orgu— llosa en un perfecto ejemplo de caridad, humildad y obediencia. Ha dejado de vivir para si y se ha entregado a Dios a través del amor desinteresado por su suegra. E1 contraste entre su actitud egoista a1 consumar su matrimonio con Masal6n y la que la lleva a desposar a Bohoz no puede ser mayor. Dada la importancia que tiene 1a profecia que se cumple al final de la pieza con el matrimonio de Rut y Bohoz y el nacimiento de su hijo Obed, conviene prestar atenci6n a la figura del noble israelita para ver de qué manera 61 se hace merecedor de pasar a formar parte del linaje del Mesias. Su conducta es en todo momento irreprochable. Desde un comienzo se lo presenta como la contraparte de Elimelec y de Masal6n. Asi como la sequia parece en el comienzo de la obra ser e1 producto de los pecados del avaro, la bonanza presente que goza Israel se debe, segfin el pueblo, a la piedad de Bohoz: GOMOR iOh Asael! Oraciones de Bohoz mos han dado e1 afio lleno. HERBEL Es santo Bohoz. LISIS Es bueno (pig. 1015). Su vida, asi como la de Rut en la primera parte de la obra, esti regida por un oriculo. Sin embargo, su caso es completamente distinto. Bohoz ha sido elegido directamente por Dios como receptor de la profecia. En 7O Rut, son conjeturas y suefios de grandeza, unidos a1 entusiasmo y amor de una esclava israelita, los que hacen que se crea destinataria de la misma. Guiado por su suefio profitico, Bohoz vive alerta a la espera de que se cumpla la voluntad divina. Su total subordinaci6n a ésta se hace evidente en la manera en que reacciona a1 ver a Rut por vez pri- mera, cuando desconocia afin su origen. La turbaci6n que le causan la belleza y la modestia de la moabita es combatida por su raz6n, que le recuerda que 61 no tiene libertad de escoger a la que seri su mujer. S6lo después de haber oido por boca de Herbel de las virtudes y de la naci6n de la joven princesa deja que sus sentimientos se expresen libremente: BOHOZ iVilgame e1 Dios deseado! iQue en una id6latra ansi halla la viuda Nohemi lo que en sus deudos no ha hallado! iQue una princesa excelente con ejercicio tan bajo, a costa de su trabajo ansi a su suegra sustente! Si honesta, humilde y hermosa conquistado mi pecho ha poderoso amor, aqui hari socorrida y virtuosa? Y si con una moabita quiere e1 Cielo que me case, aqué milagro es que me abrase? (pig. 1019) E1 tono de sus palabras, aunque apasionado, contrasta notablemente con el que usara su primo Masal6n en los primeros dos actos. Mientras que éste es la belleza de Rut 1a finica causa de su enamoramiento, en el caso de Bohoz, aun cuando admira 1a belleza de la moabita, lo que ensalza mis en ella es su piedad. Pero hay un aspecto mis de la conducta de Bohoz que merece ser considerado detenidamente: su obediencia a las leyes de su pueblo y de su Dios. Cuando Rut 1e pide que la tome por esposa por set 61 e1 71 pariente mis cercano de Masal6n, Bohoz, a pesar de estar profundamente enamorado de ella, 1e recuerda que en realidad no le corresponde a 61 hacerlo, sino a otro miembro de la familia. Cumpliendo con las leyes que su naci6n y su religi6n 1e imponen Bohoz va a verlo y afin a pedirle que la tome por esposa. Este suceso es crucial porque constituye la filtima prueba por la que debe pasar e1 noble hebreo para demostrar que es digno de ser antecesor del Mesias. A pesar de que el oriculo del suefio parece acreditarlo inequivocamente como el legitimo esposo de la moabita, no esti dispuesto a quebrantar las leyes de su naci6n. Con- trariamente a lo que hiciera Rut en una ocasi6n similar, y comprendi- endo la seriedad de la profecia que se cree llamado a hacer realidad, actfia en concordancia con el mandato de su Dios, confiado en que la bondad y sabiduria de Este sabrin dar a sus problemas la soluci6n mis conveniente. Las acciones de Rut y Bohoz en este acto se muestran en claro contraste con las que precedieron a1 primer matrimonio de la joven princesa.21 Mientras que las unas se basaron en el engafio, la sober- bia, e1 egoismo y el divorcio de las leyes de Israel, las otras estin cimentadas en la humildad, 1a caridad, la sabiduria y el respeto de todas las leyes. Tanto Bohoz como Rut en el tercer acto son persona- jes virtuosos que comprenden que si Dios los ha elegido para cumplir una misi6n, El sabri asimismo dirigirlos sabiamente para que la puedan llevar a cabo. Y su actitud alerta, a la vez que pasiva, da sus fru- tos. No 3610 se ve en las escenas finales cumplido e1 oriculo del suefio de Bohoz, con lo que ambos se ven premiados en lo espiritual, sino que a la vez Rut y su nuevo esposo se ven también recompensados en este mundo. De ahi 1a importancia que tiene el que Tirso haga a 72 Bohoz idéntico en apariencias a Masal6n y que nos presente a Rut joven todavia en el tercer acto de la obra.22 La moabita recibe asi, en cierta manera, a1 mismo hombre del cual se habia enamorado en el comi- enzo, con la finica diferencia de que Bohoz no 5610 es superior a Masa- l6n en linaje, sino también en virtud. Bohoz, por su parte, recibe también premio a su dedicaci6n a causa de su Dios al recibir por esposa a una mujer joven y bella de la cual se habia enamorado. Tirso ilustra asi un aspecto de singular importancia dentro del contexto didictico de La mgjor eapigadera: la virtud no 3610 halla recompensa en los Cielos, sino también en esta vida. Cuando se observa la obra como totalidad se puede notar que Tirso ha creado una obra dramitica que posee una peculiar estructura para- lelistica. Tras establecer en su audiencia, a través del episodio de la avaricia de Elimelec, 1a certeza de que quienes pequen contra las leyes del Dios de Israel deberin sufrir las consecuencias de sus acci- ones, introduce el motivo de la profecia segfin 1a cual Rut pasaria a formar parte del linaje del Mesias. Al problema que presenta e1 c6mo asegurar el cumplimiento de este oriculo siguen dos soluciones que se contrastan en los dos filtimos actos. La primera de ellas muestra a Rut y a Masal6n motivados fundamentalmente por su egoismo. E1 deseo de enaltecerse y de satisfacer sus inclinaciones a cualquier precio los lleva a engafiar a1 Rey, a1 noble Timbreo, y a despreciar la 1ey de Jeovi. De ahi que no sorprenda que su matrimonio termine con la muerte de Masal6n, que por su apostasia merece el castigo mis severo, y con la esterilidad de Rut que, después de haber sido su esposa durante diez afios, no ha tenido descendencia. La segunda soluci6n que Tirso presenta en el tercer acto muestra a la protagonista, Rut, desengafiada. 73 Las tribulaciones ocasionadas por la muerte de su marido y por el des- moronamiento de sus suefios 1e han aleccionado que los hombres valen segfin e1 mérito de sus acciones y que la virtud es la finica seguridad en un mundo en que el engafio puede traer funestas consecuencias. Por ello dedica su vida a la protecci6n y al sustento de Nohemi y olvida los suefios de grandeza que la lleveran a creerse 1a destinada a hacer cierta 1a profecia. La sinceridad de su humildad y de su caridad la hace merecedora de ser 1a esposa de Bohoz, quien muestra tanta virtud como la moabita. S610 entonces, cuando ambos esposos muestran pureza de sentimientos y de intenci6n, e1 oriculo se hace realidad, y de su uni6n nace e1 hijo cuya descendencia dari origen a la casa de David. La estructura de la obra cumple de esta manera un papel de gran importancia en el contexto dramitico y didictico de la misma, y pone en evidencia e1 genio creador de Tirso. Contribuye en lo dramitico a la creaci6n de suspenso cuando, después de caracterizar a la protago- nista como una pecadora insensible a todo lo que no sea su propio interés, la presenta con la posibilidad de corregir sus errores y hacerse merecedora de ser la piedra angular del linaje del Mesias. De este modo, aunque e1 resultado final pudiera ser bien conocido, se intenta despertar en el pfiblico e1 interés de saber por qué camino llegari la joven elegida a1 estado de Gracia. En lo didictico, e1 paralelismo contrastante de los dos filtimos actos ilustra e1 mensaje cristiano de la obra: los fines no justifican los medios, e1 vicio trae consigo la semilla de su prOpia destrucci6n, las virtudes tienen su recompensa en el Cielo y en este mundo. Sin alterar los hechos principales de la historia de Rut, y mediante 1a incorporaci6n de epi- sodios cuya encadenaci6n ilustra la verdad original que pretende 74 transmitir, Tirso transforma asi este relato biblico de gran sencillez en una obra dramitica de gran profundidad, fuerza y complejidad. NOTAS 1 Véanse los estudios de Fray A. L6pez, "La Sagrada Biblia en las obras de Tirso," Estudios, 5 (1949), 387-90; Edward Glaser, "La mejor espigadera de Tirso de Molina," Les lettres romanes, 14 (1960), 199-218; y Robert L. Fiore, "La mejor espigadera," en Drama and Ethos. Natural Law Ethics in Spanish Golden Age Theater (Lexington: The University of Kentucky Press, 1975), pigs. 23—27. 2 J. C. J. Metford, "Tirso de Molina's Old Testament Plays," Bul- letin of Hispanic Studies, 27 (1950), 149-63. Dice Metford: "Ruth's fidelity to her mother—in—law is not the main theme of Tirso's treat- ment, as it is in other versions of the story; the chief emphasis is placed on her conversion and her determination never to desert her new belief" (pig. 151). 3 Shervill, pigs. 158-81. 4 Dice Shervill: As the title implies, La mejor espigadera is a come- dia_which revolves around the central figure of Ruth, whose name has come down the centuries as being syn- onymous with devotion and piety. Successful por- trayal in drama of such a perfect character is indeed a difficult task, since dramatic interest in a fault- less character is hard to arouse. Tirso, conscious of his vulgo audience, portrays a Ruth who is sketched along biblical lines, but with shading added--with human touches that reveal her as a woman with both virtues and worldly weaknesses. In so doing he creates a character that has universal appeal (pig. 173). 1 En tiempo que Israél era gobernado por Jueces, sucedi6 bajo el gobierno de uno de ellos que hubo una grande hambre en aquella tierra. Por lo que un hombre, natural de Bethlehem de Judi, se fue i morar en el pais extrangero de la tierra de Moab con su muger y dos hijos. 75 76 2 Llamibase Elimelech, y su muger Noemi; y los dos hijos uno Mahalon y el otro Chélion, ephrateos 6 de Bethlehem de Judi. Y habiendo entrado en el pais de Moab, habitaban alli. 3 Sucedi6 pues que muri6 Elimelech, marido de Noemi, quedando esta sola con sus dos hijos: 4 quienes se casaron con mugeres moabitas, de las cuales llamibase una Orpha y la otra Ruth. Vivieron alli diez afios; 5 y al cabo murieron ambos i dos, i saber, Mahalon y Chélion: con lo que Noemi qued6 privada de sus dos hijos y del marido (La Sagrada Biblia, trad. y ed. Felix Torres Amat [Madrid: Miguel de Burgos, 1832], I, 659-60). 6 Shervill, pig. 173. 7 Para un estudio a fondo de las fuentes de las interpolaciones de Tirso a1 libro de Rut, véase e1 articulo del profesor Glaser antes mencionado. 8 Tirso de Molina, La mgjor espigadera en Obras dramiticas comple- Eag, ed. Blanca de los Rios (Madrid: Aguilar, 1969), I, 992. Las citas siguientes de esta obra serin del mismo texto y se indicari a1 pie de ellas la pigina entre paréntesis. 9 Véase Ruth Rabbah I, 4, en Midrash Rabbah, ed. Maurice Sirseon (Londres: The Sorcino Press, 1961), VIII, 19-21. Esta tradici6n hebraica, como sefiala e1 profesor Glaser, fue recogida por Nicolis de Lira y otros exegetas cat61icos y a través de ellos pudo haber llegado a Tirso. 10 El que se considere a Elimelec como persona de cierta realeza proviene nuevamente de la versi6n haggidica del texto, que interpreta el nombre Elimelec como "De mi seri e1 reino" (Ruth Rabbah, II, 5). 11 Para un estudio de la influencia de la Ley Natural en el desa- rrollo ideol6gico de la pieza refiero a1 lector a1 capitulo sobre La mejor espigadera en la obra del profesor Fiore. 12 Ejemplo de e110 puede verse cuando un padre insiste en querer devorar a su propio hijo, y, en grado menor, cuando Gomor se niega a compartir su pan con Lisis, a quien dice amar (pigs. 981-85). 13 Nohemi, a1 quejarse a Dios dice: "Mirad que estéril y seca/ aflige vuestra naci6n/que cierra e1 Cielo quien peca" (pig. 983). 77 Luego, a1 hablar con Herbel, vuelve a repetir e1 concepto: "Pecados y desvarios/tienen los cielos con llave" (pig. 983). 14 E1 profesor Heathcote sefiala este aspecto en su estudio "El e1e- mento c6mico en las comedias biblicas de Tirso de Molina," Homenajg a William L. Fichter (Madrid: Castalia, 1971), pigs. 269-80. Dice a1 respecto: ". . la muerte de Elimelec y la pérdida de todos los bienes familiares se relacionan directamente con su tratamiento de los pobres" (pig. 271). 15 Glaser, que ve en Rut un claro ejemplo de pietas, dice: Rut n'obéit pas i ses désirs personnels, mais i 1'inspiration divine: La 1ey aborrezco incierta . Cette scene met donc en évidence 1a pietas de Rut, et non son tempérament amoureux. Mime avant sa conversion, Rut obéit de son mieux, dans la mesure de ses capacités et de son intelligence, aux désirs du Dieu d'Israil. Dés ce moment, toutes ses paroles et tous ses actes tendent i accomplir aussi rapide- ment que possible ses commandements ("La mejor espi- gadera," pig. 206). Fray A. L6pez sugiere una interpretaci6n muy semejante: Rut parece desde el principio nimbada de un algo misterioso-~debido a la predestinaci6n divina res- pecto a su matrimonio--que se refleja en una melan- colia continua (I, viii). A despecho de todas las dificultades (acto segundo) es fiel a la voluntad divina, y se desposa con un hebreo (Masal6n)--2°, vii, (Rut, 4, 1)--a quien amaba debido a su digni- dad moral (10, x) [pig. 388]. 16 Glaser, "La mejor espigadera," pigs. 207-08. 17 Véase La mejor espigadera, pig. 992. 18 E1 monarca parece mostrar la misma debilidad que Rut por el aspecto externo de las cosas, tal como puede deducirse de su parla- mento a1 ver a Masal6n: REY No tiene Moab persona tal que se atreva a igualalle: e1 talle me inclina a amalle y que premie su valor 78 que no hay cartas de favor como buena cara y talle (pig. 1009). 19 Timbreo, en realidad, a pesar de haber dado muerte a Masal6n y a Queli6n, no es un personaje sanguinario o maligno. Durante 1a obra se muestra fiel a su amor por Rut, a quien trata con deferencia aun cuando podria imponerle su voluntad con impunidad. Mis afin, es también fiel a1 Rey y espera que éste muera antes de rebelarse contra 1a autoridad de Masal6n. Se muestra virtuoso, y si un defecto tiene, éste puede encontrarse en sus celos. De alli que, como sefiala Shervill (pig. 137), el lector pueda comprender su situaci6n y compadercerse de El. 20 Dice Lisis: Si e1 beneficio se borra a1 tiempo que se recibe, y el agravio en piedra esti eternamente esculpido, e1 odio que su marido tuvo a todos durari, sin que haya memoria alguna de lo que a Nohemi debemos (pig. 1016) 21 E1 contraste entre ambos matrimonios que, como se ha visto, se ve reflejado en mfiltiples niveles en las acciones de Masal6n, Rut y Bohoz, es acentuado aun en los mis minimos detalles. Si se tiene pre- sente e1 cambio de vestiduras que Rut propone a Masal6n al comienzo del segundo acto, llama la atenci6n e1 hecho de que Bohoz pida a Rut que se despose con él usando las humildes ropas de espigadera. Su petici6n ilustra su actitud sincera y el hecho de que 61 no esti tan enamorado de la apariencia de la moabita, que se veria realzada por vestidos galanes, como de la virtud que simbolizan las ropas humildes. 22 Estoy en desacuerdo con la Opini6n del profesor Metford, que sugiere que la semejanza de Masal6n y Bohoz se debe a un intento por parte de Tirso de hacer mis aceptable a1 gusto popular e1 segundo matrimonio de Rut: When Ruth first caught sight of Boaz in the play she thought he was the reincarnation of her first husband and Tirso made this more credible by having the same actor double the parts. He may have used this device to lessen the popular antipathy to a second marriage, but it is more than likely that he was acting in obedience of a romantic imagination (pig. 156). CAPITULO III LA MUJER QUE MANDA EN CASA Entre los escasos criticos que han estudiado con algfin detalle La mujer que manda en casa se encuentran opiniones muy diversas en lo refe- rente a la fidelidad de esta obra de Tirso a1 relato biblico. Por una parte, Blanca de los Rios, Fray Alonso L6pez, J. C. J. Metford, Serge Maurel y Anita K. Stoll sostienen que La mujer qpe manda en casa refleja fielmente, dentro de lo posible, el relato original que se encuentra en los Libros Tercero y Cuarto de los Reyes.1 Por otra, e1 profesor Edward Glaser sostiene que en la e1aboraci6n de la estructura de La mpjer que manda en casa y en la concepci6n de sus personajes Tirso depende menos del Viejo Testamento de lo que los estudiosos hasta ahora han presumido. Lo que explica la discrepancia entre estos criticos es que ambas opini- ones evidencian dos aproximaciones esencialmente distintas a1 estudio de la obra de Tirso. Los primeros llevan a cabo una comparaci6n de textos a través de la cual tratan de establecer una relaci6n de corres- pondencia entre los eventos del relato del Viejo Testamento y los de la obra dramitica. Tal comparaci6n los lleva a concluir que la acci6n de La mujer que manda en casa, en esencia, sigue de cerca e1 texto biblico en la dramatizaci6n de sus escenas centrales, las cuales presenta, con una sola excepci6n, en el mismo orden cronol6gico en que se hallaban en el original.3 E1 lenguaje de Tirso, que en ocasiones es muy similar 31 de algunos de los pasajes biblicos, parece confirmar esta opini6n. 79 80 Pero a pesar de la gran comunidad de elementos en ambas versiones, biblica y dramitica, éstas se muestran a la vez, en mi opini6n, muy dispares al ojo critico. La concentraci6n de la acci6n en el drama, 1a eliminaci6n de algunos elementos de la versi6n original, 1a simple transposici6n de dos eventos hacen que La mujer que manda en casa adquiera un cariz singular que difiere del de la narraci6n de los Libros de los Reyes. Tal como lo percibi6 e1 profesor Glaser, 1a estructura de la obra dramitica y la caracterizaci6n de los personajes hacen evidente que Tirso, a1 elaborar la historia biblica ha adoptado un punto de vista fundamentalmente distinto de aquél de la narraci6n original. En la versi6n biblica los personajes centrales son Elias y Acab, a1 recuento de cuyas acciones se dedica e1 grueso del relato. De ambos, el de mis importancia es, sin duda, Elias, quien como repre- sentante del verdadero Dios de Israel se establece como defensor y pro— pugnador de la fe y enemigo acérrimo de la idolatria. Acab, por su parte, aparece como un rey guerrero que si bien tiene poca dificultad en vencer a sus enemigos, no alcanza el mismo ixito en su lucha con- sigo mismo y con sus debilidades. Es uno de tantos monarcas que apa- recen en los Libros de los Reyes que, a pesar de continuas muestras de favor divino, caen repetidamente en la idolatria y el pecado. En cuanto a la influencia que sobre i1 ejerci6 Jezabel son pocas las referencias, aunque sefialan sin dejar lugar a dudas que ella es la instigadora de la caida de su marido.4 La personalidad de esta mujer, al menos de lo que puede deducirse del relato biblico, no esti del todo clara. Tradicionalmente, como bien sefiala H. Lesetre, "le nom de Jéza— bel est resté synonyme de débauche, d'impiété et d'idolatrie."5 Sin embargo, e1 relato biblico en si no deja, a mi parecer, tal impresi6n. 81 A1 reSpecto, comparto la opini6n de J. A. Selbie: "The impression of Jezabel is that of an able, resolute woman, who, once she had formed a purpose, carried it into conclusion, without much scruple as to the methods she employed."6 De sus acciones se sabe poco. Es enemiga de Elias, a quien amenaza de muerte, y actfia despiadadamente para despo- jar a Nabot de su vifia. Este, por su parte, hace un papel totalmente secundario. Tales son los personajes de la historia biblica. La lectura de La mujerggue manda en casa pone en evidencia e1 hecho de que Tirso ha cambiado el foco de la narraci6n dando e1 papel de protagonista a Jezabel. Acab y el profeta de Israel pasan a ser figuras secundarias en el drama.7 Tal cambio radical en el enfoque de la historia se lleva a cabo no a través de una intrincada manipulaci6n de la narrativa original, sino mediante una cuidadosa selecci6n de los sucesos dramatizados y la adici6n de algunos elementos circunstanci- ales que contribuyen a la caracterizaci6n y al desarrollo de la acci6n principal.8 E1 pr0p6sito de este capitulo seri el de estudiar los medios que emplea Tirso para presentar la misma historia bajo una luz distinta, luz que le permite explorar 1a complejidad sicol6gica de sus personajes a la vez que pr0poner un contenido didictico que va mis alli del obvio "E1 que las hace las paga." En el primer acto de La mujer que manda en casa es donde Tirso de Molina ha introducido los elementos necesarios para alterar la per- spectiva del relato biblico, dando asi lugar a su original creaci6n dramitica. En la narraci6n del Libro Tercero de los Reyes los eventos que forman parte del primer acto de la obra de Tirso son descritos en 3610 siete versiculos (III Reyes 16:29-34; 17:1-2). La relaci6n que hace Flavio Josefo de estos mismos sucesos en sus Antigfiedades_judaicas 82 es igualmente breve y parca en detalles.9 De la lectura de ambos tex- tos s6lo puede deducirse que Acab y Jezabel fueron id6latras; que ella ejerci6 sobre su marido cierta influencia, hecho que confirma la lec- tura de III Reyes 21:25;10 que Elias se enfrent6 a su Rey y la anunci6 una sequia cuya duraci6n él, como profeta, determinaria. Como Tirso, sobre la base de estos hechos, pretende establecer desde un comienzo a Jezabel como el personaje central de la obra y relegar a Acab a un segundo plano, debe recurrir a una primera escena cuya intensidad dra- mitica es superior a lo que puede parecer a primera vista. La pompa que rodea a la entrada de Jezabel y Acab tiene como pro- p6sito hacer mis dramitico e1 enfrentamiento de ambos personajes que tiene lugar a continuaci6n. La simple distribuci6n fisica de las per— sonas en el tablado llama la atenci6n sobre el hecho de que lo que acontece en escena no es un mero encuentro entre los esposos. De un lado entra Jezabel, rodeada de su propio séquito de mujeres, cazadores y perros; del otro entra Acab rodeado por sus soldados. La misica que acompafia e1 avance de uno y otro grupo se confunde y se contrasta cre- ando una impresi6n de falta de armonia entre los dos monarcas que, a1 encontrarse en el centro de la escena rodeados por sus seguidores, mis parecen dos antagonistas que miden fuerzas que esposos que se deleitan en su reuni6n. La supremacia del rey Acab, que regresa de la guerra, sobre la reina Jezabel, que viene de una caceria (vale decir, una imi- taci6n de la guerra) se ve pronto que es s6lo aparente cuando en su encuentro se invierte lo que seria e1 orden natural: en lugar de ser Jezabel la que dé 1a bienvenida a su esposo y sefior que viene triun- fante, es el Rey que se dirige a la Reina en un discurso lleno de ala- banza: 83 ACAB Por mis que inmortalice eterna en sus murallas Babilonia, a Semiramis su reina; y su fama felice, diosa de las batallas lauros cifia, cuando Ofieres peina; pues sin cuidar prendellos, causando a1 Asia espantos y ocasionando simulacros tantos opuesta a1 sol enarbol6 cabellos, su fama en vos admiro, luz de Sid6n, Semiramis de Tiro (pig. 586). Como sefiala e1 profesor Glaser, 1a a1usi6n que Acab hace a Semiramis dista mucho de ser s6lo una galanteria del Rey, y tiene como prop6sito contribuir a la caracterizaci6n de la Reina: At first glance the allusion to Semiramis appears only as an urbane compliment of the enamored king. The masculine bearing of Jezebel, her engaging in a sport that resembles warfare so closely, render most appropriate the mention of the Assyrian prin— cess who invaded India with her host. However, the antonomastic Semiramis de Tiro undoubtedly carries yet another meaning. In the letters of the Golden Age Semiramis appears both as the embodiment of military prowess and as the exemplar of profligacy. Cam6es whom Tirso greatly admired --to give but one example--styled her " . . . tam bela como incontinente." The classical reference then does not enhance the stateliness of Ahab's discourse; it insinuates the moral aberration that Jezebel personifies.ll Sin embargo, me parece que el profesor Glaser, como la mayoria de los otros criticos que han estudiado La mujer qpe manda en casa, da dema- siada importancia a1 caricter lujurioso de Jezabel. Lo que él consi- dera e1 rasgo mis importante de la personalidad de la Reina y el m6vil de sus acciones, 1a lujuria, no es, en mi opini6n, sino una manifesta— ci6n de su egocentrismo y su voluntad de poder.12 Por ello creo que esta primera referencia que Tirso, a través de Acab, hace de Semiramis debe entenderse en un sentido distinto del que le da Glaser. La carac- terizaci6n que el discurso de Acab hace de la legendaria Reina de Babi- lonia no sugiere una personalidad inclinada a la lujuria, sino a la 84 ira ficil y violenta. Ello puede deducirse de la a1usi6n a los cabe- llos de Semiramis que hace e1 Rey, la que proviene de uno de los ejem- plos del libro noveno del Factorum et Dictorum Memorabilium de Valerio Miximo. Este libro, que esti dedicado a ejemplos de vicios y de cri- menes, hace referencia a Semiramis en el capitulo tercero, que trata de la ira y el odio, y no en el primero, intitulado De Luxuria et Libi- . 13 J J o ’ dine. Mas aun, una Similar caracterizacion de Semiramis como una mujer de pasiones ficiles y violentas, aunque siempre encaminadas a la consecuci6n de los fines que persigue, puede encontrarse en la pieza dramitica de Crist6ba1 de Virués La gran Semiramis, y en su fuente original, 1a Biblioteca Historica de Diodorus Siculus.14 En ambas obras sus autores ponen énfasis no en la lujuria de la Reina sino en la atracci6n que el poder ejerce sobre ella.15 En particular, una lec- tura de La gran Semiramis descubre una notable semejanza en la carac— terizaci6n de Semiramis y Jezabel, especialmente si se observa 1a inte— ligencia que ambas muestran en el uso de sus atributos fisicos y su influencia sobre sus esposos para obtener de ellos 1a suma del poder real.16 Teniendo en cuenta las obras de Valerio Miximo y de Crist6ba1 de Virués, puede verse que la imagen que se pretende dar de Jezabel en La mujer que manda en casa es la de una mujer que tiene una desmedida voluntad de dominio y que sabe utilizar para su mayor ventaja sus atri- butos, sus potencias, y las debilidades de aquellos que la rodean. Por ello, para mejor comprender e1 desarrollo de la obra, en lugar de pres- tar atenci6n a la lujuria de Jezabel, debe estarse atento a su inteli- gencia o "industria" y al uso que de ella hace para manipular a todos aquellos que se hallan a su alrededor con el fin de obtener mayor poder. 85 La inteligencia de Jezabel pronto se ve en acci6n a1 responder ella a1 discurso inicial de su marido. Sus primeras palabras indican su disgusto para con un rey que sabe dominar a otros pueblos, pero que no puede con el suyo. Jezabel trata de humillar a Acab, quien, como se puede ver en su parlamento inicial, vuelve orgulloso de su victoria sobre los moabitas. Logrado este primer prop6sito, dice 1a Reina a continuaci6n: JEZABEL Mano que el cetro interesa (por tu causa) de Israel, y menospreciada en él tu reino todo no besa, no es digna que en tal empresa lisonjas tuyas permita; sirvate el pueblo moabita, y rebelde tu naci6n, desprecie mi religi6n, si es bien que tal se permita (pig. 587). Con estas palabras se establece como la verdadera regente del pueblo israelita, tarea que, insinfia, lleva a cabo s6lo porque asi se lo pide Acab, y no porque ella lo desee. E1 desprecio que, segfin Jezabel, sufre por parte del pueblo judio es, por lo tanto, un injusto pago a una labor que ella dice no haber elegido, sino haberle sido impuesta por su marido. La Reina aparece, de este modo, victima de Acab y de sus sfibditos, y 3610 después de haberse retratado como tal, llega a la raz6n de sus quejas, el que el pueblo israelita no adore a Baal. Sigue a continuaci6n: JEZABEL Hija soy del Rey Sidonio; por tu esposa me eligi6; presumi contigo yo dar de mi amor testimonio, coyundas del matrimonio enlazan, tal vez ardientes, dos corazones; no intentes mostrar de tu amor los extremos, porque mal nos uniremos los dos en 1ey diferentes (pig. 587). 86 La manera en que este segundo argumento refuerza e1 antes citado per- mite apreciar 1a sagacidad de la Reina. Acentfia su caricter de "vic- tima" insinuando que s6lo ella es la amante, y que los extremos amoro— sos de su marido son solamente manifestaciones exteriores que carecen de sinceridad. En las palabras de Jezabel, Acab aparece doblemente tirano con ella, ya que la carga con la ingrata tarea de regir a1 pue— blo israelita que la desprecia a la vez que él mismo, como israelita, desprecia a1 dios Baal y con e110 a su mujer quien, fiel a su religi6n, sufre junto a un esposo falso y descreido. Asi termina lo que podria llamarse el argumento emocional de Jeza- bel, el cual esti destinado a despertar un sentimiento de culpa en Acab que lo ponga a la defensiva y oscurezca su raz6n a las falacias del discurso que sigue, el que denomino su "argumento racional." En esta segunda parte, que comienza con los versos "Baal es mi dios; Baal/ satisface a mis deseos" (pig. 587), Jezabel compara a su dios con el de los israelitas. La comparaci6n, que no es explicita, se cimenta en las palabras de la Reina arriba citadas. Baal satisface los deseos de Jezabel, su creyente. A la vez, e1 Dios de Israel es soberbio y no admite igual; es cruel con sus enemigos ("Ese verdugo de Egito/que cruel tantos ha muerto" [pig. 587]); y es cruel con su propio pueblo, al cual castiga duramente "por veniales pecados" (pig. 587). Es claro que en la e1aboraci6n de esta comparaci6n Jezabel pone infasis en el caricter vengativo de Jeovi a la vez que minimiza la magnitud de los pecados de los israelitas a través de los siglos. Elige cuidadosamente aquellos momentos de la historia hebrea en que por alguna raz6n su Dios se ha mostrado airado y tergiversa los hechos para dar 1a impresi6n de un dios injusto, egoista y caprichoso. Lo que en las Escrituras aparece 87 como uno de los pocos actos imprudentes de Salom6n, su apostasia, Jeza- bel enaltece como una manifestaci6n de suprema sabiduria y elabora sobre él un argumento "ad hominem." A éste sigue con otra falacia, esta vez "ad populum": si todas las naciones de la tierra, con excepci6n Israel, son id6latras, por ser ellas mis numerosas deben tener raz6n, sobre todo si se tiene en cuenta que estas naciones han tenido hombres muy sabios, como los fil6sofos griegos (argumento "ad hominem" nuevamente). Y culmina su ataque verbal sabiamente con otro estallido emocional que no permite a Acab tiempo para "digerir" intelectualmente todos los argumentos precedentes: JEZABEL Ten por cosa manifiesta que entre tanto que a Baal, con aplauso general, no reverencie Israel, no has de hallar en Jezabel agrado a tu amor igual. (llora) (pig. 587). A1 terminar asi su parlamento, Jezabel fuerza a Acab a actuar apresura— damente, sin darle tiempo para que su raz6n evalfie la situaci6n. La determinaci6n del Rey de dedicarse por entero a la causa de Jezabel y de Baal tiene una base puramente emocional, como puede deducirse de su respuesta a su esposa: ACAB Antes que el sol de tu cara, (hechizo del alma mia) eclipse la luz del dia que mis tinieblas repara, llore el mundo en noche avara oscuridades eternas (pig. 588). La manera en que Acab responde a los requerimientos de su mujer mues— tra que a pesar de haber evidenciado gran destreza en las artes marci- ales, frente a ella se transforma en un hombre débil de caricter y ficilmente influenciable. Jezabel, por el contrario, se muestra como una mujer astuta que sabe aprovecharse de las debilidades de su marido para obtener lo que ella quiere, e1 poder absoluto sobre los sibditos 88 israelitas. La verdadera cara de Jezabel s6lo se deja ver una vez que Acab ha abandonado 1a escena. En lo que podria considerarse como un discurso contradictorio por parte de la Reina, ésta, investida ahora de todo el poder real por su marido, toma una serie de determinaciones que, desti- nadas a exterminar a quienes se oponen a Baal, muestran una severidad que s6lo puede ser comparada con la que ella atribuyera momentos antes a1 Dios de Israel. Su deseo de imponer a Baal como finico dios refleja la misma soberbia que ella criticara antes en Jeovi. Pero esta apa- rente contradicci6n no se muestra como tal si se tiene en cuenta que en esta escena Jezabel expresa sus verdaderos sentimientos. Ya no tiene necesidad de fingir porque, por una parte, su marido no se halla presente, y por la otra, ella ya ha obtenido de él e1 poder que desea y por ello puede ahora actuar libremente. La verdadera fuerza que la mueve se hace asi evidente en los versos finales de la segunda escena: JEZABEL Si gobernaros merezco, hijos nobles de Israel, servid a Baal, que en 61 todo nuestro bien estriba. Decid iViva Baal! TODOS iViva! JEZABEL aQuien mis? TODOS iViva Jezabel! (pig. 588) Aqui se puede notar que la raz6n por la que Jezabel quiere imponer e1 culto a Baal como el finico de su naci6n se halla en que la Reina se identifica con su dios. E1 adorar a Baal se transforma asi en cierta forma en un adorar a Jezabel, quien se convierte de este modo en sefiora absoluta de todos sus sfibditos. La pareja Nabot-Raquel, que se erigiri poco a poco como antagonista 89 de Jezabel, recibe una caracterizaci6n un tanto esquemitica en la escena tercera. Pero aun dentro de este esquematismo Tirso deja en el lector una impresi6n inequivoca de armonia conyugal que contrasta claramente con los conflictos evidentes en la primera escena entre Jezabel y Acab. Sin embargo, pronto se pone en claro que la paz de estos personajes se halla amenazada no 3610 por la Reina, sino también por el desconocimiento que ambos c6nyuges muestran del verdadero caric- ter de ésta. Raquel, de ambos, parece ser quien esti mis cerca de lograr alguna comprensi6n cuando dice: RAQUEL aQue seri (Nabot mio) 1a causa que con tanto desvario, Jezabel arrogante persiga a nuestro Dios, aras levante a1 idolo Sidonio y a tanto simulacro del demonio? Discreta es, y no ignora que quien e1 verdadero Dios adora peligros asegura, gozando en paz riquezas y hermosura. Bien sabe los castigos con que se venga de sus enemigos . . . (pig. 589) Sus palabras hacen evidente que Raquel al menos reconoce e1 atributo mis sobresaliente de la persona de Jezabel, su inteligencia. Sin embargo, en su inocencia, es incapaz de concebir que la Reina pueda hacer tan mal uso de su "discreci6n." Nabot, por su parte, no ve en Jezabel mis que una mujer dominada por la lujuria, y es justamente esta err6nea apreciaci6n la que le causari grandes dificultades con su mujer quien, después de aceptar como ciertas las impresiones de su marido, permaneceri hasta la muerte de éste cegada por los celos. Cabe aclarar, Sin embargo, que Nabot, en realidad, no esti total- mente equivocado en su apreciaci6n de Jezabel, ya que es indudable que la Reina es una mujer lujuriosa. No obstante, yerra a1 presumir que ésta sea su pasi6n dominante. Confunde, por decirlo asi, e1 sintoma 90 con la enfermedad, ya que la pasi6n sexual de Jezabel no es sino una manifestaci6n de su deseo de imponer su voluntad libremente y en todo momento.18 Esto explica que ella, de entre todos, busque seducir a Nabot, de quien en el acto tercero se diri: "Nabot es en Jezrael/ (aunque e1 mis rico) e1 mis santo" (pig. 614). Su seducci6n significa para la Reina e1 triunfo absoluto de su voluntad sobre el Dios de Israel y sobre el pueblo israelita todo.19 La teatralidad del primer encuentro entre Nabot y Jezabel viene a dar otro ejemplo de la inteligencia de esta mujer. Como nota e1 pro- fesor Agheana, a1 fingirse dormida en el jardin, rodeada de flores y de fuentes, Jezabel no 3610 pretende despertar 1a admiraci6n y el inte- rés del noble israelita, sino a la vez permitirle expresar sus senti- mientos libremente para poder asi evaluar e1 impacto que ha causado en 61.20 E1 cuidado con que la Reina prepara e1 escenario en que tendri lugar e1 encuentro sugiere, a la vez, que esti muy consciente de que mediri fuerzas con un enemigo de valor singular.21 Pero aun asi, pronto se hace obvio que ella ha subestimado a Nabot, quien muestra gran habilidad a1 adecuarse pronto a la situaci6n propuesta por Jeza- bel. Después de haber recibido varios favores a1 comienzo de la escena, Nabot dice en un "aparte": NABOT Si no es que finja despierta suefios, aquesta mujer zc6mo puede responder y hablando no desconcierta? zQué es esto, Cielos? (pig. 594) Tales palabras, que son vistas por el profesor Agheana como fruto de un prurito de realismo por parte de Tirso que lo lleva a hacer esta interpolaci6n ir6nica, tienen, en mi opini6n, otro significado.22 Tirso pretende indicar a través de ellas que Nabot ha adivinado e1 91 plan de acci6n de Jezabel, y que a partir de este momento e1 noble israelita tratari de sacar partido de la situaci6n. Como habla con una mujer que se supone esti dormida, se puede permitir ser tan franco como lo desee sin que el hacerlo pueda ofenderla. De esta manera, cuando Jezabel 1e ofrece su amor, Nabot puede rechazarlo con toda energia ya que la proposici6n viene de una persona de la que se supone que la raz6n esti ausente. Ante e1 enojo de Jezabel, Nabot puede res— ponder, inocentemente: "Gran sefiora: Vuestra Alteza/algo, sin duda, ha sofiado/que 1a altera" (pig. 594). Jezabel se da cuenta en este momento de que Nabot ha descubierto su juego y por ello abandona en seguida toda simulaci6n de suefio. El plan inicial ha fracasado y ella tiene que apelar a otros medios. Como 1a proposici6n amorosa no ha conseguido seducir a Nabot, Jezabel recurre a la tentaci6n del poder y lo invita a unirse a ella y a dar muerte a1 Rey, dejando implicito que, muerto éste, ella compartiria 1a corona con 61. La traici6n que Jeza- bel, ahora abiertamente, sugiere a Nabot es doble, ya que implica trai- cionar a Acab como hombre y esposo y también como soberano. En las palabras de Agheana "Jezabel's sleep has enabled both protagonists to be sincere; the dialogue that follows after she 'awakens' is premised on just this sincerity, which indicates that Nabot has lost his fear, and Jezebel her reticence."23 El rechazo de Nabot, que muestra que el noble israelita ha perdido su temor, hace patente que finalmente ha llegado a conocer a Jezabel. Ha visto que tras su lascivia se escon- den su soberbia y su voluntad férrea de dominio, que la hacen un ser despiadado. De este momento en adelante sabe quién es su enemigo, y comprende que la conducta de Jezabel no es el producto de hechos cir- 24 cunstanciales, sino de los caracteres esenciales de su personalidad. 92 Cuando se comparan las figuras de Nabot, a1 fin de esta escena, con la de Acab, a1 comienzo de la siguiente, puede notarse de qué manera Tirso ha desdibujado la figura del Rey. Desprovisto de toda energia, inicia su parlamento con unas palabras que, saliendo de su boca, vienen cargadas de una gran ironia: ACAB No como Rey, hermosa prenda mia como ministro vuestro solamente, de Israel desterré 1a hipocresia que ciega amotinaba a nuestra gente (pig. 595). Su discurso lo muestra totalmente ciego a las manipulaciones de su mujer, que mediante e1 engafio y la simulaci6n hace de 51 lo que quiere. Para conseguir los favores de Jezabel persigue a los profetas y a los fieles del Dios de Israel que en su sinceridad son llamados hip6critas. La Reina, mientras tanto, trama la traici6n a sus espaldas. Las filti— mas palabras de Acab muestran e1 estado del reino: ACAB De esta manera lo que os amo muestro: Baal es dios, vos sois 1a maravilla de la verdad mayor que Apolo alienta; piérdase e1 reino y téngaos yo contenta (pig. 596). La debilidad del Monarca, sumada a las maquinaciones de Jezabel han creado una inversi6n absoluta de los valores. Acab esti ciego a todo lo que no sea Jezabel y la satisfacci6n de sus prOpias pasiones. E1 abandono de sus obligaciones reales es completo, y el contento de Jeza- bel esti para él por encima del bienestar de su naci6n. Mis afin, Acab parece estar perfectamente consciente de que sus acciones son perjudi- ciales a1 reino. Su "piérdase e1 reino y tingaos yo contenta," que trae a la memoria otros versos del mismo tenor de la primera escena ("Antes que el sol de tu cara . . . [pig. 588]), no puede sino verse como un eco de la culpa que parece sentir y que no se atreve a hacer explicita por temor de antagonizar a su mujer. 93 Frente a tal situaci6n, e1 discurso de Elias de la escena décima, y su posterior escape milagroso muestran un cariz didictico ausente en el episodio relatado en el Viejo Testamento. Sus palabras se pr0ponen llamar la atenci6n de Acab y Jezabel sobre el hecho de que el orden del reino ha sido seriamente alterado por la infatuaci6n del Rey por su mujer. Ambos monarcas serin, por lo tanto, los causantes de la ira de Dios y de su castigo, que tendri la forma de una sequia. La amenaza, que podria considerarse vana pues viene de un mero mortal, adquiere proporciones mucho mis trascendentes cuando Elias es arrebatado por los aires a1 ser atacado por Acab. El Rey, a pesar de la evidencia que provee tal milagro, no es capaz de responder en forma adecuada por hallarse frente a Jezabel, mientras que ésta, por su parte, se apre- sura a acusar a Elias de ser "hechicero encantador" para asi restar impacto a1 milagro que permite su escape. La repetici6n en unos pocos versos de que el vuelo del profeta se debe a "hechicerias" prueba que la Reina trata de tranquilizar 1a conciencia de su marido dindole una explicaci6n "l6gica" de lo que acaba de suceder. Una vez mis eviden- cia asi 1a rapidez con que su inteligencia reacciona ante sucesos imprevistos para evitar que éstos 1e hagan perder e1 dominio de la situaci6n en que se encuentra. Como puede deducirse del tratamiento del material biblico en este primer acto, Tirso ha elaborado una explicaci6n que justifica e1 supuesto dominio que la biblica Jezabel ejerciera sobre su marido Acab. Para hacerlo, ha mudado e1 foco de la narraci6n, el cual se concentra ahora sobre Jezabel, que se constituye en el epicentro dramitica de la obra. Los tres conflictos centrales de La mujgrgque manda en casa, e1 pilitico, representado por el descuido del bienestar popular por parte 94 de Acab; e1 religioso, causado por la idolatria que la Reina impone sobre el Rey y sobre sus sfibditos; y el personal, que afecta la origi- nal paz y armonia conyugal de Raquel y Nabot, tienen su origen en la Reina y en su desmesurada ambici6n de imponer su voluntad. La buena fortuna que ha acompafiado hasta el momento a sus gestiones es testi- monio de que la Reina no es meramente una mujer esclava de sus pasi- ones, como parecen verla los criticos.25 Por e1 contrario, Jezabel aparece como una mujer de gran ambici6n e industria capaz de sacar par- tido aun de circunstancias que parecen destinadas a destruir sus p1a- nes. La clave de su éxito se halla en la manera en que se adapta ripida y eficazmente a las diversas situaciones que se le presentan, y en su profundo conocimiento de la naturaleza humana, que le permite explotar no s6lo las debilidades de los demis, sino también las suyas para su propio provecho.26 E1 inicio de la segunda jornada presenta e1 cumplimiento de la maldici6n de Elias y muestra c6mo ista ha afectado la vida de los sfib- ditos de Acab. E1 hambre se hace sentir entre los campesinos y des- truye e1 orden natural de la sociedad. E1 pueblo, representado por los pastores, se ve forzado por la sequia a romper con los mandamien— tos de la 1ey referentes a la pureza e impureza de los alimentos, y debe recurrir a los animales de carga para saciar su hambre.27 La manera caprichosa en que se elige a quien ha de ser el primero en ceder sus bestias, dramatiza e1 hecho de que la necesidad ha forzado a los hombres a ser egoistas. A este ambiente de hambre y egoismo se suma una atm6sfera de terror entre los que eligieron permanecer fieles a la 1ey de Israel, como puede verse en el discurso de Abdias, que, aunque es mayordomo real, ha ocultado y sustentado a cien profetas de 95 su fe. Sin embargo, e1 cuadro que Tirso pinta de la situaci6n del pueblo israelita no es totalmente negativo. El mero hecho de que aun en circunstancias tan adversas como las presentes haya hombres capaces de todo sacrificio por sustentar sus convicciones sugiere que los intentos de Jezabel por minar 1a fe del pueblo en su Dios se verin finalmente frustrados. La inutilidad de los esfuerzos de Jezabel por erradicar las creen- cias de los israelitas vuelve a ser puntualizada por Tirso en la escena siguiente, en la que los Reyes aparecen en el jardin del palacio. La Reina debe buscar excusas que le permitan justificar su impotencia ante Elias, y se aferra a su explicaci6n de que el profeta ha hecho uso de malas artes para huir de ella: ACAB En fin, que contra Elias salen frustradas diligencias mias. JEZABEL Encantos de sus vuelos nols] 1e arrebatan penetrando Cielos (pig. 601). La inutilidad de las gestiones de Jezabel han hecho mella en la confi- anza de Acab, quien muestra su falta de certeza en un discurso cuya interpretaci6n esti sujeta a equivocos: ACAB Las inclemencias del Cielo, que ocasiona, no siempre han de ofender a mi corona. Hermosa prenda mia, Lquién sino vos apaciguar podia mis pesares y enojos, si estriba mi descanso en vuestros ojos? Elias no parece, todo mi reino, misero perece; porque hechizos y encantos 1e niegan e1 sustento meses tantos, por ese vil Profeta a quien e1 Cielo todo lo sujeta: a quien sus influencias la llave han dado (pig. 601). Como 1a palabra "cielo" puede significar aqui los elementos o Dios, e1 96 parlamento de Acab adquiere una ambigfiedad que para el lector es sin— gularmente ir6nica. Por una parte e1 Rey parece darse cuenta de que la sequia no es el producto de los hechizos de Elias, sino de la volun- tad de Dios, y de que a1 oponerse a1 profeta y al Dios de su naci6n se halla embarcado en una trayectoria que lo lleva a la derrota y a su destrucci6n. Por otra, la presencia de Jezabel 1e impide manifestar su temor en forma abierta. Reconoce que el hacer explicitas sus dudas lo llevaria a antagonizar a su mujer, quien rehusa aceptar 1a idea de que haya un ser capaz de oponerse con éxito a1 libre ejercicio de su todopoderosa voluntad. De ahi que ante 1a ira de Jezabel e1 Rey pre- tenda hacerle olvidar sus fracasos redeindola de un ambiente edénico. A1 rechazar 1a llamada de atenci6n de su propia conciencia, Acab deja a1 descubierto 1a debilidad de su voluntad frente a Jezabel. Su sal- vaci6n y la de su pueblo carecen por completo de importancia y son sacrificadas gustosamente por seguir disfrutando de los favores de la Reina. A pesar de haber fracasado en su intento de dar muerte a Elias, Jezabel parece gozar en este momento de gran influencia en el reino. Asi lo manifiestan los intentos de Acab por satisfacer todos sus deseos y el cantar de los misicos, que refleja 1a adulaci6n de que es objeto de parte de sus sfibditos: TODOS "Dos soles tiene Israel y que se abrase recelo, e1 del Cielo y Jezabel. UNO LCuil es mayor? OTRO E1 del Cielo. TODOS Eso no, que el dios de Delo se eclipsa y cubre de un velo. y el nuestro luce mis que 61" (pig. 601). 97 E1 contento que Jezabel obtiene de semejante pleitesia por parte del marido y del pueblo, sin embargo, pronto se ve viciado por la irrup- ci6n de los cuervos en escena, los cuales, descendiendo sobre su mesa 1a despojan de sus manjares. Este suceso, ausente en el relato biblico, 1e sirve a Tirso para elaborar una escena que deberia ser conducente a1 desengafio de Jezabel y de Acab.28 Su introducci6n le permite una vez mis mostrar 1a obstinaci6n de la Reina en sus esfuerzos por despojar a1 Dios de Israel y a su profeta Elias de su influencia en el reino. La reacci6n de Acab ante los cuervos muestra claramente la desin— tegraci6n de su personalidad, que es el producto del conflicto perma- nente entre su fidelidad y dedicaci6n a la causa de Jezabel, y su cer- teza interior de que la oposici6n a los designios del Dios de Israel 3610 puede llevarlo a su propia destrucci6n. Sus temores salen sin trabas a la superficie: ACAB Quitad esa mesa. iAh Cielos! Tragedias y mortandades me intiman finebres cuervos; plumas de luto me anuncian el misero fin que espero. Nuestras mesas contaminan las arpias de Fineo; presagios lloro, infelices; e1 coraz6n en el pecho buscando a1 alma salida ya es tirano de mi aliento. iLlorad mi muerte, vasallos! JEZABEL iRey, sefior, esposo! ACAB iTiemblo, dudo, desmayo, suspiro, abrasindome vivo, y muero! Los Cielos son contra mi. aQuien resistiri a los Cielos? Mi mortal sentencia firman plumas de verdugos cuervos (pig. 602). Todo el temor que hasta el momento no se ha atrevido a articular frente a Jezabel se la escapa en este torrente de palabras. Acab ya no es 98 capaz ni siquiera de aparentar un tanto de entereza ante su mujer y sus sfibditos. De su terror a1 desengafio y al arrepentimiento s6lo hay un paso muy corto, y asi lo percibe Jezabel, quien, en una apelaci6n a la vez apasionada y cerebral a1 amor propio y a la inteligencia de su marido, trata de restablecer un cierto equilibrio emocional en 61 que le permita continuar dominindolo. E1 argumento que emplea Jezabel en esta oportunidad es curiosa— mente similar a1 que utilizara en la primera escena de la obra para convencer a Acab de que abandone 1e ley de Israel por la de Baal. La primera parte es puramente emocional y esti destinada a avergonzar a1 Rey por su pusilanimidad y a despertar en 61 la propia estima: JEZABEL iQu6 afeminado temor desacredita e1 esfuerzo que un hombre, un Rey, un Monarca debe tener? Si en ti e1 miedo se apodera de este modo, ade tus vasallos, qu6 espero? iGentil traza de animarlos! iMejor dir6 de ofenderlos! 5Qu6 ej6rcito de enemigos te hacen fuerza a sangre y fuego? LQu6 nubes arrojan rayos? 5Qu6 terremotos e1 centro? (pig. 602) La parte emocional de su discurso encierra un triple ataque a la debi- lidad de Acab. En primer lugar cuestiona su afeminamiento, impropio en un hombre y en particular en un rey, y a este reproche sigue con otro sabiamente intercalado cuando dice "Si en ti e1 miedo/se apodera de este modo,/ade tus vasallos, qu6 espero?," en el que puede verse una sugerencia de que en su "debilidad femenina" Jezabel necesita e1 apoyo viril del Rey y de sus sfibditos. Por filtimo, la acusaci6n de que la cobardia de Acab es un insulto a1 reino todo llama la atenci6n sobre el hecho de que el Rey no puede ni debe actuar como hombre sin pensar en las obligaciones que tiene como sefior. Asi, en una apelaci6n a la 99 honra de hombre y rey, a su obligaci6n de esposo de proteger a su "d6bi1 mujer" y a la obligaci6n de monarca de ser ejemplo edificante de su pueblo, Jezabel trata de reforzar 1a confianza de su marido, de darle cierta serenidad que lo prepare a la segunda parte de su dis— curso, e1 "argumento racional." Este esti dividido en dos partes que si bien l6gicamente se contradicen, en el contexto del argumento todo y dado e1 estado de inimo de Acab, se complementan mutuamente. La primera parte apela a la 16gica de Acab: JEZABEL Esto es cosa natural; e1 aire niega avariento las prefieces a sus nubes que fertilicen e1 suelo; perecen tus reinos de hambre, los montes estin desiertos, las plantas se esterilizan, los valles sin hierba, secos; a las aves y a los brutos les niega los alimentos la tierra, que siendo madre madrastra esta vez se ha vuelto. LQu6 mucho, pues, que atrevidos busquen de comer los cuervos y que la necesidad haga pirata su vuelo? zNo te avergfienzas, siendo hombre, que te anime e1 vil sujeto de una mujer, que se burla de mentirosos agfieros? (pig. 602) Debe notarse que en este parlamento Jezabel evita toda menci6n de que son "los Cielos" los que se han cerrado a los hombres, negindoles sus aguas. Segfin ella, son e1 aire y la tierra los que niegan sus frutos. Ante tal sequia y escasez, es l6gico que los animales se vuelvan mis atrevidos y compitan con los hombres mismos por su sustento. Habiendo tan simple explicaci6n a los sucesos acontecidos, el posible caricter agorero de las aves puede ser descartado como producto de la supersti- ciin. Pero Jezabel sabe que el tal argumento pct Si solo no es sufi- ciente para aliviar los temores de Acab. Por mis que lo sucedido tenga 100 una explicaci6n 16gica, 61 siempre tendri dudas acerca de las posibles causas sobrenaturales de este suceso. Por ello la Reina se contradice formalmente a1 analizar a continuaci6n lo acontecido desde un punto de vista opuesto a1 anterior que le permite una eXplicaci6n "sobrenatu- ral" de los hechos: JEZABEL Si no ignoras los hechizos, los engafios y embelecos de este Elias burlador de mi 1ey y tus preceptos aqu6 mucho que en nuestro agravio obligue (para ofendernos) las aves que nos persigan si 1e obedece el infierno? Su muerte a tu vida importa a mi lujuria, a tus deseos. Muera Elias (duefio caro) y abririn después de 61 muerto los tesoros a sus lluvias las nubes, que obedecieron los conjuros execrables que nos las vuelven de acero (pig. 602). Aqui acepta Jezabel 1a premisa que el asalto de los cuervos tiene una de todo, sin embargo, no la tienen Elias es transformado en el agente como el finico responsable de la sequia. habia negado antes, vale decir, que eXplicaci6n sobrenatural. La culpa los Cielos, sino los Infiernos, y de éstos, a la vez que es visto Asi puede notarse en los filtimos versos, en los que la Reina aboga por la muerte del profeta. Jezabel, se hace obvio, trata dentro de lo posible en este doble argu- mento "racional" de alejar de la mente de su marido la idea de que 61 ha incurrido en la ira divina. Es mente toda menci6n de "los Cielos" agua y los alimentos son e1 aire y causado esto, han sido Elias y los por eso que evita tan cuidadosa- en su discurso. Quienes niegan e1 la tierra, y si algo o alguien ha infiernos. La arenga final, en que se incita a1 pueblo a perseguir a1 pro- feta, tiene como fin incitar a Acab a la acci6n. Nuevamente Jezabel 101 fuerza a su marido a aceptar apresuradamente sus argumentos sin darle el tiempo necesario para evaluarlos. Sus palabras deben ser aceptadas como verdades indiscutibles y se debe actuar en conformidad con ellas. El efecto que el discurso de la Reina ha tenido sobre Acab se hace obvio a1 fin de la escena, cuando 61 reconoce haber recuperado e1 inimo y se hace eco de las palabras de su mujer. Sin embargo, por ser s6lo un eco de Jezabel, Acab se muestra como un hombre mucho mis d6bil que aquel que llegara triunfante a su reino a1 comienzo de la obra. Su virilidad se ha desdibujado, y el Monarca ya se presenta como un mero ap6ndice de Jezabel, carente de energia y de voluntad prOpia. La preponderancia ganada por Jezabel a expensas de su marido se hace clara a través de las quejas de Elias en el desierto. En su anterior aparici6n, éste habia dirigido sus querellas a Acab, a quien habia acusado de idolatria. Sin embargo, ahora no lo menciona ni siquiera una vez. Su enemiga, ha reconocido, es Jezabel, que ha alte- rado e1 orden del reino de tal forma que los hombres se muestran menos compasivos que los animales. Paralela a esta queja del profeta es la de Raquel, que sigue a continuaci6n y que hace manifiesta 1a destruc- ci6n del orden familiar que gozaban Nabot y su esposa. La paz y armo- nia conyugal de éstos, que apareci6 en el primer acto como marcado contraste a la relaci6n entre los Reyes, ha sufrido la misma suerte que el orden nacional. A pesar de las protestaciones de Nabot, Raquel no puede confiar en 61 por hallarse dentro de un ambiente en el que la traici6n y el egoismo son prevalentes. La p6rdida de la fe en la bondad de su esposo es indice de la desmoralizaci6n general debida a1 dominio de Jezabel. Estas escenas, que pricticamente ocupan e1 centro de la obra, 102 marcan e1 cenit del poder de la Reina, y a la vez la establecen como el punto del cual irradian todos 103 males que afectan a1 reino en general y a cada uno de los personajes principales en particular. Dada su importancia, debe prestarse cuidadosa atenci6n a la escena que sigue, en que Acab requiere de Nabot la cesi6n de su huerta, sobre todo si se tiene presente e1 hecho de que Tirso ha alterado aqui e1 orden cronol6gico del relato del Viejo Testamento. En la opini6n del profesor Glaser, 1a raz6n por la cual e1 orden de los eventos ha sido transpuesto debe buscarse en la estructura que el autor ha querido dar a su creaci6n. Dice a1 respecto: "About midway in the second act Tirso introduces the episode of Naboth's vineyard which in the play precedes God's vindication on Mount Carmel. This departure from the Biblical sequence of events enables Tirso to maintain a similar struc- ture for the first two acts: each reaches its climax in the respec- tive trial of Naboth."29 Afin cuando e1 juicio de este distinguido critico me parece en general acertado, creo que no es esa la raz6n primordial por la que Tirso incorpora aqui e1 episodio de la vifia de Nabot. Esta debe buscarse en las palabras habladas por el Rey a1 dirigirse a su sfibdito, y cuyo significado ha sido muy bien interpre- tado por el profesor Glaser: "A casual reference of Ahab to Jezebel ("Esta vifia, que asi llama/vuestra quinta Jezabel . . ." [pig. 605]) insinuates that she inspired the action and thus attention is drawn again to the queen's scheming."30 A1 aparecer como instigadora queda establecido que es Jezabel 1a causante de las dificultades de Nabot. De esta manera, los sucesos de la vifia forman parte, junto con el dis- curso de Elias y las quejas de Raquel, de una unidad dramitica. Las tres escenas, que tienen lugar en ripida sucesi6n, dramatizan que la 103 Reina se ha constituido en el centro y origen de todos los conflictos. El dominio que Jezabel parece ejercer sobre los destinos ajenos es indice del poder que ha adquirido en el reino. Su voluntad parece ser todopoderosa. Sin embargo, las escenas finales del acto segundo sugieren que el tal poder que ella ejerce dista mucho de ser absoluto. Con el fondo de los tres episodios que se acaban de comentar tienen lugar 1a prisi6n de Coriolin por parte de los soldados, y el recuento de la matanza de los profetas de Baal que hace Jehu a la Reina. Estos sucesos son importantes porque reflejan la futilidad de los esfuerzos de Jezabel por imponer su voluntad sobre el pueblo de Israel y sobre los designios de su Dios. La firmeza con que Coriolin, fingiendo ignorancia, se niega a guiar a los soldados de Acab a1 lugar donde se oculta Elias hace manifiesta, a1 nivel del pueblo, la misma resoluci6n que mostr6 Nabot en sus confrontaciones con ambos monarcas. El pueblo, a pesar de haber sufrido en su fibra moral bajo e1 poder de la Reina (hecho que se hace evidente a través de las repetidas disputas entre los rfisticos causadas por la envidia, la codicia y los celos), muestra todavia fidelidad a su Dios y a su profeta. Tal firmeza y fidelidad sugieren que Jezabel deberi salir perdedora, eventualmente, en su pugna por imponer su voluntad individual sobre la voluntad colectiva de su pueblo, que parece ser una con la voluntad divina. E1 episodio del monte Carmelo, cuya narraci6n hace Jehu, viene a confirmar esta impresi6n. Elias no 3610 ha triunfado sobre los profetas de Baal, sino que a la vez ha demostrado ser e1 finico portavoz de la voluntad de Dios ante el pueblo israelita y ante su rey. Acab, cuya personali- dad y energia se han mostrado sumamente frigiles ante las manifesta- ciones sobrenaturales, ha sido testigo del triunfo del profeta de 104 Israel y Jezabel no ha tenido 1a oportunidad de estar a su lado para apaciguar sus temores. La Reina parece asi estar perdiendo terreno en forma dramitica, y su frustraci6n estalla en una nueva afirmaci6n de su voluntad de dar muerte a Elias: UNOS iViva Elias, que remedia la esterilidad pasada! OTROS iViva, pues, 61 nos sustenta! JEZABEL Viviri si yo no vivo. iPor las deidades excelsas que adoro (a pesar del Dios de ese rfistico profeta) que he de lavarme las manos en las corrientes sangrientas del que mis dioses injuria y sus ministros desprecia! iYo 1e beber6 la sangre! 3Y0 pisar6 su cabeza! iLoca estoy! No viva un hora quien reinando no se venga (pig. 610). Su discurso, cargado de violencia, seria verdaderamente amenazador si no fuese una mera repetici6n de los que pronunci6 a fines de la escena cuarta del segundo, después del episodio de los cuervos. La nueva reiteraci6n de sus juramentos llama la atenci6n a que su voluntad hasta aqui todopoderosa ha encontrado un escollo insalvable ante el cual todos sus esfuerzos son infitiles. Mis afin, por ser la voluntad de dominio e1 caricter central de Jezabel, 1a imposibilidad de impo- nerla implica su eventual destrucci6n. La e1aboraci6n del segundo acto, que es el que menos elementos deriva de la narraci6n biblica original, 1e permite a Tirso presentar a Jezabel en la cumbre de su poderio a la vez que a1 comienzo de su caida. El control que ella ha establecido sobre su esposo y su reino todo esti cimentado en el brillante uso que hace de su "industria" para adaptarse a las diversas circunstancias y hacerlas aparecer, 105 especialmente ante Acab, bajo una luz que le sea favorable a ella. De alli que su dominio tenga un fundamento endeble, porque depende de su habilidad de crear apariencias que nieguen la realidad a los ojos de aquellos que domina. Jezabel puede engafiar a1 Rey, imponerle una interpretaci6n de los sucesos que le permita seguir dominindolo. Sin embargo, la tergiversaci6n que, en muchos casos hace de la realidad s6lo puede postergar, aunque no anular e1 efecto que 6sta puede tener sobre ella. Asi, al final de este acto se la puede ver sefiora abso- luta de todo su reino, a la vez que victima pr6xima de los eventos cuya importancia ella se empefia en disminuir frente a Acab. El giro que ha tomado 1a situaci6n en favor de la causa de Israel vuelve a ser acentuado por Tirso cuando abre e1 tercer acto con las escenas en que las quejas de Elias hallan consolaci6n en la presencia de un ingel que, dando de comer y de beber al profeta, implica que Dios no se ha olvidado de 61, y que el desenlace del conflicto creado por Jezabel en el reino se aproxima a su fin. La significaci6n de este episodio dentro de la obra difiere considerablemente de la del relato biblico en el cual Elias huye aterrorizado del poder de la Reina y se encamina a1 monte Horeb. En la economia de la narraci6n del Viejo Testamento e1 suceso no es sino una instancia mis de las tribulaciones y pruebas por las que debe pasar e1 profeta. En la obra dramitica de Tirso, e1 tono de exultaci6n de la escena prepara a1 lec- tor a1 triunfo de los fieles a1 Dios de Israel. Jezabel, sin embargo, no parece haber intuido la cercania de su fin en las escenas que siguen. Cuando oye las quejas pueriles de Acab (que ya no es sino un mero fantasma del monarca triunfador de la primera escena) ante 1a negativa de Nabot de ceder su tierra, Jezabel 106 responde a su marido en forma destemplada, dando sefiales de impacien- cia. Su discurso muestra un marcado contraste con otros semejantes de los dos primeros actos: JEZABEL Por cierto que tus penas ocasionas por p6rdidas notables: raz6n tienes. Injurias grandes son las que pregonas, todo el mundo te priva de tus bienes. iOh, que bien triunfaras de coronas enemigas, honrindose en tus sienes, si, aun no como mujer, como nifia lloras por el juguete de una vifia! No por eso te mueras; yo me atrevo a que cumplas en breve con tu antojo. Come y sosiega, que antes que Febo peine 1a Aurora su cabello rojo, en ti, tendri la vifia sefior nuevo. Nabot castigo, fin, en fin, tu enojo. Entr6game el anillo con que sellas y fia de mi industria tus querellas (pig. 611). E1 tono autoritario de su voz, e1 comparar a su esposo con una nifia, indican la confianza que Jezabel tiene en su propio poder. Acab es ya un mufieco en sus manos, y ella ya no necesita emplear con 61 lar- gos discursos que le permitan amoldarlo a sus deseos. La entrega del anillo con que se sellan las 6rdenes reales confirma la impresi6n de que es ella quien tiene ahora 1a totalidad del poder. Jezabel aban- dona ya toda simulaci6n de debilidad y actfia en forma directa, dejando de usar a su marido como intermediario. La codicia por las tierras de Nabot que, segfin se deduce del texto, Jezabel supo despertar en Acab 1e da una nueva oportunidad de tratar de vencer 1a resistencia que el noble hebreo 1e ha opuesto a sus deseos. En vista de su anterior fracaso, comprende que la seduc- ci6n de la carne y del poder no tienen dominio sobre Nabot. Por ello decide recurrir a1 temor. La manera cuidadosa con que prepara 1a escena es nuevamente Clara evidencia de la brillante imaginaci6n de la Reina, siempre a1 servicio de su voluntad de dominio. En lugar de 107 amonestar personalmente a1 noble, decide apelar a una situaci6n tea- tral mucho mis conducente a afectarlo emocionalmente. A1 dejarlo solo antes de presentarle las bandejas sus palabras revelan un tono amena- zador: JEZABEL Esperadme aqui, que si la presencia Real 03 tiene, o necio o turbado, medio 1a industria me ha dado que os ha de estar bien 0 mal (pig. 612). Tal tono, que se ve confirmado por las palabras de Criselia,31 tiene como fin e1 poner a Nabot en un estado de espectativa y temor que lo haga mis receptivo a los avisos que Jezabel 1e hari llegar en forma de simbolos. Estos, cuyo significado debe interpretarse del contenido de tres bandejas, revelan en forma progresiva e1 caricter despiadado y vindicativo de la Reina. Mis que incitar a Nabot a gozar de las deli- cias que ella como mujer y reina 1e puede pr0porcionar, lo que hace Jezabel es recordarle que su vida depende de los caprichos de ella. La primera bandeja, que contiene una corona y un cordel, insinfia 1a idea que Jezabel quiere hacer llegar a Nabot, es decir, que nadie debe oponerse a la satisfacci6n de sus deseos. Al ofrecerle la corona nue- vamente 1e recuerda su anterior encuentro, en el cual 61 rechaz6 sus requerimientos amorosos. La oferta, que en la anterior ocasi6n s610 requeria de 61 complicidad en la traici6n del Rey, ahora exige algo mis, la muerte de Raquel. La sugerencia aqui contenida es que toda oposici6n a los deseos de Jezabel tendri como resultado que ella demande afin mis de aqu61 que la resiste. A esta insinuaci6n de la primera bandeja sigue 1a amenaza de la segunda, que contiene una toca y una espada, y una nota que lee: "Hierro para castigarte,/y toca para quererte" (pig. 613). Aqui Jezabel hace explicito que el sacrificio 108 de Raquel debe ser considerado como un castigo debido al primer rechazo de Nabot, y que ella esti mis determinada que nunca a gozar de 61 o a castigarlo si se niega a plegarse a sus deseos. Sin embargo, no hace menci6n de cuil seri e1 castigo hasta la tercera bandeja para lograr a través del suspenso que aumente e1 terror en Nabot. A1 11e- gar a ésta, que contiene las piedras ensangrentadas y la maldici6n: "No son piedras, rayos son;/mi desprecio te las tira" (pig. 613), la tensi6n de la escena llega a su punto culminante, y toda la violencia de las pasiones de Jezabel queda a1 descubierto. Pronto se hace claro a Nabot y al lector que el cuidado meticuloso con que Jezabel ha esca- lado progresivamente la violencia de su mensaje es indicativo de que lo que la mueve a intimar al noble israelita no es un apetito sexual desordenado, sino un deseo de venganza por haberse 61 negado a satis- facerla en una ocasi6n anterior. Jezabel muestra que esti empefiada en destruirlo. Si 61, firme en su fe, no acepta los t6rminos de la Reina, deberi morir. Si, por el contrario, temeroso por su vida los acepta, deberi no 3610 ser traidor a su rey, sino tambi6n homicida de la que mis ama, Raquel, y por ello traidor a si mismo, a su esencial calidad que lo ha hecho de los hombres de Israel e1 mis santo. En hecho de que esta filtima soluci6n a su dilema implica una destrucci6n afin mis repugnante que la primera, al menos para Nabot, queda patente en su respuesta, que termina incitindola a que 1e d6 la muerte: NABOT iLabra, tirana, las piedras -y junta los materiales; que, desdefiando tus vicios, mientras la muerte me dan, piedras preciosas serin de inmortales edificios! (pig. 614) Sus palabras evidencian que Jezabel ha subestimado 1a dedicaci6n de Nabot a su religi6n y el poder de su Dios que, una vez mis frustra sus 109 planes. La fe que el noble tiene puesta en Jeovi hace que la muerte, en lugar de ser un castigo que despierte e1 terror, se transforme en un bien anhelado. Su ejecuci6n por parte de Jezabel deviene asi una mues— tra mis de su impotencia ante los israelitas. A1 dar muerte a Nabot, Jezabel intenta destruir a quien simboliza lo mejor de su naci6n. Su virtud es parang6n de las virtudes del pue— blo que no termina de doblegarse a la voluntad de la Reina. Por ello su sacrificio da a Jezabel un triunfo s6lo parcial, ya que la muerte de Nabot sirve para hacer nacer un nuevo enemigo afin mis formidable: Raquel. Esta, cuya actuaci6n hasta el momento se ha limitado a unas pocas escenas en las que aparece obsesionada por los celos, adquiere un caricter prof6tico en lo que resta de la obra. Su proceder aparece como inSpirado por la ira divina. A1 respecto dice e1 profesor Maurel: Sans doute, Tirso consent-i1 i quelques r6créations que lui suggére cette intrigue amoureuse: la jalousie qu'6prouve Raquel lorsqu'elle voit son 6poux s'incliner devant 1a Reine et lui prendre la main pour y poser ses lévres, permet i la "comedia" biblique de retrouver les situations tradition- nelles du théitre profane. Mais, trés vite, Raquel trouvera place dans le drame biblique; aprés la mort de Nabot, elle devient porte-parole de Yahveh, et les ma16dictions qu'elle lance contre Achab et Jézabel sont celles que Yahveh leur adressait par la bouche du Prophéte dans le texte sacr6. Ainsi Nabot et Raquel forment ce couple de par- faits 6poux dont l'amour et la fidélité sont 1e contre-point accusateur des basses passions qui unissent J6zabe1 et Achab. Ce n'est point de divertissement qu'il s'agit, mais d'une volont6 de donner vie au récit biblique.32 Lo que no parece notar este critico es que Raquel no 3610 se constituye en la portavoz de Jeovi, sino que tambi6n pasa a ser quien reemplaza a su esposo Como simbolo del pueblo israelita, que de una resistencia pasiva pasa a una resistencia activa y abierta que se refleja en las acusaciones y maldiciones que la viuda dirige a los Reyes. Nabot y 110 Raquel forman asi mis que una pareja de perfectos esposos cuya virtud contrasta con los vicios de Acab y Jezabel. Ambos vienen a ser 1a encarnaci6n de las virtudes del pueblo judio y su lucha personal con los Monarcas es fiel paralelo de la lucha que la naci6n toda libra con- tra ellos. La vehemencia con que Raquel ataca a los Reyes no debe desviar la atenci6n del lector del hecho de que sus discursos guardan gran seme- janza, al menos en su estructura, con los de Jezabel en escenas pasadas. Como ellos, muestran una cuidadosa elaboraci6n destinada causar un fuerte impacto entre sus oyentes. A1 enterarse de la muerte de su esposo Raquel acude a palacio y en una fuerte apelaci6n a las emociones de quienes la escuchan los vitupera por haber sido participes de las maldades de los Reyes: RAQUEL iDejadme, id6latras torpes! iSoltadme, aleves vecinos de la mis impia cuidad que a birbaros dio edificios! iSacrilegos envidiosos, de un Rey tirano ministros, de una blasfema vasallos, de una falsedad testigos, de un Abel Caines fieros, de un cordero lobos impios, de un justo perseguidores, de un inocente enemigos! (pig. 616) Este parlamento y el siguiente, que tambi6n esti cargado de injurias a los Reyes, tienen como prop6sito el avergonzar a quienes con sus hechos 0 con su silencio fueron c6mp1ices de los abusos de los Monarcas. A la vez, busca despertar en ellos un sentimiento de culpa que los haga pro- pensos a desear expiar con sus acciones las transgresiones pasadas. A su discurso emocional Raquel sigue con un argumento que, a pesar de su tono exaltado, esti dirigido a la raz6n de los nobles que la rodean: 111 RAQUEL iAcab sangriento, vil hijo de Amri, que a su Rey traidor 1e forz6 a abrasarle vivo! iAdfiltera Jezabel; que a1 demonio sacrificios ofreces, para que en ellos licencia des a tus vicios! La esposa soy de Nabot el que porque nunca quiso consentir en tus torpezas es de tu crueldad prodigio. zPor qu6 (decid) 1e matastes cohechando falsos testigos? Pues cuando blasfemo fuera (como afirman fementidos) imitador de sus Reyes mereciera, por seguiros, 1a sacrilega privanza de vuestros favorecidos. aQu6 mis blasfemias, itiranos!, que las que habéis los dos dicho a Dios, y no 03 apedrean siendo comfin delito? Diganlo tantos profetas consagrados a1 matirio por vosotros, cuya sangre esti dando a1 Cielo gritos. Digalo el gran Zelador de nuestra 1ey, perseguido de vuestra impiedad tirana, por sierras, montes y riscos. Diganlo tantos altares arruinados, destruidos por vosotros, que erigieron a Dios los padres antiguos (pig. 616). Este discurso puede dividirse en dos partes. La primera establece 1a ilegitimidad del poder de Acab y Jezabel; la segunda e1 caricter tiri- nico del mismo. Primeramente Raquel imputa a Acab e1 ser hijo de un traidor que dio muerte a su Rey y usurp6 su corona, y con ello sugiere que el pueblo se hallaria justificado si se rebelase contra su rey, ya que el poder de éste es, en realidad, ilegitimo.33 A la vez, acusa a Jezabel de sacrificar a1 demonio, lo que la hace, a1 igual que su marido, indigna de regir los destinos de los israelitas, el pueblo e1e- gido de Dios. Una vez asi insinuada 1a ilegitimidad de ambos monarcas, 112 Raquel concentra su ataque en el caricter tirinico de su reino. Para hacerlo utiliza las acusaciones hechas a su marido, y las dirige contra Acab y Jezabel que, por levantar falsos testimonios, por ser blasfemos, asesinos de los profetas y destructores de la herencia religiosa de sus antepasados se hacen acreedores a1 castigo que, injustamente, ellos mismos impusieron a Nabot. La forma deliberada con que Raquel ha expre- sado sus quejas, sumada a la compasi6n que éstas provocan en los nobles anticipan e1 papel principal que hari en la caida de los Reyes. Esta impresi6n se ve confirmada inmediatamente cuando Tirso, alterando nue— vamente e1 recuento biblico pone en boca de Raquel las maldiciones que en el Viejo Testamento pronunci6 Elias a la muerte de Nabot. Mis afin, para hacer claro que las palabras de Raquel reflejan 1a voluntad divina, Tirso introduce e1 episodio en que Abdias, tratando de consolar a la viuda le asegura su venganza indicindole que el profeta Elias, a1 mal- decir a los Reyes por el asesinato de Nabot, les habia pronosticado los mismos males que ella. A1 final de esta escena Tirso incurre en una nueva omisi6n de un aspecto del relato biblico que es importante porque vuelve a iluminar 1a manera en que ha alterado e1 foco de la narraci6n. En el III Reyes 21:27, después de relatar las maldiciones de Elias a los Reyes dice e1 texto: "Mas asi que Achab oy6 estas palabras, rasg6 sus vestidos, cubri6 su carne con un cilicio, ayun6 y durmi6 envuelto en un saco d3 penitencia y andaba cabizbajo 6 humillado."34 Tal arrepentimiento, que en el contexto en que aparece es sincero, no tiene cabida, en mi opini6n, en la obra dramitica por dos razones: en primer lugar, por- que a1 dramaturgo en realidad no le interesa e1 destino del Rey, que se ha convertido en un mero titere de Jezabel; y en segundo lugar porque un 113 arrepentimiento sincero por parte de Acab indicaria que su mujer ha perdido e1 completo dominio que ejerce sobre 61, lo cual seria una muestra de debilidad en la Reina que restaria tensi6n dramitica a las filtimas escenas. Para mantener esta tensi6n, Tirso debe presentarla tan fuerte y orgullosa como lo era en un principio, su marido debe seguir tan servil como entonces. Jezabel debe mantener su confianza en su poder hasta el momento de su muerte. La escena siguiente, en la que Coriolin aparece como "soldado gra- cioso" que se prepara para ir a la guerra, no debe ser vista como un simple interludio c6mico cuya funci6n es trasladar la acci6n a1 campa- mento de Jehu. E1 prop6sito de ella es el de preparar a1 pfiblico para el final en el que se cumpliri 1a profecia de Raquel a los Reyes. Se debe recordar que a1 comienzo de dicha profecia dijo: "Si e1 Rey mar- chare a la guerra,/flecha de acero prolijo/le atraviese las entrafias/de tanta blasfemia asilo!" (pig. 617). Las preparaciones guerreras lla- man, entonces, la atenci6n del pfiblico hacia la primera parte del dis- curso que acaba de pronunciar Raquel, haciendo inminente e1 cumplimi- ento de la maldici6n. Por ello Tirso, como ha notado e1 profesor Mau- rel, ha condensado 1a acci6n que lleva a la muerte de Jezabel de tal manera que ésta aparezca como una directa consecuencia de la profecia de Raquel.35 La escena siguiente, en que se sabe que Acab ha muerto herido por una flecha, que Jehu ha sido ungido por un profeta de Jeovi rey de Israel, y que su deber seri purificar a1 reino de la simiente de Acab y Jezabel, presagia e1 cumplimiento de otros dos aspectos de la maldici6n de Raquel: RAQUEL iQuiteos la vida y el Reino e1 mis confidente amigo, destruyendo en vuestra sangre desde el decr6pito a1 nifio! 114 181 Jezabel enviudare despedicenla a sus hijos, sin permitirla llorarlos, quien blasonaba servirlos! (pig. 617) La serenidad que reina en el palacio, 1a cual es indicio de que Jezabel ignora 1a rebeli6n de Jehu, sirve para mostrar una vez mis que la Reina no ha cambiado, que sigue tan centrada en si misma y en satis- facer su voluntad como en el principio de la obra. Su crueldad para con Raquel es tan despiadada como desapasionada, y asi se evidencia en el desprecio con que habla de la viuda, que para ella es de menos inte- rés que el cuidado de los cabellos y el color de sus vestidos. Su ego- centrismo y su voluntad de dominio vuelven a aparecer en esta escena como las fuerzas que la mueven y determinan su conducta. E110 explica e1 tono frio con que recuerda a Nabot, de quien dice: "Muri6, porque no me quiso/Nabot, justa fue mi queja:/deje la vida quien deja/de ado- rar tanta ventura" (pig. 622). El desd6n que muestra por Nabot y Raquel se extiende a1 pueblo, cuyas opiniones ella prefiere desatender, con- fiada en el dominio que la confiere su tirania: JEZABEL iTiémbleme el mundo! Eso quiero: venganzas me regocijan, riguridades me alegran, severidades me animan (pig. 622). Tal confianza en su poder hace afin mis dramitico el cambio de su suerte, que ella s6lo alcanza a prever momentos antes de que suceda. E1 anuncio de que habri de morir y ser devorada por los perros, que le llega a través de la misteriosa voz de mujer que canta a1eg6ri— camente la historia de Nabot, sumado a la posterior visi6n de éste en un espejo junto a un hombre que la amenaza sugieren que Tirso ha inten- tado establecer una relaci6n de causalidad entre e1 homicidio del noble y la final derrota y muerte de Jezabel. La raz6n por la que el autor 115 necesita presentar tal relaci6n se halla en el caricter simb6lico que tiene Nabot dentro de la obra. Como se ha sefialado con anterioridad, Nabot, e1 mis santo de Israel, refleja en su resistencia a la voluntad de la Reina la rebeldia con que a ella se opone la naci6n toda. Su muerte a manos de Jezabel no es, pues, una derrota, sino una afirmaci6n de los valores de su naci6n, que tiene sus miras y su confianza puestas en un orden superior. Por e110 su espiritu no muere, sino que sigue vivo en su mujer, quien parece poseida por 61 y quien tiene un papel importantisimo en las escenas finales. Raquel es quien corona a Jehu, y dando un giro ir6nico a la situaci6n usa, para incitar a1 nuevo rey a ser e1 brazo de su venganza y de la de su pueblo, las mismas armas ret6ricas que usara antes Jezabel en su ascenci6n a1 poder. Después de coronarle, dice: RAQUEL Pfirpura adorna a los Reyes, pfirpura, sefior, te vista de sangre id6latra aleve que altares sagrados pisa. Venga inocentes (Monarca) profetas, hu6rfanos, viudas, mozos que estraga e1 engafio, viejos que el temor lastima. Teatro este sitio fue de la impiedad mis lasciva, 1a mis birbara tragedia, 1a crueldad mis inaudita que el tiempo escribi6 en anales, que puso horror a provincias, que verdades animaron, que fabularon mentiras. Aqui mi Nabot fue muerto, Nabot, cuya fama limpia, coronaba su inocencia, celebraba su justicia. Falsos testigos cohech6 contra 61, e1 oro y la envidia. e1 poder y la soberbia, la ambici6n y la malicia. iVenganza, Rey poderoso, antes que estas piedras mismas, si agora testigos, claman, jueces después, te persigan! (pig- 624) 116 La transici6n que hace del elogio de Jehu a su llamada a la venganza mediante 1a asociaci6n de la pfirpura de las vestiduras reales y el color de la sangre, es casi imperceptible y evidencia una gran sagaci— dad por parte de Raquel. Comprende que el nuevo monarca seri mis receptivo a la alabanza que a las quejas. Por ello no permite que 61 perciba e1 cambio de una parte del discurso a la otra hasta que éste se haya producido, atrapando asi su atenci6n. Una vez logrado eso, no aboga por su propia causa, sino que primero trata de ganarse e1 favor de Jehu pidiendo venganza por los otros. Y 3610 después de esto, por medio de otra transici6n hibilmente lograda ("Teatro este sitio fue . . Aqui mi Nabot fue muerto . . ."), aboga por la suya propia en un discurso que presenta uno a uno los cargos contra Jezabel.36 La ape— laci6n final, de caricter emocional, es, como las que antes hubiera utilizado 1a Reina, una llamada a la acci6n inmediata, destinada a for- zar que Jehu tome una determinaci6n sin tener tiempo de sopesar obje- tivamente todos los hechos. A1 hacer aparecer a continuaci6n a Jezabel, cargada de joyas, en un intento de seducir a1 nuevo rey, Tirso dramatiza su ceguera ante la seriedad de las circunstancias, ceguera que, ir6nicamente, tiene su origen en el poder que ella ostentara hasta entonces. En la prepara— ci6n de esta escena e1 autor ha alterado e1 relato biblico en forma considerable con el fin de guardar fidelidad a su caracterizaci6n de la Reina. En IV Reyes 9:33-31, Jezabel recibe a Jehu consciente de que para ella todo ha terminado. Por ello su saludo es un calculado insulto: "LES posible que pueda tener paz o prosperidad este que, 52mg Zambri, ha muerto a su sefior?"37 Veladamente no 3610 lo llama trai- dor, sino que a la vez 1e pronostica un reinado corto, ya que Zambri 117 S610 rein6 siete dias después de la muerte de Baasa. Tal soberbia por parte de la Reina es suicida y muestra que ella ha perdido toda esperanza, por lo que lo finico que le queda por hacer es morir con cierta dignidad. La Jezabel de Tirso, por el contrario, no se consi- dera vencida. Después de un momento de dudas, se sobrepone a ellas y confia en su habilidad para controlar las situaciones que, hasta el momento, 1e ha resultado pricticamente infalible. Dice: "iEa, des- dichas:/acabad conmigo todasl/Pero la industria me avisa/remedios con que dilate/Si no venturas, la vida" (pig. 623). E1 dominio que su "industria" 1e ha dado sobre Acab y el reino ha incrementado su sober- bia y su voluntad de dominio, y no le permite ver que, lejos de ser todopoderosa, las circunstancias que la rodean han sufrido cambios radicales que estin encaminados hacia su destrucci6n. Sin haber eva- 1uado 1a situaci6n presente en forma adecuada, mostrando asi su exce- siva confianza en su poder, en su encuentro con Jehu, Jezabel trata de dominarlo con los mismos medios que le permitieron subyugar a su marido. Su saludo laudatorio a1 nuevo rey, en el que justifica que éste haya dado muerte a su sefior, Jorin, hijo de Jezabel, trae a la memoria sus otros discursos en los cuales, con argumentos falaces, se supo ganar 1a confianza de Acab. Sin embargo esta vez sus intentos se ven frustrados por la acci6n anticipada de Raquel quien, empleando la misma dia16ctica que su antagonista, ha preparado a Jehu para su enfrentamiento con Jezabel. E1 nuevo rey ha cerrado sus oidos y su coraz6n a todos después del discurso de Raquel, y de ahi que, aun sin reconocerla, rechace las palabras de Jezabel como mera adulaci6n. Raquel ha fijado e1 curso de Jehu. Su meta es la destrucci6n de Jeza- bel, y todo lo que sea forineo a esto no tiene cabida en 61. En este 118 contexto, e1 intento de seducci6n de la Reina tiene mucho de pat6tico por estar destinado irrevocablemente a1 fracaso. La muerte infamante de Jezabel y su despedazamiento por los perros sugiere la existencia de un fuerte elemento de justicia p06tica en La mujer que manda en casa. No 3610 paga 1a Reina con su vida por la mal- dad que ha mostrado a través de toda la obra, sino que también, despu6s de que en su ambici6n de poder trat6 de erigirse sefiora absoluta de sus sfibditos e igualarse a su Dios, debe sufrir 1a humillaci6n suma a1 ser defenestrada por los soldados y terminar siendo desperdicio de los perros. Este aspecto no parece haber sido notado por el profesor Gla— ser cuando hace una evaluaci6n final de la obra: If I am anywhere near the truth, it is the universal aspect of the Old Testament tragedy of which Tirso makes the most. He recasts the story of Jezebel and Naboth in such a way that it affords a particu- larly striking illustration of the theological- ethical scheme of reward and punishment on which all his religious drama rests.38 Aunque estoy de acuerdo con 61 en su apreciaci6n de que Tirso concentra su atenci6n en los aspectos universales del Viejo Testamento, como sefia16 a1 principio de este capitulo, creo que el mensaje didictio que contiene esta pieza es mis complejo que el simple "E1 que las hace las paga." La Jezabel de Tirso es algo mis que una "figura de torpeza," una mujer dominada por un libido desatado, como cree Glaser.39 Es una mujer de inteligencia superior que, en lugar de emplearla en forma cons- tructiva, 1a ha puesto a1 servicio de sus pasiones dominantes: la soberbia y la voluntad de dominio. De alli lo cerebral de su malicia, que se manifiesta en la forma en que manipula a los personajes que la rodean con el fin de imponer libremente su albedrio. Y es precisamente sobre este aspecto de la conducta de Jezabel que Tirso pretende llamar 119 1a atenci6n. La inteligencia y el poder son dones del Cielo que el hombre debe utilizar con discreci6n y con miras a los valores univer— sales. El uso imprudente de ellos s6lo puede traer consigo la propia destrucci6n, como puede verse en el caso de la Reina. Ello explica que Jezabel caiga, al final, victima de las mismas armas que le facilita- ron su carrera ascendente. Asi como obtuviera e1 poder merced a su "industria" puesta en acci6n, debe perderlo ante 1a industria de Raquel que, en su afin de venganza, muestra la misma despiadada tenacidad que mostrara la Reina a1 tratar de imponer su voluntad. La importancia capital que adquiere Jezabel en La mujer_que manda en casa es la clave del nuevo enfoque que ha dado Tirso a la historia biblica. Si, como parece implicarse en el Libro Tercero de los Reyes, ella ejerci6 una influencia nefasta sobre Acab, Tirso analiza e1 c6mo y el porqu6 de ésta. Asi se explica la forma en que ha desdibujado 1a figura del Rey a través de la obra, a quien hace perder gradualmente su vigor en forma tal que finalmente no es mis que un mufieco en manos de su mujer. A medida que el marido pierde su fuerza de voluntad, su esposa 1a gana. Por ello, y no por razones de economia de espacio, como cree Maurel, es que Tirso ha eliminado todas las guerras de Acab en su pieza dramitica.40 Tal como el Rey ha sido presentado, estaria totalmente fuera de caricter que siguiese triunfante en sus aventuras b61icas cuando se lo ha visto tan pusilinime en sus gestiones como monarca y como esposo. Jezabel es, indisputablemente, 1a protagonista de La mujer que manda en casa. Es e1 eje alrededor del cual giran los demis personajes y el centro del cual irradian los conflictos que los afligen. Su personalidad, que Tirso elabora de una vaga sugerencia del texto biblico, constituye lo mejor de la obra. Jezabel es, como el 120 titulo lo indica, una mujer que manda en casa y en el reino. Su poder se funda en su voluntad de dominio y en su inteligencia puesta en acci6n a1 servicio de 63ta. Sin embargo, Tirso ha dejado la historia en si intacta. Sin alterar los hechos en su esencia, haciendo uso de interpolaciones siempre factibles a los sucesos relatados en la Biblia, e1 autor los coloca como fondo ante el cual se mueve la Reina, un per- sonaje oscuro en el relato de las Libros de los Reyes, que en el drama se convierte en figura principal. NOTAS 1 Véanse Fray Alonso L6pez, pig. 384; J. C. J. Metford, pig. 152; Anita K. Stoll, pig. 53; Serge Maurel, L'Univers dramatigue de Tirso de Molina (Poitiers: Publications de L'Universit6 de Poitiers, 1971), pig. 31; y el "Preimbulo" a La mujer que manda en casa en Tirso de Molina, Obras dramiticas completas, ed. Blanca de los Rios (Madrid: Aguilar, 1969), I, 573. Las citas siguientes de La mujer que manda en casa serin de esta edici6n y se indicari a1 pie de ellas 1a pigina entre par6ntesis. 2 Edward Glaser, "Tirso de Molina's La mujer que manda en casa," Annali Istituto Universitario Orientale—-Sezione Romanza, II, 1 (1960), 41. 3 La excepci6n la constituye la escena entre Nabot y Acab en la escena novena del acto segundo que en el relato biblico tiene lugar después de la derrota de los profetas de Baal a manos de Elias. 4 V6ase III Reyes 16:31; 21:25. 5 H. Lesetre, "Jezabel," Dictionnaire de la Bible (Paris: Letouzey et An6 Editeurs, 1895), III, 1536. 6 J. A. Selbie, "Jezebel," Dictionary of the Bible (New York: Charles Scribners and Sons, 1911), II, 656. 7 Una opini6n distinta es la sostenida por J. C. J. Metford en su articulo antes citado: The Book of Kings, based on an earlier history of Ahab's reign, was rewritten by a priestly author intent on emphasizing the religious struggle between Yahweh and Baal. It offered Tirso the ingredients of a powerful drama. Prerequisite for success was the ruthless exclusion of everything in the complicated Bible narrative which did not directly contribute to the unfolding of the conflict between the rival faiths, a conflict symbolized 121 122 by the struggle between two outstanding personal- ities, Elijah and Jezebel (pig. 154). 8 V6ase Fray A. L6pez, pig. 384. Una opini6n similar sustenta M. Watson Graham en su articulo "The Religious Dramas of Tirso de Molina," The University of California Chronicle, 30 (1928), 48. 9 Flavius Josephus, Antiquities of the Jews, en Works of Flavius Josephus, trad. William Whiston (Philadelphia: David McKay, 1890), pig. 272. lO Dice e1 texto biblico: 25 "Lo cierto es que no hubo jamas otro como Achib; el cual se prostituy6 6 se vendi6 para obrar lo malo delante del Sefior: porque lo instig6 su muger Jezabel, 26 6 hizose abominable en tanto grado que se iba tras los idolos fabri- cados por los amorreos, a los cuales habia el Sefior destruido a1 llegar los hijos de Isra61" (III Reyes 21:25, en La Sagrada Biblia, II, 240). ll Glaser, "La mpjer que manda en casa," pigs. 27-28. 12 John G. Morton ya lo indica asi en su disertaci6n "Aspects of Evil and Death in Eight Plays by Tirso de Molina," Vanderbilt, 1973: "Sex is merely a means of gratifying her feeling of self- importance; it feeds her pride, and it is a type of self-flattery which is diametrically opposed to the self-effacing humility exem- plified by Naboth" (pig. 32). 13 Valerius Maximus, Factorum et Dictorum Memorabilium, ed. C. Kempf (Stuttgart: B. G. Teubner, 1966), pig. 439. La popularidad de esta obra en el Siglo de Oro se hace notoria si se tiene en cuenta que entre 1495 y 1672 se conocen dos traducciones a1 cas- tellano. La primera de Mossen Ugo de Urrias (1495), que tiene dos reimpresiones en 1514 y 1529, y la segunda, de Diego L6pez (1631) reimpresa en 1647, 1655 y 1672. Para mayores detalles, V6ase Theodore S. Beardsley Jr., Hispano-Classical Translations Printed Between 1482 and 1699 (Pittsburgh: Duquesne University Press, 1970). l4 Diodorus Siculus, Bibliotheca Historica, trans. John Skelton, eds. F. M. Salter y H. L. R. Edwards, I (London: Oxford University Press, 1956), 136—63. 15 V6ase Crist6ba1 de Virués, Laggran Semiramis, en Poetas drami- ticos valencianos (Madrid: Biblioteca Selecta de Clisicos Espafioles, in 1929). 16 123 En la jornada tercera Zelabo da una caracterizaci6n acertada de la Reina cuando dice: ZELABO Eres muger de condici6n inica [sic], i cruel i tirana i resoluta; eres muger, a1 fin, brava i temida, no me espanto que seas atrevida; 1 e1 ver que cuanto emprende 1e sucede segfin su pretensi6n, hari que emprenda cualquier empresa, pues 1a dicha ecede a la virtud i a cualquier otra prenda, i, quien dichoso conocer puede soltar en todo a su plazer 1a rienda, lo que no, aunque mis sea, e1 desdichado que esti con su desdicha acovardado. Aunque ésta ni por ser dichosa osa, ni por ser valerosa o avisada, sino por ser sobervia y ambiciosa i verse en real silla entronizada; por ser muger, por verse poderosa, por tener la cruel tiranizada esta infelice i grande Monarquia, que estar en mano varonil devria (pig. 50). V6ase Virués, 35—37, y la escena primera de La mujer qpe manda en C383 . l7 Esta aproximaci6n a1 personaje de Jezabel debe su inspiraci6n a la muy interesante obra del profesor Ion T. Agheana, The Situa- tional Drama of Tirso de Molina (New York: Ediciones Plaza Mayor, 1972). 18 19 El profesor Glaser adopta un punto de vista diferente en la Asi tambi6n parece verlo e1 profesor Morton: When the drama in Act 1, scene iv, begins its movement with Jezebel as the motive force, it stresses the fact that the key to Jezebel's character and the key to the situation of evil in the drama is not merely in her lust, nor only in her Baalism. These are but symptoms of the satanic evil which Jezebel personifies, for pride is at the core of Jezebel's character (pigs. 29-30). interpretaci6n de esta escena, poniendo mayor 6nfasis en el caricter dominante de la lujuria de Jezabel: 124 The relevance of Jezebel's unbridled sensuality to Tirso's dramatic design rests on her making Naboth the object of her lust, a feature that turns her role into a dominant one. By center- ing the interest on her, Tirso is able to lend unity to his recasting of the complex source material: the issue of Baalism appears hence- forth as an outgrowth of the queen's infatuation .for the pious Jezreelite ("La mpjer que manda en casa," pig. 28). 20 Ahgeana, pig. 81. 21 Véase tambi6n Glaser, "La mujer que manda en casa," pigs. 28-29. 22 Agheana, pig. 82. 23 Agheana, pig. 83. 24 E1 profesor Glaser da una interpretaci6n distinta de esta esce— na: ". . . the significance of the scene, the climax of act one, does not lie in its revealing character through action, but in esta- blishing the irreconcilable antinomy between Jewish and pagan values that leads to catastrophe" ("La mujer que manda en casa," pig. 30). 25 V6ase, en particular, Glaser, "La mujer que manda en casa," pig. 39; Shervill, pig. 501. 26 Recu6rdese el caso en que Jezabel saca partido de su propia pasi6n lujuriosa por Nabot para tratar de seducir a éste a la trai- ci6n y al regicidio. Este uso de la propia sensualidad para alcan- zar los fines que el personaje se propone puede haberse inspirado en las escenas finales del acto segundo de La gran Semiramis de Virués, en que Semiramis, que desea seducir a Zopiro, lo convence, despertando su lujuria y su ambici6n de poder, de que la ayude a dar muerte a Nino, esposo de Semiramis y rey de Babilonia. 27 V6ase Levitico, 11. 28 Al respecto, sefiala Glaser: The incident of the ravens may not be dismissed as a "measure of poetic justice." It by far exceeds such narrow confines in its significance 125 for the artistry and the doctrinal message of the drama. Tirso shows, in a rather spectacu— lar fashion, that the merciful Lord employs every conceivable means for awakening recal- citrant sinners to repentance ("La mujgr que manda en casa," pig. 32). 29 Glaser, "La mujer que manda en casa," pig. 32. 3O Glaser, "La mujer que manda en casa," pig. 32. 31 Dice Criselia: CRISELIA La Reina, Nabot, os manda, primero que os ausent6is de esta sala, que estudiéis, pues e1 favor no os ablanda, vuestra dicha, o vuestro dafio, aunque es nueva la doctrina. Corred aquesa cortina y dad lugar a su engafio (pig. 612). 32 Maurel, pigs. 334-35. 33 La importancia de este aspecto del discurso de Raquel puede notarse si se tiene en cuenta que Tirso, a1 llamar a Amri traidor en realidad contradice e1 relato del Viejo Testamento en el que éste fue elegido rey por el pueblo cuando Zambri traicion6 a1 rey Baasa y usurp6 su corona. La victoria de Amri sobre el usurpador y la ulte- rior muerte de éste a sus propias manos distan mucho de ser muestras de traici6n por parte del primero, y aparecen como un ejemplo de jus- ticia divina. V6ase, a1 respecto, III Reyes 16:9-23. 34 La Sagrada Biblia, II, 240. 35 Dice Maurel: Aprés la mort de Achab, la piéce adopte un rythme plus rapide que celui du texte biblique dont les premiers versets du Livre IV des Rois sont résumés en une tirade de J6hu ou méme simplement omis. Tirso en vient sans tarder au d6nouement; la mort d'Achab, d'Ahazia, de Joran et de Jézabel inter- vient en un temps trés court (pig. 45). 126 36 Gabe sefialarse que entre estos cargos no figura de manera alguna 1a lujuria de la Reina. Su acusaci6n, que viene a confirmar mi inter- pretaci6n de la obra, sugiere que la muerte de Nabot fue debida a "el poder y la soberbia,/la ambici6n y la malicia" (pig. 624) de Jezabel. 37 La Sagrada Biblia, II, 272. 38 Glaser, "La mujer que manda en casa," pigs. 41-42. 39 Glaser, "La mujer que manda en casa," pig. 41. 40 Al respecto, dice Maurel: Cependent, 1'6conomie g6n6rale du r6cit biblique est quelque peu modifiée: Tirso condense les 6v6nements autour du couple impie form6 par Achab et Jézabel, et i1 en pr6cipite 1a marche pour atteindre i une plus grande unit6 et plus de densit6. C'est ainsi que les guerres d'Achab contre le roi de Syrie, son alliance avec Josaphat, sont passeés sous silence (pig. 45). CAPITULO IV LA VENGANZA DE TAMAR En la mayoria de los estudios interpretativos de La venganza de Tamag los criticos muestran en general una tendencia a aceptar como hecho ineluctable 1a existencia de dos acciones dentro del drama, la que concierne a la violaci6n de Tamar por Am6n, y la que gira en torno a la ambici6n de Absa16n.1 Dos de los que no siguen esta tendencia son e1 profesor Everett Hesse, en su articulo "The Incest Motif in Tirso's La venganza de Tamar," y John G. Morton, en su disertaci6n sobre Tirso, que han intentado elaborar una interpretaci6n integral de la obra que arguye, en algfin detalle, en favor de una cierta unidad temitica den— tro de ésta.2 Tal unidad se hace patente, segfin Hesse, si se observa con cuidado 1a terminologia apetitiva que Am6n y Absa16n utilizan a lo largo del drama para expresar sus pasiones dominantes. E1 vocabulario usado por ambos personajes, dice, insinfia que existe una esencial simi- laridad entre la inclinaci6n a1 incesto por parte de uno, y la ambici6n del otro. Sin embargo, su articulo no elabora adecuadamente este aspecto de su interpretaci6n por ser un tanto secundario a su prop6sito original, y s6lo sugiere que la semejanza de los m6viles de los Princi- pes tiene su explicaci6n en el hecho de que las pasiones de ambos son manifestaciones de una misma inclinaci6n al desorden. Una semejante aproximaci6n a este problema de la unidad temitica es la que se encuen- tra en el estudio del profesor Morton, quien cree ver en las pasiones 127 128 de Am6n y Absal6n una simiente comfin de soberbia y desmedida auto- estima. Pero, en mi opini6n, las razones que dan Hesse y Morton a1 respecto no son del todo satisfactorias porque pretenden cimentar una supuesta unidad dentro de la obra en una interpretaci6n un tanto gene— ralizante de la comunidad de los m6viles de ambos hermanos. Creo que si las acciones que giran en torno a éstos han de integrarse dentro del plan general de La venganza de Tamar, tal integraci6n 3610 se hace posible si se trueca e1 enfoque favorecido por la mayoria de los eru- ditos hasta aqui, el cual no presta debida atenci6n a la importancia del papel que hace e1 rey David en este drama. Si bien e1 profesor J. C. J. Metford reconoci6, en su articulo sobre los dramas biblicos de Tirso, e1 caricter trigico de la figura de David y la forma en que este personaje parece dominar a los otros a pesar de no estar en escena sino en pocas ocasiones, ni 61, ni los criticos posteriores intentaron explorar 1a significancia de la pre- sencia del Rey en el contexto de la unidad temitica de la obra.3 La raz6n de este descuido se encuentra, en mi opini6n, en el hecho de que Tirso cre6 en Am6n un personaje cuya complejidad y atractivo no han sido superados en el teatro del Siglo de Oro. E110 explica que, en su mayoria, los estudios que se han hecho hasta el presente concentren su atenci6n en el anilisis de la conducta del Principe sin tener en cuenta que ésta se halla intimamente asociada a la influencia que sobre 61, asi como sobre los demis, ejerce su padre.4 Pero si, por el contrario, se desplaza e1 enfoque critico de Am6n a David, puede verse que el Rey es el verdadero centro del cual irradia toda la acci6n del drama. Y e1 anilisis de La venganza de Tamar que permite esta nueva perspectiva hace evidente, en particular, los lazos de causalidad que encadenan las 129 acciones del incesto y violaci6n de Tamar por Am6n, y la desenfrenada bisqueda de poder por parte de Absal6n. El prop6sito de este capitulo seri, pues, el de estudiar e1 complejo sistema de relaciones que, usando como eje a David, asocia y unifica las acciones principales del drama, con el fin de dejar a1 descubierto algo de la t6cnica que Tirso utiliza tanto en la caracterizaci6n de sus personajes como en la estruc- turaci6n de la obra y exposici6n de su contenido didictico. Como se ha sefialado, la personalidad de Am6n ha dado lugar a diver- sas interpretaciones. Lo que 6stas tienen en comfin es una tendencia a explicar 1a neurosis del personaje en funci6n de su caricter bisicamente egoc6ntrico. Pero si bien esta opini6n es, en general, acertada, no llega a1 fondo de la cuesti6n, ya que para poder comprender la conducta de Am6n es necesario estudiarla teniendo en cuenta 1a influencia que sobre 61 ejerce su padre. La relaci6n que existe entre ambos fue par- cialente descubierta por el profesor Metford: Amnon and David are among Tirso's greatest crea- tions, a son and a father who, at first sight, are completely unlike, yet, on closer examination, are seen to represent two facets of the same tempera- ment. In the play, David, although no longer in the prime of his powers, is still the hero, winning battles as in his youth. Amnon is the man of peace in an age of war, recalling Marlowe's Edward II. . . . From David, the sweet singer of psalms, he has inherited only his love of poetry. . . . Whereas David has been a great lover, Amnon scorns women as faithless creatures with whom he could never be happy.5 Sin embargo, creo yo que Am6n y David no representan, como dice Metford, dos facetas de un mismo temperamento, sino la misma faceta. lo que los diferencia es el deseo que el Principe muestra de ocultar las semejanzas que existen entre 61 y su padre, como puede verse en las escenas a1 comi- enzo del primer acto. Al llegar Am6n, Eliazer y Jonadab a Jerusalén, e1 Principe se queja de tener que participar en las aventuras b61icas 130 del Rey. Al recordarle su amigo y sirviente la afici6n de éste por la guerra, Am6n responde indicando su poca afici6n a las armas: AMON No soy tan soldado yo cual d61 1a fama pregona. No obstante, esta afirmaci6n se ve contradicha por dos de los persona- jes en las escenas iniciales de la obra. En su primer parlamento Eli— azer ensalza e1 entusiasmo con que su amo habia participado en las escaramuzas que tuvieran lugar en las murallas de Rabata, y mis tarde Absal6n, al hacer menci6n de la poca inclinaci6n de su hermano por las j6venes de la corte, hace un comentario semejante: ABSALON En ti, pricipe infinito; pues, con ser tan soldado, nunca fuiste enamorado (pigs. 363-64). La clave de esta contradicci6n entre lo que afirma Am6n y lo que dicen los otros personajes debe buscarse en el propio Am6n, y se encuentra en sus palabras a1 explicar lo extrafio de su conducta a Eliazer y Jona— dab: AMON Si, Eliazer; nueva es, por eso 1a apruebo; en todo soy singular; que no es digno de estimar el que no inventa nada nuevo (pig. 363). Esta aseveraci6n de su caricter finico y excepcional por parte de Am6n ha sido vista por el profesor Morton como una manifestaci6n de su soberbia y excesiva autoestima. Sin embargo, soy de la opini6n de que sus palabras evidencian una actitud diametralmente opuesta, y que dan muestra de una gran falta de confianza en su propio valer. La clave de esta interpretaci6n se encuentra en el hecho de que si Am6n se con- ' ello no se debe sino a un deseo de no ser sidera en todo "singular,' comparado con nadie, especialmente con su padre. Y este temor a las comparaciones es comprensible si se presta atenci6n a la admiraci6n 131 que entre todos suscita David. Las continuas referencias a las hazafias del Rey desde nifio que se hacen desde el comienzo lo establecen como el objeto de un verdadero culto por parte de sus sfibditos.7 A 103 ojos de éstos David es en todo superior a1 resto de los mortales. En particular, las menciones que hacen los personajes de la victoriosa campafia que lleva a cabo contra los amonitas contribuyen a proyectar la imagen de un guerrero ejemplar que es el patr6n con que se mide a los hombres de armas. De igual modo, su supremacia sexual se ve reflejada en los comentarios de los Principes y de Eliazer, quien recuerda a Am6n 1a debilidad de su padre por las mujeres y su 6xito entre ellas. Su invencibilidad como amante se ve magnificada por los comentarios que hace Absal6n acerca de la semejanza del amor y la guerra: ABSALON Bien puedes permitirles este nombre: amando de noche, un hombre, Lno asalta tambi6n paredes? aVentanas altas no escala? 5N0 ronda? 3E1 nombre no da? aTrazando ardides no esti? Luego Amor a Marte iguala (pig. 363). Si se tienen en cuenta estos atributos del Monarca, de los cuales los personajes hacen menci6n en repetidas oportunidades, no sorprende, entonces, que Am6n, su hijo mayor, no desee ser comparado con su padre. Cuando e1 Principe asegura no estar interesado en las artes mar- ciales a pesar de haber evidenciado gran habilidad en el campo de batalla, trata, en mi opini6n, de no mostrar demasiado interés en un tipo de actividad en la cual su padre sobresale. El que ésta sea 1a verdadera raz6n por la que Am6n dice tener poca afici6n a las armas se hace claro en sus acciones y sus palabras de la escena segunda, cuando Eliazer compara a Am6n con su padre a1 hablar del poco interés que el 132 joven muestra por las mujeres: AMON iLaitima tengo a1 casado con una mujer a cuestas! ELIAZER Poco en esto te pareces a tu padre. AMON Muchas veces de este modo me molestas. Ya $6 que a David, mi padre, no le han parecido mal, testigo la de Nabal y Bersab6, hermosa madre del risuefio Salom6n (pig. 365). La irritaci6n evidente en sus palabras muestra que le es molesto que lo comparan con David. Pero pronto puede verse que ello no se debe a que el Principe sea, como dice, distinto de su padre, puesto que la escena precedente sugiere que en realidad Am6n no detesta a las mujeres, sino que trata de ocultar a los demis 1a atracci6n que siente por ellas. En el transcurso de la conversaci6n que tiene con sus hermanos, luego de haber encontrado faltas en todas las j6venes de la corte, Am6n afirma que jamis nadie lo veri amar, pues dice tener "mala condici6n" para el amor. Sin embargo, el diilogo que sigue muestra que su despre- cio de las mujeres en general 5610 se hace aparente cuando se le sugi- ere que trate de cortejar a alguna. Cuando Adonias le hace un comenta— rio acerca de la pr6xima boda de Elisa con Josefo, Am6n, contradiciendo su anterior actitud mis6gina, dice del esposo: "Bella mujer 1e han de dar" (pig. 365). La raz6n por la que en esta oportunidad puede expre- sar libremente su impresi6n de esta mujer se debe a que, por estar Elisa a punto de desposarse, nadie puede esperar que Am6n se interese por ella. De igual modo, su afin de ocultar sus verdaderos sentimien- tos para con las mujeres y el amor, evidente en esta escena, se vuelve a hacer manifiesto cuando dice a sus hermanos que iri a la boda. Sus 133 palabras estin cargadas de un significado que hasta ahora ha sido pasado por alto por los criticos: AMON Ir6 a danzar, mas que no a vella. Pero ha de ser disfrazado si es que miscaras de admiten (pig. 365). Lo que llama la atenci6n en ellas es su insistencia de que s6lo iri a la boda si se admiten miscaras. Esta determinaci6n se explica si se comprende que el Principe pretende ocultar algo a la vista de los demis. Si se tiene en cuenta que una boda es una celebraci6n pfiblica del amor entre un hombre y una mujer, se hace obvio que Am6n quiere participar en ella a la vez que ocultar su interés en tal celebraci6n. Teme des- cubrir, si participa abiertamente en ella, el verdadero interés que siente por las mujeres ya que el hacerlo lo pondria en posible compe- tencia con David, que es considerado por los demis como modelo de aman- tes. Receloso de mostrar su inferioridad, Am6n prefiere negar su inclinaci6n. E1 afin con que el joven principe trata de negar las tendencias que lo asemejen a su padre se hace manifiesto aun cuando llama la aten- ci6n de los demis sobre el finico rasgo que dice tener en comfin con 61, su afici6n a la poesia. A1 afirmar que como el Rey 61 tambi6n encuen- tra solaz en ella, cuida de hacer explicita 1a diferencia fundamental que existe entre ambos a1 sefialar que, contrariamente a lo que sucede con David, que es verdadero poeta, 61 se conforma con ser mero lector. La tenacidad con que Am6n niega todo interés en las que pueden consi- derarse como las tres facetas mis sobresalientes de la persona del Rey, esto es, su calidad de guerrero, amante y poeta, descubre, en mi opi- ni6n, un aspecto central de la personalidad del Principe: un fuerte complejo de inferioridad cimentado en la figura siempre triunfadora de 134 su padre. Tal complejo, que lleva a1 personaje a vivir una vida de constante negaci6n, produce a la vez un cierto resentimiento hacia aqu61 que Am6n ve como el responsable de su infelicidad. Y es ese resentimiento el que se manifiesta finalmente cuando e1 joven principe trata por primera vez de dar libre expresi6n a la mis primitiva de las pasiones que hasta el momento habia contenido a causa de su padre, su sensualidad. La escena tercera del acto inicial es de singular importancia en esta obra por ser la primera en que Am6n comienza a expresar con alguna libertad sus verdaderas inclinaciones. Despu6s de la conversaci6n que tiene con Absal6n y Adonias en la que aqu61 confiesa su interés por las mujeres del Rey, Am6n, a1 quedar solo, comienza a mostrar que las pala- bras de su hermano han despertado algo mis que su curiosidad por saber qu6 es lo que hacen ellas en la ausencia de David. Su diilogo con Jonadab sugiere que el Principe ha comenzado a tener dudas acerca de la virilidad du su padre debido a su edad ya algo avanzada: AMON Tanta mujer que enamora a mi padre, ausente y viejo, aqu6 puede hacer encerrada? Pues es cosa averiguada que la que es de honor espejo en la lealtad y opini6n, en fin, es frigil sujeto y un animal imperfeto. JONADAB Si toda la privaci6n es del delito madre, deseari su liviandad el hombre, que es su mitad; y no estando ya tu padre para fiestas, ya lo ves . . . (pig. 366) La astucia de Jonadab le permite entender perfectamente 1a a1usi6n que hace Am6n a la vejez de David. Se da cuenta de que lo que el Principe quiere es que alguien 1e confirms su impresi6n de que las circunstancias 135 son adecuadas para disputar 1a supremacia sexual del viejo rey. La raz6n por la que Am6n decide hacerlo en este momento debe buscarse en la actitud que Absal6n ha evidenciado momentos antes durante su con— versaci6n. Cuando los hermanos discuten las mujeres de la corte, Absal6n manifiesta su interés en las esposas y concubinas de David. Ante la sorpresa de Am6n, e1 joven principe afirma en tono arrogante: ABSALON S610 perdono a mi madre. Tengo tal condici6n, que con quien celebra bodas, envidiando su vejez, me enamoro, y habri vez en que he de gozallas todas (pigs. 365—66). Sus palabras, que se hallan cargadas de un tono prof6tico por hacer referencia a1 recuento biblico de la toma de Jerusalén por parte de Absal6n,8 llaman la atenci6n sobre el hecho de que el apetito que mues- tra e1 Principe por las mujeres de su padre es mis una infatuaci6n por el poder de éste que un mero deseo sexual desordenado. E1 poseer a las mujeres del Rey es para 61, en cierta forma, simb6lico de la posesi6n del poder real.9 Asi, en mi opini6n, parece verlo también Am6n, que comienza a darse cuenta de que, después de haber pasado toda su vida a la sombra de David, corre e1 peligro de ser desplazado nuevamente por su hermano menor, Absal6n. La belleza de éste, que atrae irremediable- mente a las mujeres, sumada a su gusto por la guerra, hacen de 61 un perfecto sucesor de David. Su popularidad en el reino excede la de Am6n haciéndolo asi un peligroso rival de 6ste, y la voluntad que mues- tra de disputar 1a supremacia de su padre es una llamada de atenci6n para el Mayorazgo, que siente que debe actuar con celeridad para anti— ciparse a su hermano. De ahi que encamine su conversaci6n hacia las mujeres de su padre cuando queda a solas con Jonadab y Eliazer. Lo que 136 finalmente lo decide a actuar es la confirmaci6n que su compafiero y su sirviente 1e dan de su impresi6n acerca de la edad de su padre. David esti ya demasiado viejo para sus mujeres y, por lo tanto, demasiado viejo para seguir manteniendo a Am6n bajo su sombra. E1 Principe reco— noce que si no reacciona con presteza quedari relegado para siempre. Teniendo en cuenta estas circunstancias puede comprenderse e1 instantineo enamoramiento que sufre Am6n en el jardin del palacio. La raz6n de éste se debe a que el Principe entra en las habitaciones rea- les ya dispuesto a enamorarse de una de las mujeres de David. Ya sea que lo haga consciente o subconscientemente, ésta es la verdadera explicaci6n de su aventura nocturna. Am6n ha decidido expresar libre- mente su sensualidad en una de las esposas o concubinas de su padre con el objeto de tratar de desposeerlo de la absoluta preeminencia que tiene sobre todos sus sfibditos. Pero lo apresurado de su determina- ci6n hace que el Principe se precipite a ciegas en una situaci6n con- tranatural cuyas consecuencias no puede prever. Tirso reconoce preci— samente este factor y es por eso que elabora esta escena dentro de la mis absoluta oscuridad.10 Si bien este efecto fue usado con frecuen- cia por los dramaturgos del Barroco espafiol dentro de un contexto sim- b6lico en el que la ceguera que experimentan los personajes en la noche es representativa de su ceguera espiritual, el uso de la oscu- ridad que hace Tirso aqui es, creo, mis complejo. Aunque es indudable que las sombras de la noche sumadas al ambiente bochornoso son clara a1usi6n a la pasi6n que se ha de encender en Am6n, e1 hecho de que éste penetre en la oscuridad y en ella trOpiece casi a los pies de Tamar sugiere que el Principe, a1 expresar su sensualidad con el fin de desplazar a su padre en el amor de una de sus mujeres, abre las 137 puertas a un mundo de pasiones cuya fuerza no conoce y que por ello 1e serin imposibles de controlar. Asi se nota desde el comienzo cuando, una vez decidido a entrar en las habitaciones del palacio destinadas a las mujeres de su padre, muestra una firmeza y una determinaci6n que hasta entonces 1e habian sido ajenas. Cuando Eliazer 1e sugiere que seria desmasiado atrevido e1 intentar tal acci6n, Am6n responde con palabras que sugieren que sus pasiones se han aduefiado de 61: ELIAZER Si e1 Rey viene a saberlo, no es raz6n que le enojes; pues no ignoras que a1 que aqui dentro cogiese, por mis principe que fuese viviria pocas horas; que las casas de los reyes gazan de la inmunidad de los templos. AMON Es verdad; mas no se entienden las leyes con el Principe heredero. Provecho es hacer mi gusto (pig. 367). Los parlamentos del Principe evidencian su deseo incontenible de pene- trar dentro del dominio de otro hombre y, amparado en el poder que su rango 1e confiere, arrebatarle una de sus mujeres. Su actuar, de esta manera, trae precisamente a la memoria el caso de su padre cuando enamorado de Bersab6 se la arrebat6 a Urias. Al igual que David, Am6n abusa de su poder y actfia consciente de su impunidad. Sus acciones se ven asi doblemente relacionadas con su padre: por una parte constitu- yen un acto de rebeldia destinado a disputar 1a supremacia que éste hasta ahora habia mantenido; y por otra, mimetizan las de David en su juventud, confirmando con ello 1a maldici6n de Dios a los hombres que se apartan del camino justo, a quienes condena a que vean a sus hijos , l repetir sus pecados hasta la tercera y la cuarta generacion.1 Aun 138 cuando e1 resultado de su atrevimiento sea en principio imprevisible, 1a voluntad de Am6n de imponer sus caprichos y sus pasiones, en este caso a expensas del honor de su padre, sugiere que el resultado final seri igualmente catastr6fico para el Principe y para David. La inclinaci6n a enamorarse de una de las mujeres de su padre que hace manifiesta Am6n a1 entrar en el jardin del palacio y la violencia con que se desata su sensualidad hasta entonces contenida hacen que el joven principe se mueva espiritual, asi como fisicamente, en la oscu- ridad. Am6n va a enamorarse de una mujer, de cualquiera de ellas, y va a hacerlo con todos sus fuerzas. Asi puede verse en su primer con- tacto con Tamar en el cual, contrariamente a lo que sucede con tanta frecuencia en la Comedia, el amor entra no por los ojos de Am6n, sino por sus oidos. Al oir el cantar amoroso en el que ella dirige sus pensamientos a Joab, Am6n queda inmediatamente prendado: AMON Amor, no 56 qu6 os diga, si vuestro rigor viene a oscuras y de noche porque los ojos cierre, como a la voz iguale 1a belleza que suele ser ingel en acentos y en rostro ser serpiente... iTriunfad, nifio absoluto, de un coraz6n rebelde, si rfistico, ya noble, si libre, ya obediente! (pigs. 368—69) La gestaci6n de su instantineo enamoramiento tiene poco de natural y se muestra en directa contradicci6n con las ideas sobre el proceso que sigue el hombre a1 enamorarse que hace manifiestas Tirso en un muy importante pasaje de El vergonzoso enpalacio.12 En 61, don Antonio emplea un lenguaje metaf6rico para describir sus emociones. El que ama, dice, es como un pintor que retrata a1 ser amado en el entendimi— ento con los colores y matices que le dan sus ojos. S6lo después de 139 realizada esta pintura puede la "reina voluntad" elegir a quien ha de consagrarse y ponerle e1 "marco de amor" con que cuelga su retrato en la memoria. Sin embargo, Am6n sigue un camino totalmene distinto a1 enamorarse de Tamar. Su amor, puede decirse, es doblemente ciego, pues e1 Principe no ha visto jamis a1 ser que dice amar, y ello es sugestivo de que su "amor" no es tal. Es solamente una aberraci6n, producto de su imaginaci6n puesta a1 servicio de su voluntad de rebe— larse contra David. Y es por eso que cuando, luego de su aventura nocturna, Jonadab y Eliazer se manifiestan preocupados por su repen- tina inclinaci6n a la soledad, la respuesta que les da Am6n encierra un doble significado: AMON Triste estoy porque no vi. Dejadme, que de opini6n y vida, mudar pretendo; no quiero conversaci6n, porque ya con quien me entiendo solo es mi imaginaci6n (pig. 372). Por un lado, sus palabras indican que Am6n s6lo desea recrearse con las imigenes que su imaginaci6n 1e propone de la mujer a la que dice amar. Por el otro, ellas descubren una verdad oculta: la de que su enamoramiento es meramente un producto de su imaginaci6n. Es precisamente a raiz de las circunstancias peculiares en las que Am6n se confiesa enamorado de la mujer que ha encontrado en el jardin que debe tenerse en cuenta que lo que contribuye en gran medida a aumentar su pasi6n es el canto de amor y afioranza de Tamar por otro hombre.13 Si lo que pretende es disputar 1a supremacia de David en el aspecto sexual, e1 Principe necesita que la mujer en disputa est6 ena- morada de su padre. Y como aqu6lla de cuya voz 61 se ha enamorado vive en las habitaciones destinadas a las esposas y concubinas del Rey, Am6n cree, equivocadamente, que se trata de una de ellas. Su deseo de 140 arrebatirsela a David a toda costa se muestra claramente desde un principio en su inclinaci6n a poseerla por la fuerza. Asi puede verse en la escena en que 1e roba e1 guante y le besa la mano. Esta escena es de singular importancia porque revela e1 caricter de Am6n y anuncia en forma inequivoca e1 camino que han de seguir los sucesos poste- riores: TAMAR Un guante se me ha caido. AMON Debe de estar en el suelo. Ha1161e, ipardi6SI, que gano en hallazgos mucho ya. TAMAR zQu6 es de 61? AMON Tome. TAMAR Dadle aci. AMON Beséla otra vez la mano. (Bésasela) TAMAR LQuien tanta licencia os dio? Villano. AMON Mi dicha sola. TAMAR Dadme aci e1 guante. AMON Mam6la. (Visele a dar y bfirlala.) (pigs. 370-71) La manera en que Am6n engafia y se impone a Tamar para satisfacer sus deseos amparado por la oscuridad sugiere que el Principe no se halla interesado en los sentimientos de la mujer, sino en los suyos propios. Y ello se explica si se considera que Am6n no se "enamora" libremente, sino para manifestar su rebeli6n contra David. De ahi que la persona de la que se prenda y los sentimientos de ésta carezcan de mayor trans- cendencia para 61, ya que lo que la importa en realidad es seducir de una manera u otra a una de las mujeres de su padre. Sin embargo, 6110 no quita que Am6n sienta que su enamoramiento es real. Es mis, si 141 Am6n pretende emular al David amante con sus acciones, es indispensa— ble que su pasi6n sea sentida y vivida como real. Lo que hace de ésta una situaci6n imposible de resolver sin desen- cadenar a la vez conflictos afin mayores es la combinaci6n de la ciega obstinaci6n con que Am6n ha elegido a la que cree una de las mujeres de su padre para hacerla objeto de su infatuaci6n, y la poca ventura de su sino que determina que esa mujer sea su hermana. Asi parece darse cuenta e1 joven principe cuando reconoce que es Tamar la mujer de quien se enamorara la noche anterior: AMON De imposibles soy un mostro; esperando deseSpero. Ame e1 delfin a1 cantor, a1 plitano e1 persa adore a la estatua tenga amor el otro, e1 bruto enamore la asiria de mis valor; que de mi locura vana e1 tormento es mis atroz y la pasi6n mis tirana, pues me enamor6 una voz y adoro a mi misma hermana (pig. 373). A1 compararse con Pigmali6n y Semiramis, Am6n llama la atenci6n sobre el hecho de que su amor va contra lo natural, y sus palabras finales ponen en claro que ello se debe no 3610 al parentesco que lo une a Tamar, sino también a1 origen de su pasi6n: la voz de su hermana. E1 joven principe queda asi atrapado en la trama que 61 mismo ha urdido, ignorante de las consecuencias imprevistas de sus acciones y se cons- tituye, en cierta forma, en victima de circunstancias ajenas a su voluntad aun cuando, al menos en parte, participa activamente en la gesti6n de estas mismas. La manera en que los acontecimientos lo 11e- van irremediablemente hacia su caida es reveladora del caricter tri- gico de su sino. A pesar del deseo manifiesto de resistir sus impul- sos, Am6n es incapaz de hacerlo por haber trazado su destino por 142 anticipado a1 tomar 1a determinaci6n de entrar en el serrallo de su padre y despojarlo de una de sus mujeres. Para lograrlo 1e ha sido necesario, debido a su complejo de inferioridad ante David, obsesio- narse por tal mujer para poder asi dedicar todas sus fuerzas a su con- quista no obstante la presencia siempre notable de la figura del Rey en su vida y en la de todos los demis personajes. Su resignaci6n ante las circunstancias de su infatuaci6n se hace clara en su mon6— logo de la escena decimosegunda del primer acto: AMON LDe qu6 sirve entre los dos mi rebelde resistencia, amor, 51 en fuerzas sois dios y tiriis con tal violencia que a1 fin me lleviis tras vos? Desocupado esti el puesto de mi imposible tirana; deudor os soy solo en esto: iqu6 de estorbos, cruel hermana, en mi valor el cielo ha puesto! (pig. 374) Am6n reconoce que su finica salvaci6n, e1 huir de Jerusalén, 1e es imposible, y que s6lo 1e queda un camino posible: llevar a cabo la tarea que 61 mismo se ha impuesto y de alguna manera lograr la seduc— ci6n de Tamar. La escena que tiene lugar entre Am6n y Tamar en el baile es suges- tiva de una alternativa que el Principe trata de explorar como posible salida de la situaci6n desesperada en que se encuentra: e1 sublimar su pasi6n a través de un juego amoroso que no pueda terminar en la con- sumaci6n del incesto. Am6n se da cuenta de que es para 61 imposible acercarse a su hermana abiertamente y declararle su amor. Sin embargo comprende que puede llegarse a Tamar mediante un disfraz y tratar de enamorarla con la esperanza de que ella 1e corresponda. Si ella asi lo hiciese, 61 podria, al menos en cierta medida, satisfacer su obse- si6n sin tener que llegar a su conocimiento carnal, el cual seria 143 imposible en una relaci6n amorosa en la que una de las partes deberia permanecer por siempre oculta de la otra. Asi puede deducirse de las mismas palabras que el Principe dirige a Tamar: TAMAR aQuien sois vos, que habliis asi? AMON Un compuesto de contrarios que desde el punto en que 03 vi, me atormentan, temerarios, y todos son contra mi. Una quimera encantada; soy una esfigie con quien lucho, un volcin de nieve helada, y, en fin, por ser con vos mucho, no vengo, infanta a ser nada (pig. 375). Su discurso descubre que Am6n reconoce 1a imposibilidad de consumar su amor por su hermana ("por ser con vos mucho,/no vengo, infanta, a ser nada.") y ello nos sugiere que no es del todo improbable la interpre- taci6n de que las acciones del Principe sean un intento de canalizar su sensualidad hacia un juego amoroso sin consecuencias. Lo que destruye 1a posibilidad de que este juego pueda ser factible es la reacci6n violenta de Tamar cuando Am6n hace referencia a los sucesos de la noche anterior. Contrariamente a lo que sugiere e1 profesor Paterson, 1a raz6n por la cual 1a Princesa reacciona en forma tan violenta, luego de haber coqueteado abiertamente en el jardin, no debe buscarse en la oscuridad en que tiene lugar 1a escena inicial y el lugar pfiblico en que tiene lugar e1 segundo encuentro.14 Tamar puede mostrarse coqueta con el jardinero de su padre porque debido a1 abismo social que los separa sus juegos amorosos no pueden pasar a mayores. Por e1 contrario, a1 darse cuenta de que el simulado jardinero es un noble que ha atentado contra el honor del Rey a1 escalar las murallas de sus habitaciones, 1a situaci6n toma un cariz muy distinto. Tamar muestra en su c61era ser una celosa protectora de su reputaci6n y de 144 la de su padre, y al hacerlo cierra las puertas a la soluci6n del dilema en que se halla su hermano. La actitud de Tamar en la escena final del primer acto priva a Am6n de toda satisfacci6n y constituye un ataque a la imagen viril que éste trata de proyectar a través de sus acciones. Sus requerimientos amorosos han encontrado tenaz resistencia y han provocado e1 desprecio de la Princesa, quien manda que den muerte a1 que se ha atrevido a solicitarla. La repulsa de Tamar es tanto mis hiriente cuanto signi- fica una afirmaci6n de su fidelidad hacia otro hombre, e1 destinatario de la canci6n que entonara la noche anterior. Su resistencia provoca, de esta manera, 1a reacci6n agresiva de Am6n: TAMAR Miscara descomedida, levantaos luego de aqui, que har6 quitaros la vida. AMON Esa noche la perdi; tarde vendri quien 1a pida Mas, pues no es bien que a un villano mis favor de noche hagiis que a un ilustre cortesano, que queriis o no queriis 03 be de besar la mano. (Bésala y vase) (pig. 375). Al violentar 1a voluntad de Tamar para imponer 1a suya, Am6n hace patente que esti dispuesto a satisfacer su necesidad de establecer su identidad sexual a toda costa. Si su hermana no accede a participar voluntariamente en los juegos amorosos que 61 1e propone, e1 Principe parece estar decidido a forzarla a hacerlo. Tal decisi6n presagia, nuevamente, el cariz trigico del eventual desenlace. Como puede verse, en la e1aboraci6n de este acto Tirso glosa en . s . , 1 gran medida los versiculos biblicos que le sirven de inspiracion. Estos se reducen a indicar 1a existencia de una pasi6n desnaturalizada en Am6n por su hermana. En el primer acto de La venganza de Tamar e1 145 dramaturgo explora, en forma similar a la que empleara en La mujer que manda en casa, e1 c6mo y el porqu6 de esta pasi6n. Sus personajes adquieren dimensiones humanas, y tras cada una de sus acciones se empieza a entrever 1a importancia de otro personaje que afin no ha entrado en escena, David. La conducta de Absal6n y la de Am6n s6lo hallan una explicaci6n satisfactoria si se las estudia en funci6n de la influencia que el Rey ejerce sobre sus hijos y sobre el reino todo. Ambos principes muestran los efectos de la influencia paterna: Absa- l6n en una forma, si se quiere, positiva, a1 imitar, al menos en lo externo, la actitud de David; Am6n, por el contrario, en forma nega- tiva, a1 tratar de negar todos los aspectos de su personalidad que lo puedan asemejar a su padre. En particular, la conducta del Mayorazgo se ve motivada por un sentimiento de inferioridad frente a David, y su intento de superar e1 complejo a través de un acto de rebeli6n y desa- fio es la causa inicial del conflicto que 10 ha de llevar hacia su propia destrucci6n. E1 acto segundo se inicia con una escena cuya indole, en mi opi- ni6n, es mis seria de lo que piensa e1 profesor Paterson.16 Dado el caricter neur6tico de Am6n y la situaci6n desesperada en que se encuen- tra, sus acciones y sus palabras deben ser observadas con cuidado por- que dejan entrever e1 proceso que sigue su infatuaci6n por Tamar. Su diilogo con Eliazer y Jonadab no deja dudas sobre el origen de su melancolia aun cuando sus compafieros no parecen darse cuenta: JONADAB Esta su melancolia tiene, sefior, lastimada a toda Jerusa16n. ELIAZER No hay caballero ni dama que a costa de alguna parte de su salud, no comprara la tuya. 146 AMON zQuiérenme mucho? ELIAZER Como a su principe. AMON Basta. No me habléis mis en mujeres: ipluguiera a Dios que se hallara medio de conservar 1a naturaleza humana sin haberlas menester! (pig. 376) La impaciencia de Am6n a1 pedir que su amigo y su sirviente dejen de hablar de mujeres cuando éstos en realidad no hablan de ellas, sino de los sfibditos del reino en general, muestra que la mente del Principe se halla obsesionada por el rechazo que sus requerimientos han encon- trado en Tamar. Su desprecio de las mujeres es indicativo de que, para su propia tranquilidad, Am6n hubiera preferido sentirse libre de toda inclinaci6n hacia ellas. Pero a causa de haber dejado que su sensualidad se exprese libremente por primera vez reconoce que ha per- dido 1a confortable seguridad que le proveyera su aislamiento ante- rior. E1 malestar que esta p6rdida produce en el joven Principe acen- tfia los sintomas que provoca su monomania y es causante de la desaz6n que lo aqueja. Resentido consigo mismo por haber alterado 1a tranqui- lidad un tanto resignada en que vivia, estalla en arrebatos de ira que encauza hacia todo aqu61 que se halle a su alrededor. Sin embargo, pronto se hace claro que su enojo tiene su origen bisicamente en si mismo. Ello se puede ver en su diilogo con el maes- tro de esgrima, a1 comienzo de la escena segunda: AMON Dadme, pues, la negra espada aunque se queda en blanco mi nunca verde esperanza, mejor que la espada negra pudiera jugar 1a blanca. MAESTRO Vuelva el cielo, gran sefior, los colores a tu cara, que la tristeza marchita con la salud que te falta. 147 AMON Ret6rico impertinente, el que es diestro jamis habla; jugad las armas callando o no os preciéis de las armas (pig. 377). A1 acusar a1 maestro de ret6rico impertinente, Am6n proyecta en aqu61 la misma falta de la que 61 mismo se siente culpable. Si hay alguien que hasta el momento 8610 ha sido diestro en la ret6rica, éste ha sido Am6n. Y 1a ret6rica en la cual ha brillado no ha sido la del amante que con ella seduce a la mujer, sino 1a del amante que se queja del amor no correspondido. E1 Principe reconoce que al menos hasta enton- ces ha fracasado rotundamente y que, como los charlatanes que después de muchas jactancias ven frustrados sus intentos, 61 también ha sido incapaz de llevar a cabo e1 plan que se habia propuesto: proyectar una imagen viril capaz de superar la de su envejecido padre. E110 explica el que luego de haber echado a sus sirvientes de sus habita— ciones los vuelva a llamar para buscar alivio en su compafiia. Por ser 61 mismo e1 objeto de su ira detesta 1a soledad porque ella es condu- cente a1 autoanilisis y con ello a1 aumento de su furor. Al mismo tiempo 1a desea para poder descargar sus emociones en si mismo, ya que 61 es en realidad e1 verdadero responsable de lo que sucede debido a su incapacidad como amante. La entrada triunfal de David en Jerusalén exacerba los sentimien- tos de Am6n porque sirve para recordarle que mientras que su padre, a pesar de sus afios, continfia sus conquistas sin hallar obsticulos que lo detengan, 61, en la plenitud de su vida, 3610 ha encontrado fraca- sos en sus intentos de afirmar su valer. Asi puede verse en su res- puesta a Jonadab, quien 1e relata e1 arribo de David: AMON A1 melanc61ico agravan e1 mal, contentos ajenos. Idos todos de mi casa, 148 dejadme a solas en ella, mientras veis que me acompafian desesperaci6n, tristeza, locura, imposibles, rabia, pues cuando mi padre triunfe muerte me darin mis ansias (pig. 378). Los dos versos finales de su parlamento son, creo, reveladores de los sentimientos de Am6n para el Rey. Aun cuando e1 penfiltimo ("pues cuando mi padre triunfe") puede entenderse como "pues aun cuando mi padre triunfe," la evidencia que dan los dos primeros de este discurso ("Al melanc61ico agravan/e1 mal, contentos ajenos.") sugiere que el significado es totalmente distinto: "cuando" tiene aqui valor de "cuando quiera que." E1 Principe detesta los triunfos de su padre porque su mera ocurrencia aumenta en 61 su complejo de inferioridad. Si bien e1 simple hecho de ser hijo de un padre de prosperidad pricticamente ilimitada es suficiente para intimidar a Am6n y crear en 61 un complejo de inferioridad, pronto se ve que es muy posible que el Rey mismo haya contribuido activamente, y en forma inadvertida, a la gestaci6n del tal complejo. Las primeras palabras de David al entrar en escena revelan un aspecto importante de su personalidad, su vanidad. En lugar de ser otros los que canten sus glorias, es el Rey mismo el que hace un recuento de ellas. Luego de vanagloriarse de sus victo- rias y hazafias que comenzaran en edad temprana, a1 dirigirse a sus esposas hace menci6n del origen de cada una poniendo 6nfasis en el hecho de que todas ellas pertenecieron en el pasado a otros hombres. Aun cuando podria argfiirse que el discurso en cuesti6n pudo haber tenido una funci6n bisicamente informativa para aquellos en el pfiblico que no conocieran la historia de David, quedaria por explicar por qu6 Tirso eligi6 precisamente a1 Rey para declamar sus propias glorias. En mi opini6n, lo hizo para llamar la atenciin sobre su vanidad, 1a 149 cual apareceria asi como contributiva a la formaci6n del caricter de Am6n. Si David es afecto, como parece, a la vanagloria, su sed de elegios confrontaria constantemente a1 Principe con la grandeza de su padre y, por lo tanto, con su propia pequefiez. Este aspecto de su relaciin se ve perfectamente ilustrado en el encuentro entre ambos en la escena quinta del segundo acto. La manera en que David se dirige a Am6n evidencia un total desconocimiento de las tribulaciones de su hijo, a las que contribuye sin saberlo: DAVID LQu6 es esto, amado heredero? Cuando tu padre dilata reinos que ganarte trata, por ser t6 e1 hijo primero, dejindote consumir de tus imaginaciones Lluto a1 triunfo alegre pones, que me sale a recibir? (pig. 380) La forma condescendiente en que lo trata en frente de los otros miem— bros de la familia real y de Joab es humillante para el joven principe, pues lo primero que hace es recordarle que viene triunfador del campo de batalla en el cual, dice, trata de ganarle nuevos dominios, con lo que sugiere 1a incapacidad de Am6n de hacerlo por cuenta propia. A la vez, sus palabras hacen resaltar implicitamente que el mayorazgo ha estado ausente durante la campafia, y al recriminarlo por su melancolia inadvertidamente lo acusa de demostrar poca virilidad a1 dejarse domi- nar por su imaginaci6n mientras que su padre y sus hermanos se dedican a la guerra. En su intento de consolar a su hijo, David logra un efecto diametralmente opuesto a1 deseado y agrava e1 malestar de Am6n, a quien trata como a un nifio malcriado. En lugar de intentar hablar con 61 para poder sacar a luz e1 origen de su melancolia, lo finico que se le ocurre es recordarle sus obligaciones de ser agradecido para con su padre por los bienes que iste 1e permite gozar. 150 La ira que causa en Am6n la condescendencia de David se hace clara en sus tajantes respuestas a la insistencia paterna. Ante las repetidas apelaciones del viejo rey, destinadas todas a recordarle a Am6n lo que a 61 1e debe, e1 joven se encierra en un profundo mutismo, rehusando incluso mirar a su padre. Y es por eso que cuando éste deja las habitaciones Am6n decide abandonar 1a pasividad en que se habia hundido hasta entonces. Luego de haber sido tratado como un nifio por David, tiene 1a necesidad de tratar de restaurar e1 dafio que siente que éste ha infligido a su ya deteriorada autoimagen. Para lograrlo debe volver a apelar a Tamar, e1 objeto de su infatuaci6n. Una vez mis Am6n recurre a un plan de acci6n que le permita 1a afirmaci6n de su virilidad a través de su hermana sin tener que llegar para ello a su conocimiento carnal. Esta vez inventa la historia de la princesa amonita muerta durante la filtima campafia de su padre, y de la cual dice haberse enamorado.17 A1 convencer a Tamar de que la finica manera de curar su melancolia es mediante su participaci6n en un juego amoroso en el que ella haga el papel de la desafortunada prin- cesa, Am6n establece un medio de satisfacer, aunque sea parcialmente, su necesidad de afirmar su identidad sexual. Pronto se hace bien claro, sin embargo, que lo que es un juego sin mayor trascendencia para Tamar ("No har6 poco en no reirme" [pig. 384]) es sumamente impor— tante para Am6n. Mientras que su hermana participa en el juego siempre "actriz" e1 Principe lo hace totalmente consciente de su capacidad de inmerso en su papel de amante. Ello 1e es absolutamente necesario porque Am6n necesita creer en la realidad de la ficci6n que ha creado para poder restablecer un cierto equilibrio espiritual. Asi puede verse cuando a1 fin de la escena amorosa que Tamar accede a represen- tar, el Principe se retira satisfecho luego de su apasionado coloquio 151 con su hermana. Lo que viene a destruir la ficci6n de Am6n es la aparici6n de Joab, el hombre de quien Tamar esti enamorada. Si bien su presencia puede considerarse como s6lo un artificio dramitico provisto por Tirso para introducir un nuevo conflicto dentro de la obra, su participaci6n en ésta tiene, para mi, un significado mis hondo. Como se ha sefialado con anterioridad, e1 enamoramiento de Am6n mimetiza el de su padre por Bersab6. A1 hacer a Joab amante de Tamar, Tirso introduce un nuevo elemento que hace esta mimesis afin mis perfecta, ya que el general de David, en su dedicaci6n a la causa de 6ste, se asemeja a Urias. El rival de Am6n se constituye, a la vez, en hombre de carne y hueso, y deja de ser una mera abstracci6n. Y si e1 Principe esti de alguna manera consciente del paralelo entre sus acciones y las de su padre en la seducci6n de Bersab6, entonces la preferencia que muestra Tamar por Joab se vuelve afin mis dolorosa porque se opone abiertamente a la preferencia que mostrara 1a madre de Salom6n por el Rey, lo que hace que Am6n fracase una vez mis en su intento de equipararse a su padre. La ira con que el Principe confronta a su hermana indica que lo que ella crey6 ser un juego inofensivo y sin mayores consecuencias es para 61 una realidad hondamente sentida. Asi lo percibe ella entonces y lo hace manifiesto en sus palabras: TAMAR No me hables mis palabras disfrazadas, ni con engafios tu afici6n reboces, cuando Joab honesto amor pretenda; que andamos yo y tu dama muy pegadas, y no 36 yo c6mo tu intento goces, sin que la una de las dos se ofenda (pig. 387). De lo que se deduce de los filtimos versos de su soneto, Tamar parece haberse dado cuenta de que en la imaginaci6n de su hermano se ha borrado la tenue linea divisoria que existe entre la ficci6n y la 152 realidad. Por ello, y por no saber hasta qu6 extremos quiere Am6n llevar su juego amoroso a expensas de ella y de su amante, decide que le es imposible llevar a cabo su papel de princesa amonita. A1 tomar esta decision, sin embargo, no percibe e1 riesgo en que incurre a1 contrariar a su hermano que previamente, aunque sin e1 conocimiento de ella, ha manifestado una tendencia a la violencia como medio de satis- facer sus deseos. E1 estado espiritual en que queda Am6n, luego de haber sido rechazado por su hermana, se hace manifiesto en un mon6logo en el cual deja pocas dudas acerca del cariz de los sucesos que tienen lugar a continuaci6n. Las frustraciones que el Principe ha debido sufrir hallan su culminaci6n en la resistencia de Tamar, y esto causa que 61 concentre todo su rencor en ella: AMON zAnsi te vas, homicida? LCon palabras tan resueltas, la venda y la herida sueltas para que pierda la vida? Pues yo te dar6 venganza cruel, mudable Tamar; que, en fin, acabas en mar por ser mar en mudanza. iQue me abraso, ingratos cielos; que me da muerte mi rigor! (pig. 387) Sus palabras reflejan precisamente lo que Tamar ha intuido: Am6n ha Vivido 1a escena amorosa que tuviera con ella como una realidad y por lo tanto ha presumido que su hermana ha hecho lo mismo. Es incapaz, por consiguiente, de aceptar que para ella haya otra realidad de mayor importancia que la de la ficci6n que 61 1e propone. E110 explica las alusiones que hace a la mudanza de Tamar y a sus celos. Nuevamente, como ocurriera a1 fin del primer acto durante los festejos de la boda, la Princesa ha cerrado las puertas a la satisfacci6n de los deseos de Am6n. Pero esta vez e1 desaire a1 Principe es mis hiriente, ya que 153 ella no repudia meramente a un desconocido, sino que lo hace a sabien- das de que es Am6n, y en favor de su amante Joab. La firme decisi6n de su hermana no le deja mis salida que la de imponer su voluntad por la fuerza. Sin embargo e1 hacerlo implicaria llegar a extremos a los que el Principe no esti del todo seguro que puede apelar. De ahi que necesite nuevamente la intervenci6n de Jona- dab a quien da, como en la escena tercera del acto inicial, 1a oportu- nidad de articular las intenciones que 61 tuviera desde un comienzo. Su amigo y consejero reconoce nuevamente 1a necesidad de Am6n y sugiere e1 plan de acci6n a seguir. La violaci6n de Tamar, aunque implica la consumaci6n de un acto monstruoso, es la finica salida posible del labe- rinto que 61 mismo se ha creado, a la vez que, merced a1 plan propuesto por Jonadab, es un medio de rebelarse contra la autoridad paterna y de humillar a David en el acto de afirmar su identidad sexual. Por ello, e1 hacer que éste sea el que entregue, ignorante de lo que sucede, a su propia hija a las manos de su violador es un acto de suprema ironia que no debe ser pasado por alto. Sin embargo, Am6n no puede consumar este acto de rebeldia sin temor a las consecuencias que le ha de traer. De alli 1a importancia del mon6logo que tiene lugar antes de la entrada de David: AMON Si amor consiste solo en semejanza, y tanto los hermanos se parecen, que en sangre, en miembros y en valor merecen igual correspondencia y alabanza, aqu6 ley impide lo que amor alcanza? De Adin, los mayorazgos nos ofrecen, siendo hermanos, ejemplos que apetecen lo mismo que apetece mi esperanza. Perdones, pues, 1a ley que mi amor priva, vedando que entre hermanos se conserve; que la ley natural en contra alego. Amor, que es semejanza, venza y viva; que, si la sangre, en fin, sin fuego hierve aqu6 hari 1a sangre que tiene tanto fuego? (pig. 388) 154 Como sefiala acertadamente e1 profesor Paterson, sus palabras son un intento de justificar sus acciones, de ponerlas dentro del marco de la ley, y para ello apela a las Escrituras mismas y a una interpretaci6n un tanto libre de la ley natural.18 Sin embargo, Am6n no ensaya esta justificaci6n por un mero prurito de legalidad; lo hace para conven- cerse de que sus acciones no tienen nada de censurable porque 3610 en este caso se atreveria a confrontar a su padre. No debe olvidarse que el Principe ha Vivido largos afios a la sombra de David, y que le es absolutamente necesario para poder rebelarse en contra de éste o borrarlo de su imaginaci6n o desposeerlo de su ascendiente sobre 61. Si Am6n se convence de que su pasi6n incestuosa es un hecho natural y acorde con las leyes, entonces puede actuar sin temor a que David, como rey y juez, pueda recriminarlo. De esta manera, asi como en la escena en que se aprestara a entrar en el serrallo de su padre, Am6n se prepara sicol6gicamente para actuar, imponiéndose a si mismo un solo prop6sito y quitando todas las posibles barreras que puedan apa- recer entre 61 y sus deseos. Logrado este efecto, e1 engafio de David y la violaci6n de Tamar pueden consumarse sin trabas. La manera rigurosa en que las escenas finales del acto segundo de La venganza de Tamar, en las que tiene lugar la confabulaci6n de Am6n y Jonadab y la violaci6n de la Princesa, siguen la versi6n biblica original sugiere que a lo que se pretende dar 6nfasis en esta refundi- ci6n de Tirso es menos e1 acto mismo del violento incesto que la forma en que los personajes llegan a 61.19 S610 asi puede explicarse que el autor, luego de haber elaborado casi dos actos de acci6n dramitica de considerable intensidad, apele a una copia pricticamente literal de doce versiculos del Libro segundo de los Reyes. La finica raz6n 16gica 155 de ello es que para el dramaturgo lo fundamental en esta obra es el anilisis de las causas que mueven a los personajes a la acci6n, y no 103 efectos resultantes de ellas. Asi es que poco a poco Tirso va descubriendo la presencia de un sino trigico en sus personajes. Am6n pierde gradualmente e1 caricter monstruoso que pudiera hab6rsele adju- dicado en un principio a raiz de su pasi6n incestuosa, y comienza a aperecer como una victima del culto que a la persona del Rey se presta en Jerusa16n, cuyo sumo sacerdote parece ser el mismo David. Este, a su vez, es caracterizado como un hombre cuya vanidad un tanto pueril 10 ha apartado del favor de Dios y del carifio de sus hijos. Asi puede verse en su entrada a Jerusa16n y en su primer diilogo con Am6n. A1 declararle que el prop6sito de sus aventuras bélicas es engrandecer e1 imperio que le ha de dejar, no 3610 aliena a su hijo, sino tambi6n hace manifiesto que sus guerras tienen su raz6n de ser en un anhelo de glo— ria personal. Para alcanzar sus metas ha debido embarcarse en conti- nuas campafias que lo han mantenido alejado de su hogar, y ello parece reflejarse en sus hijos, que mis parecen verlo como un rival que como un padre. Y es a través de esta rivalidad que los Cielos parecen cas— tigar a David por su vanidad y por sus pasados pecados. Am6n, en gran medida a causa de la conducta de su padre, ha decidido rebelarse en contra suya para escapar de su influencia opresiva. Para hacerlo ha elegido poner en tela de juicio la supremacia del Rey en su manifesta- ci6n mis elemental, en lo sexual. Su inclinaci6n incestuosa--pues asi puede llamarse porque Am6n pretende poseer a una de las mujeres de su padre--lo lleva ir6nicamente a un incesto en el verdadero sentido de la palabra cuando se obsesiona por Tamar. Y en la violaci6n de ésta, que casi puede decirse caricaturiza 1a seducci6n de Bersab6 por David, 156 el Principe se constituye en instrumento de los Cielos que castigan a1 Rey por sus faltas pasadas. Finalmente 1a profecia de Natin a la muerte de Urias se ha hecho realidad.20 La violencia reina en la casa de David, y en la violaci6n de Tamar toda la culpa y todo el sufrimiento se concentra en la familia del Rey, que termina siendo padre del ofen- sor a la vez que el ofendido. Si se tienen en cuenta, entonces, las circunstancias que rodean e1 acto de violencia que comete Am6n contra su hermana y contra su padre, se hace claro que si bien 61 es en parte responsable de lo que acontece, su responsabilidad dista de ser absoluta. Mis afin, la misma culpa que le cabe por su monstruoso crimen se ve en alguna medida miti- gada por sus infructuosos intentos de hallar una soluci6n a1 dilema en que se encuentra que le permita salir airoso de 61 sin causar 1a des- honra de su hermana. Pues es s6lo cuando Tamar, ignorante de lo que le sucede a 61, frustra ambos intentos de sublimar su sensualidad a trav6s de juegos amorosos sin consecuencias que Am6n apela a la vio- lencia como medio de afirmar su identidad sexual frente a ella y frente a David. Ello explica, en mi opini6n, la c61era y el desprecio que, una vez consumada la violaci6n muestra hacia su hermana a1 inicio del tercer acto.21 Contrariamente a lo que opinan los profesores Metford y Shervill, creo que Am6n considera a Tamar responsable de lo sucedido en un sentido mis profundo que por el mero hecho de ser mujer, y por lo tanto, segfin la tradici6n, tentadora. Si ella hubiera cooperado con 61 en sus primeros intentos de satisfacer su necesidad de afirmar su sexualidad, 61 siente que no se hubiera visto en el caso de tener que imponer su voluntad por la fuerza. Por ello, desde el punto de vista de una 16gica bastante perversa, para Am6n es Tamar quien tiene 1a culpa de lo acontecido, y es ella la que lo ha empujado a cometer 157 1a violaci6n. Pero existe una raz6n mis por la cual e1 Principe desea despo- seerse de la responsabilidad que le cabe en los hechos. Su acto es, fundamentalmente, un acto de subversi6n contra David. Su consumaci6n, por lo tanto, ha creado un abismo entre e1 Mayorazgo y el Rey, y Am6n, que ha intentado afirmar su propio valer en su rebeldia, se siente presa de los temores que tratara de acallar desde un comienzo. La violaci6n de Tamar y la deshonra de su padre no le han proporcionado 1a superioridad y confianza que el joven aspiraba adquirir a través de ellas. Por e1 contrario, lo han puesto en una situaci6n sumamente precaria a1 descubrir sus verdaderos sentimientos hacia David. Este vuelve asi a crecer en estatura en la imaginaci6n del Principe que, temeroso de las consecuencias que sus acciones 1e puedan acarrear, buca descargar en su hermana 1a culpa de lo acontecido para poder, de esta manera, tratar de volver a ganar e1 favor paterno. Tirso ha establecido, pues, una intima relaci6n entre David y la violaci6n de Tamar a1 hacer que 6sta aparezca como castigo por la seducci6n de Bersab6 y muerte de Urias, a la vez que como un acto de rebeli6n cuya causa primera es la vanagloria del Rey. Y éste es un hecho muy significativo si se pretende apreciar la unidad fundamental de esta obra, 1a cual 3610 se hace manifiesta cuando se percibe a David como centro de la misma. La venganza de Tamar comienza a apare- cer, como bien sefiala Metford, como un drama que presenta 1a caida de David.22 De alli que las escenas que siguen a la expulsi6n de Tamar de las habitaciones de Am6n tomen un giro algo inesperado al abandonar la acci6n que gira en torno a la violaci6n. En ellas se hace mani- fiesta la pugna que tiene lugar a espaldas del Rey entre sus segundones, 158 quienes esperan con mal disfrazada ansiedad la muerte del primog6nito para reclamar, cada uno para si, e1 derecho de sucesi6n. La animad- versi6n evidente entre los hermanos y la voluntad que muestran de ani- quilarse unos a otros patentiza la profunda divisi6n que amenaza des- truir la casa de David. Lo que hace estas circunstancias afin mis trigicas es el hecho de que el Rey muestra tanto desconocimiento de lo que sucede entre Absal6n y Adonias como de lo que le ocurre a Am6n. David parece estar totalmente ciego a todo lo que no se refiera a si mismo y a sus planes futuros. Ello se muestra claramente cuando en el momento en que entra en escena acompafiado de Salom6n e interrumpe la disputa entre sus otros dos hijos, Tirso, con un magistral toque de ironia, hace que su diilogo concierna precisamente a sus propios p1a- nes con respecto a la sucesi6n: DAVID Bersab6, vuestra madre me ha pedido por vos, mi Salom6n; creced, sed hombre, que si amado de Dios sois y querido, conforme significa vuestro nombre, yo espero en 61, que a1 tronco real subido, futuros siglos vuestra fama asombre (pig. 392). Aun cuando 1a sucesi6n real en tiempo de David siguiera reglas distin- tas de las que regian la de la corona espafiola, debe tenerse en cuenta que la audiencia carecia, en su mayoria, del conocimiento suficiente de la historia biblica para hacer tal distinci6n. Por ello, el que David entre en escena con Salom6n y sugiera que, a raiz de los ruegos de Bersab6 ha decidido que el joven principe sea su heredero es indi- cativo de una considerable ceguera por su parte, 3 la vez que de una gran insensibilidad para con sus otros hijos. Su actitud justifica, en cierta manera, e1 poco afecto que éstos 1e muestran, a la vez que el completo egoismo que en cada uno se ha engendrado. La subsiguiente entrada en escena de Tamar, "descabellada y de 159 luto," marca e1 momento de mayor tensi6n dramitica de la obra a1 inte- grar los dos conflictos que tienen lugar a espaldas del Rey y sacarlos a luz. Su discurso, que en su mezcla de apelaci6n a los sentimientos de David y de sus hermanos y a una 16gica un tanto retorcida recuerda los de Jezabel en La mujer que manda en casa, es una llamada a la ven- ganza dirigida a David y a Absal6n. En 61 se nota que Tamar reconoce lo dificultoso que se le haria al Rey e1 castigar a Am6n dadas las circunstancias de su pasado. Por eso apela a su hermano, cuya ambi— ci6n parece reconocer a1 pedir que sea 61 quien 1e d6 "entera satis- facci6n."23 Absal6n, percibe ella, tiene mucho que ganar con la muerte de Am6n, y ello se hace evidente en la prisa con que aqu61, haciéndose cargo de las circunstancias, condena a su hermano mayor: ABSALON Incestfioso tirano, pronto cobrari Absal6n, quitindote vida y reino, debida satisfacci6n (pig. 393). Mientras que los otros principes abandonan 1a escena presa de profunda confusi6n y espanto, Absal6n sale en completo dominio de si mismo, teniendo en sus manos 1a excusa necesaria para asegurarse 1a posesi6n de la corona. Lo que hace esta excusa afin mis viable es la reacci6n de David ante el crimen de su Mayorazgo. Desde e1 momento en que lo manda a llamar se puede notar una cierta vacilaci6n en el viejo rey: DAVID Rey me llama la justicia; padre me llama el amor, uno obliga y otro impele, acual venceri de los dos? (pig. 393). Am6n, por su parte, mis que realmente arrepentido de su conducta, se muestra aterrorizado por la idea de tener que enfrentarse con su padre. Ello es, creo, prueba de que su acto de violencia es una manifestaci6n 160 de su voluntad de rebeli6n contra David, un esfuerzo por afirmar su valer a expensas de iste, mis que el producto de un libido desenfre— nado. Una vez traspasados los limites que demarcan la posibilidad de una relaci6n normal con su padre, e1 joven principe se encuentra solo y vulnerable, y en lugar de hacer frente a la situaci6n aceptando su responsabilidad, decide resignarse a volver a su antigua pasividad frente a1 Rey. Lo que pasa por la mente de éste no se hace claro hasta su filtimo parlamento de esta escena, en el que articula su propio sentimiento de culpa: DAVID (Aparte) En mirindole es de cera mi enojo, y su cara de sol. E1 adulterio homicida, con ser rey, me perdon6 e1 justo juez, porque dije un pequ6 de coraz6n. Venci6 en 61 a la justicia 1a piedad; su imagen soy; el castigo es mano izquierda, mano es derecha e1 perd6n, pues ser izquierda es defecto... (A Am6n) mirad, principe por vos; cuidad de vuestro regalo (ppg. 394). La humillaci6n a la que se somete Am6n y la conciencia poco tranquila de David se confabulan de esta manera para inclinar a1 Rey a dejar sin castigo e1 grave crimen cometido por el Principe. Pero si bien la justicia debe ser siempre suavizada por la compasi6n, contrariamente a lo que sugiere Paterson, e1 perd6n de David tiene, en todo sentido, 24 ~ mucho de censurable. Como bien senala Anita K. Stoll, David parece olvidarse de que 61 no es Dios para determinar 1a sinceridad del arre- pentimiento de su hijo.25 Mis afin, como rey, a 61 3610 la corresponde e1 ejercicio de la justicia humana, y no el de la divina. E1 querer 161 extender su dominio a lo que finicamente concierne a los Cielos es un acto de soberbia que no puede pasar desapercibido. Su perd6n del Principe sin siquiera amonestarlo por su crimen constituye un grave error y muestra que David no ha aprendido de los desaciertos de sus antecesores, ya que su caso guarda gran similitud con el del sumo sacerdote Heli, quien perdi6 e1 favor de Dios por haberse mostrado excesivamente blando en la disciplina de sus hijos.26 La injusticia inherente en su decisi6n, sumada a la amenaza de Absal6n a1 fin de la escena precedente, sugiere un desenlace desastroso de los aconte- cimientos que han tenido lugar, sugerencia que es acentuada por Tirso cuando introduce 1a confrontaci6n entre David y Absal6n en el momento en que éste eXpresa en un mon6logo su voluntad de subir a1 trono.27 E1 ascendiente que ejerce David sobre sus hijos se hace notar en su encuentro con Absal6n en el preciso instante en que 6ste se dispone a salir de la habitaci6n con la intenci6n de matar a su hermano y, si fuera necesario, a su padre. E1 Principe, como Am6n, pierde 1a deter— minaci6n que tuviera a1 forjar su plan de acci6n a solas, y 8610 sabe actuar con profunda humildad frente a1 Rey. Este, sin embargo, no parece mostrar la misma paciencia con Absal6n que con Am6n. La raz6n de ello se halla, como sugiriera antes, en que David perdona a Am6n fundamentalmente porque e1 crimen de su hijo 1e recuerda e1 suyo pro- 13io. Debido a eso, e1 Rey se siente parcialmente responsable de la \Iiolaci6n de Tamar. Parece intuir en ella un castigo de los Cielos Ciirigido a 61 mismo, y del cual su hijo es 5610 un instrumento. Por £21. contrario, e1 encono de Absal6n y el empefio que éste muestra en clastigar a Am6n son doblemente amenazantes para David. Por una parte Significan un acto de rebeli6n contra la autoridad real que, debido a 162 las circunstancias, puede traer graves consecuencias. Por otra, e1 cuestionar 1a aptitud de Am6n como gobernante en vista de su crimen implica, a la vez, e1 cuestionar la de David, debido a la similitud de su caso. De ahi que el Monarca muestre tan poca paciencia para con Absal6n, a quien hace saber que a pesar de ser su segundo hijo, no seri quien lo suceda en el caso de la muerte de Am6n. Es obvio que David no pudo escoger peor momento para anunciarle a su segund6n sus planes concernientes a la sucesi6n de la corona. E1 que lo haga en este preciso instante vuelve a llamar 1a atenci6n sobre su insensibi- lidad en lo que concierne a los sentimientos de sus hijos cuando quiera que ellos est6n de alguna manera en conflicto con sus intere- ses propios. En tales circunstancias, 1a queja de Absal6n: "iS6lo yo te hallo cruel!" (pig. 395) se halla justificada. La absoluta ceguera de David en su trato con sus hijos es, en mi opini6n, central en esta obra porque ilustra e1 hecho de que el Rey se halla tan inmerso en si mismo y en sus miras que ha descuidado por completo lo referente a la formaci6n de los Principes. S610 ello explica que muestre tal ignorancia de todo lo que ocurre a sus espal- das, a la vez que una superlativa credulidad aun en circunstancias en las cuales ésta se hace pricticamente inconcebible. Y no cabe duda de que es precisamente para mostrar este aspecto de la conducta del Rey con sus hijos que Tirso altera la cronologia del relato biblico y hace que la celebraci6n del esquileo organizado por Absal6n tenga lugar inmediatamente despu6s de la violaci6n de Tamar. E1 entregar a Am6n a Inanos de su hermano en este momento es totalmente irresponsable por Inarte de David, y sugiere un total desconocimiento de la naturaleza cie sus hijos. Al salir de escena Absal6n, 1a suerte ha sido echada, 163 y el desenlace final es s6lo cuesti6n de tiempo. Las escenas buc6licas que siguen han sido intercaladas por el autor, como percibe e1 profesor Paterson, con el fin de obtener un miximo de dramatismo de la violencia que se ha ido gestando hasta el momento.28 E1 ambiente y las personas que aparecen en las tablas sugieren que la acci6n tiene lugar en la hacienda de Absal6n. Con ello 1a paz aparente que reina entre los campesinos se carga de inmi- nencias ominosas y la llegada de los principes anticipa la proximidad del desenlace. Lo primero que Tirso hace aparente en estas escenas es el cambio radical que se ha operado en Am6n. Su interés por las serranas se muestra en claro contraste con su actitud a1 comienzo de la obra. E1 Principe demuestra que seria ya infitil para 61 esconder 1a atracci6n que siente por las mujeres. La violaci6n de Tamar ha puesto ya en evidencia que su supuesto desprecio hacia ellas era s6lo una manera de ocultar su temor de mostrarse inferior a su padre en las lides amorosas. Libre ahora de expresarse con libertad, su interés por el sexo opuesto se manifiesta con la insistencia monocorde propia de un adolescente. El entusiasmo y despreocupaci6n que muestra en estas escenas es sugerente, a la vez, de que su supuesto arrepenti- miento frente a David no fue tal, sino una simple manifestaci6n de su temor por haberlo ofendido. Seducido por la indulgencia de su padre, e1 Principe parece, en su encuentro con Tamar disfrazada de labradora, dispuesto a satiSfacer sus apetitos con toda libertad, y sin tener en cuenta los sentimientos de aqu611as a quienes desea. El perd6n de David se muestra, de esta forma, como un error de magnitud singular, ya que es justamente a causa de no haber amonestado a su hijo después de la ejecuci6n de su crimen que éste se ha transformado en un ser que ‘no reconoce limites a su voluntad. David ha dejado pasar la oportunidad 164 de corregirlo y con ello ha hecho posible, y afin necesaria, la muerte de Am6n a manos de su hermano. Debido a la responsabilidad fundamen- tal que le cabe a1 Rey en la muerte de su primog6nito, Absal6n se con- vierte, en cierta medida, en un instrumento de los Cielos que a través de la muerte de Am6n castigan a David. La soledad del Rey en su mon6logo al final de la obra sugiere que ésta "tragedia lastimosa" es la tragedia del rey David, y no la de Am6n 0 de Tamar. A través de sus hijos sus pecados han renacido y se han manifestado con la misma intensidad con que 61 103 viviera, y 61 mismo es responsable de que asi suceda. Su ambici6n 10 ha alejado de su familia. Empefiado en crear un vasto imperio con el que eternizar su nombre, se ha apartado de sus hijos a1 extremo de desconocer com- pletamente sus necesidades y sus verdaderos sentimientos. Y es pre- cisamente esta ignorancia de la naturaleza de Am6n y de Absal6n la que ha hecho posible el que ambos precipiten las acciones hacia un desen- lace trigico. En el Mayorazgo David no ha reconocido, primero, 1a necesidad de fomentar su autoestima y confianza en su propio valer, y, mis tarde, la de amonestarlo cuando fuere necesario para la formaci6n de su caricter. En Absal6n ha errado a1 subestimar 1a intensidad de su ambici6n desordenada. A lo largo de la obra, y en sus tratos con sus hijos, David ha mostrado que si bien ha triunfado como guerrero, ha fracasado como padre. Su fracaso 1e ha costado la vida de su Mayo— razgo, 1a alienaci6n de Absal6n, y la destrucci6n de su familia, cuyo futuro nefasto fuera sugerido por las predicciones de Laureta en la 29 De esta manera, e1 Rey se (ascena precedente a1 asesinato de Am6n. <:onstituye en el arquitecto de su prOpia tragedia y en el responsable fFinal de los crimenes de sus hijos. 165 Esta interpretaci6n de La venganza de Tamar sugiere que Tirso ha elegido presentar a sus personajes, y en particular a David, bajo una luz mis desfavorable que la que proyecta 1a tradicional lectura algo romantizada de los eventos de la vida del Rey-poeta. Al hacerlo, sin embargo, e1 autor no se aparta del verdadero caricter de la narraci6n biblica. Ya en el Libro Segundo de los Reyes, la secuencia de los sucesos referentes a la seducci6n de Bersab6 y muerte de Urias, la violaci6n de Tamar y muerte de Am6n, y la rebeli6n de Absal6n parece sugerir una intima relaci6n entre unos y otros. Y es precisamente esta relaci6n la que explora e1 dramaturgo en su obra. En su versi6n, e1 rey David aparece como el filtimo responsable de las acciones de sus hijos. Su poca atenci6n a éstos ha hecho que, en cumplimiento de la maldici6n de Dios, revivan en ellos las pasiones de su padre, y los condena, en cierta forma, a repetir sus pecados. En lugar de haber dedicado sus esfuerzos a la preparaci6n de sus hijos para una vida recta, se ha consagrado a la autoexaltaci6n por medio de campafias gue— rreras destinadas a engrandecer sus dominios. Ello es causante del complejo de inferioridad que afecta a Am6n y que lo motiva a rebelarse en contra suya, trayendo como consecuencia 1a violaci6n de Tamar. A la vez, es el ejemplo de David el que sigue Absal6n a1 demostrar su vanidad y su violencia en su ansia de poder. A1 ver frustradas sus aspiraciones por los designios, al menos en apariencia, caprichosos del Rey (que prefiere que lo suceda su hijo menor, Salom6n), su ambi- ci6n s6lo puede manifestarse a través de una acci6n violenta que lo ponga en Oposici6n directa con su padre. La oportunidad de hacerlo se la da éste con el injusto perd6n de Am6n, con el que se cierra e1 filtimo eslab6n de una cadena de causas y efectos que comienza y termina 166 en David. Es asi que finalmente queda a1 descubierto la raz6n por la cual éste es la verdadera figura trigica del drama a pesar de que su presencia en las tablas sea infima. Aun cuando en todo momento se muestre ignorante de ello, sus acciones dentro y fuera de escena determinan en forma casi ineludible 1a linea de conducta que han de seguir los demis personajes. Tirso, se hace asi evidente, muestra en La venganza de Tamar su singular destreza en la interpretaci6n de las circunstancias relatadas en la versi6n biblica con el fin de dar motivaci6n sicol6gica a sus personajes, quienes cobran en su creaci6n una nueva dimensi6n vital. Sin embargo, e1 dramaturgo no descansa aqui, y va un paso mis alli al hacer que el esquema total de su obra refleje una verdad implicita en la historia del Viejo Testamento. En el caso de La venganza de Tamag, Tirso ha elegido resaltar 1a magnitud de la influencia de los padres en la formaci6n de sus hijos. La habilidad con que hace emer- ger este aspecto de la historia original en su versi6n dramitica mediante una e1aboraci6n cuidadosa de la interacci6n de sus personajes es buen ejemplo de su genio singular en el tratamiento de temas bibli- COS. NOTAS l V6anse, en particular Metford, pig. 149—63; Shervill, pigs. 209-228; Stoll, pigs. 25-52; A. K. G. Paterson, ed., La venganza de Tamar de Tirso de Molina (Cambridge: Cambridge University Press, 1969), pigs. 13-27. 2 Everett W. Hesse, "The Incest Motif in La venganza de Tamar," Hispania, 47 (1964), 268-76, y John G. Morton, pigs. 40-57. Una ver- si6n en castellano del articulo del profesor Hesse puede encontrarse en su libro Anilisis e interpretaci6n de la comedia (Madrid: Castalia, 1968), pigs. 51-68. Las citas referentes al estudio del Profesor Hesse serin de esta filtima versi6n. 3 Dice Metford: In David, Tirso comes as near finding a tragic hero of classical stature as the genius of the comedia, with its blending of grave and gay, allowed. He dominates the play, for, even when he is not on the stage he is constantly being mentioned by the other characters who go in fear of him (pig. 159). 4 Hesse, por ejemplo, sugiere que el mal de Am6n se halla en querer hacer realidad los dictados de una imaginaci6n er6tica desenfrenada. Morton lo ve como un personaje que tiene un concepto excesivamente hin- chado de su propio valer y una autoestima desmesurada que lo ponen, al menos en su imaginaci6n, por encima de todas las leyes de su religi6n y de la sociedad. Paterson, por su parte, ve en Am6n un hombre de pasiones desenfrenadas encaminado hacia su propia destrucci6n. 5 Metford, pig. 158. 6 Tirso de Molina, La venganza de Tamar en Obras dramiticas comple- .£a§, ed. Blanca de los Rios (Madrid: Aguilar, 1969), III, 363. Las citas siguientes de esta obra serin del mismo texto y se indicari a1 pie de ellas la pigina entre par6ntesis. 167 168 7 V6anse, por ejemplo, las palabras de Jonadab y Eliazer a1 comienzo de la obra: JONADAB Por eso, sefior, no te espantes; quien descabez6 gigantes y comenz6 a vencer nifio si es otra naturaleza la poderosa costumbre, viejo, tendri pesadumbre con la paz. ELIAZER A la grandeza del reino que le corona por sus hazafias subi6 (pig. 363). 8 V6ase II Reyes 16:20-23. 9 Asi lo ve también e1 profesor Morton, quien a1 comentar e1 inte- rés que Absal6n muestra por las mujeres de su padre dice: "In addition to the implications of Absalon's debasement of love by making it a manifestation of the sins of covetousness and envy, the statement shows that Absalon is eager to occupy David's place" (pig. 55). 10 E1 profesor Hesse ha elaborado también sobre el papel que la oscuridad y el calor de la noche cumplen en esta escena: Para parodiar un antiguo clich6, la noche se hizo para el amor. Lo bochornoso de la noche con la falta de una brisa, finalmente excita los impulsos sexuales y la imaginaci6n de Am6n. . . . La oscu— ridad de la noche va a ocultar su identidad y favorecer su gusto. Aun Tamar que busca solaz en la frescura del jardin comenta algo sobre el tiempo . . . y percibe la asociaci6n del juego del amor con el calor de la noche (pig. 61). ll V6anse Deuteronomio 5:9-10 y Exodo 20:5—6. 12 Tirso de Molina, El vergonzoso en palacio en Obras dramiticas completas, ed. Blanca de los Rios (Madrid: Aguilar, 1969), I, 466—67. 13 Asi puede verse en el parlamento en que Am6n articula sus senti- mientos: AMON Entrad, celos crueles; servid de rudimentos con que mi amor comience. 169 aMujer ausente y firme? 3Celoso yo y presente? zSin ver enamorado? zHoy libre y hoy con leyes? iOh, milagrosa fuerza de un ciego dios que vence, sin ojos y con alas, cuando desnudo, fuerte! (pig. 369) 14 V6ase Paterson, pig. 18. 15 II Reyes 13:1—2: 1 Sucedi6 despues que Amnon, hijo de David, se enamor6 de una hermana de Absalom, tambien hijo de David, llamada Thamar, la cual era en extremo her- mosa; 2 y creci6 tanto en 61 esta pasion, que de amor suyo vino i enfermar; pues como Thamar era virgen, pareciale 93y dificultoso poder hacer con ella cosa alguna deshonesta (La Sagrada Biblia, II, 126). 16 Dice Paterson: Having brought us so near to his tragic theme, Tirso allows his play to slip back momentarily into a comic mood. Act II starts off with scenes of fussy buf- foonery. Am6n's trivial acts of madness give rise to occasional satire, though at the same time comic distraction is underlining the theme of love's folly; as the musicians and fencing-master scatter at the prince's capricious order, the topic of violence is brought perceptibly within the reach of humour. Even in David's entry there is a ripple of comedy; scarcely has the king drawn breath from an impossibly involved victory oration, when the duties of a state occasion are forgotten in a domestic crisis (pig. 16). 17 E1 profesor Everett Hesse, equivocadamente, en mi opini6n, cree que el tal enamoramiento tiene una base real. Sin embargo no existe en el texto evidencia alguna de que la historia sea nada mis que 61 pro- ducto de la imaginaci6n de Am6n. Para mis detalles V6ase Hesse, pig. 59. 18 A1 respecto sefiala Paterson: Note the sonnet's argument carefully (II, 1009-22). At each stage of its formal construction, an appeal is made to the idea of law: there is a universal 170 rule, Am6n argues, that like is attracted to like; are not brother and sister particularly subject to this law of similars? In the case of Adam's off- spring, a natural law of necessity prevailed between brother and sister; this is the law I use in my defence. Here we are witnessing a fundamental trait of serious seventeenth-century drama; even when a character places himself outside the law, he is seen within its context. Am6n is constrained to fill the void of passion with a semblance of law- fulness, appropriating the authority of natural philosophy and Scripture to provide a guise of justification (pig. 17). 19 Los estudios de Maurel, pigs. 49-52, y Frank A. Sprague, Thg Biblical Material of Tirso de Molina (Lewisburg: Bucknell University, 1951), pigs. 6—7, sefialan 1a gran correspondencia entre la versi6n del Viejo Testamento y la de algunos segmentos de este acto de la obra de Tirso. En particular, en su obra Maurel compara los textos y hace evi- dente que Tirso pricticamente ha copiado versiculos enteros del relato biblico. 20 II Reyes 12:10. 21 J. C. J. Metford y R. Shervill ven en la reacci6n violenta de Am6n después del incesto bisicamente una manifestaci6n de su profundo sentido de culpa ante e1 pecado que acaba de cometer. V6anse Metford, pigs. 158-59 y Shervill, pig. 223. 22 Metford, pig. 159. 23 La venganza de Tamar, pigs. 392—93. 24 V6ase Paterson, pigs. 21-27. 25 Stoll, pig. 44. 26 I Reyes 2:12-36. El caso es usado como ejemplo de c6mo deben educarse los hijos en el Capitulo I de los Castigos 6 documentos del Rey don Sancho. 27 La venganza de Tamar, pigs. 395-96. 171 28 Paterson, pig. 13. 29 La venganza de Tamar, pigs. 400-401. CONCLUSION E1 anilisis critico de las refundiciones del material biblico que hace Tirso en La mejor espigadera, La mujer que manda en casa y La ven- ganza de Tamar provee una valiosa aproximaci6n a1 estudio de su obra dramitica porque permite lograr, por medio de una comparaci6n entre las fuentes originales y las comedias resultantes, una esclarecedora visi6n de su intuici6n creadora. Su singular talento artistico se hace noto- rio en estas piezas cuando se tiene en cuenta que en su elaboraci6n e1 poeta debe ver limitada su inspiraci6n por los parimetros establecidos no 3610 por los preceptistas y dramaturgos de la 6poca, sino también por la ortodoxia religiosa. No obstante estas normas restrictivas, Tirso produce tres comedias de gran valor artistico sirviéndose de una genial recreaci6n de los personajes principales y de una nueva estruc- turaci6n de la narrativa biblica. Las versiones asi logradas del mate— rial que le sirve de inspiraci6n 1e permiten proyectar 1a esencia dra- mitica que 61, como poeta, supo descubrir en las historias originales, esencia cuya interpretaci6n se halla inseparablemente asociada a un contexto didictico. Una comparaci6n general de las fuentes biblicas y de las obras dramiticas nos deja a1 descubierto algunas de las pautas del proceso creativo en Tirso. Las versiones de las historias de Rut, de Jezabel y de David, tal como aparecen en el Viejo Testamento, representan una tendencia descriptiva en la narraci6n de los sucesos historiados. For 172 173 ello, el 6nfasis en el relato esti encaminado a presentar un recuento de lo que acontece, a la acci6n en si, en detrimento de la caracteri— zaci6n de los personajes. Estos, por su parte, aparecen demasiado esquemiticos y en general faltos de vitalidad, conociendo e1 lector muy poco de lo que los mueve a actuar. E1 contenido didictico de las historias es, por consiguiente, un tanto primitivo en su concepci6n por estar fundamentado bisicamente en la evaluaci6n de hechos sin tener en cuenta mayormente las fuerzas que motivan a los personajes a adoptar sus diversas actitudes, fuerzas que, por otra parte, en oca- siones mitigan o acrecientan 1a responsabilidad que les cabe por sus acciones. Y es precisamente este aspecto, que no trata e1 original biblico, el que explora Tirso en sus versiones dramiticas a1 concen- trar su atenci6n en la caracterizaci6n esmerada de las figuras bibli- cas. Para lograr su prop6sito se aprovecha de las sugerencias que le provee una inteligente lectura de los textos originales y de los estu- dios exeg6ticos a los que tenia acceso como te6logo. A través de la e1aboraci6n cuidadosa de la informaci6n asi obtenida, Tirso provee a sus personajes de una vitalidad ausente en la narraci6n biblica y los presenta a su pfiblico como hombres y mujeres que muestran su perpleji- dad frente a los dilemas que deben arrostrar. Sus acciones aparecen entonces no como meras ocurrencias en un encadenamiento de sucesos conocidos que se llevan a las tablas para recordar a su auditorio 1a esencia de la doctrina, sino como el producto de una situaci6n vital que, por serlo, es compleja. A1 hacer que sus personajes ganen, de esta manera, en profundidad, sus obras revelan un contenido didictico mis profundo y diverso que el de la versi6n del Viejo Testamento porque reflejan una realidad universal y humana que va mis alli del caso 174 particular que se representa. Revelan que tras las inmutables figuras que nos presenta la historia sagrada hubo hombres y mujeres cuyas vir— tudes, vicios y debilidades fueron factores determinantes en el derro- tero que tomaron sus vidas. Su ejemplo es una llamada de atenci6n dirigida a los espectadores, que son hechos testigos de sus tribula- ciones. Pero si bien hay en estas tres obras una intenci6n comfin, e1 camino que sigue el poeta en la construcci6n de ellas no es siempre el mismo, sino que se adapta a las caracteristicas de las historias que le sirven de inspiraci6n. Los medios que en esta adaptaci6n utiliza Tirso nos permiten una evaluaci6n de su intuici6n dramitica puesta en acci6n. De las tres comedias estudiadas, La mejor espigadera se destaca en particular por la libertad que se toma e1 poeta en su creaci6n y por el 6nfasis que pone en la estructuraci6n de la obra, en la cual 1a caracterizaci6n hace un papel un tanto secundario. E1 caricter especial de este drama se explica si se tienen en cuenta las escasas posibilidades dramiticas que ofrece Rut en la narraci6n del Viejo Tes- tamento. Su virtud intachable la hace un personaje poco interesante porque dada su perfecci6n espiritual no existen para ella conflictos entre sus pasiones y sus deberes, y una vez consagrada su vida a Dios a través del amor por su suegra, el mundo deja de influir en ella. Tirso comprende esta limitaci6n que le presenta e1 material original y por ello apela en parte a ex6gesis rabinicas del Libro de Rut para dar mayor profundidad a su versi6n. A través de su interpretaci6n de los hechos que le presenta e1 comentario haggidico de la historia, e1 poeta sugiere una nueva faceta a la protagonista al presentarla como una pecadora que, s6lo después de haber sido forzada por situa- ciones que escapan a su voluntad a "caer en la cuenta,' se transforma 175 en la Rut del Viejo Testamento. La peripecia que Tirso, vali6ndose de estas adiciones, incorpora a1 comienzo del tercer acto 1e proporciona la posibilidad de dar a su comedia una estructura paralelistica que pone 6nfasis en el contraste entre los errores de la moabita de la primera parte de la obra y los aciertos que siguen a su "desengafio." La constituci6n formal de La mejor espigadera asi lograda 1e permite introducir en su comedia un nuevo contenido didictico a la vez que dotar a Rut de una personalidad que si bien es esquemitica por la forma en que va de un extremo egoismo a una suprema bondad, 1e da una pro— fundidad de la que antes carecia. La mujer que manda en casa y La venganza de Tamar guardan gran similitud entre si y se destacan, en Oposici6n a La mejor espigadera, por lo poco que ha alterado Tirso las versiones originales, a la vez que por la elaborada caracterizaci6n de los protagonistas. En la eje- cuci6n de estas obras se puede apreciar la agudeza con que el poeta ha sabido captar 1a esencia de la narraci6n biblica y la forma sutil con que incorpora a ésta los detalles necesarios que, sin apartarse del espiritu de la historia en su versi6n original, contribuyen a dar vida a sus personajes. Jezabel, David, Am6n, no son, por lo tanto, crea- ciones totalmente originales de Tirso, sino proyecciones suyas de figuras que aparecen 3610 en forma latente en las historias del Viejo Testamento. El genio del autor radica en el reconocimiento de esas personalidades en el lenguaje un tanto lac6nico de la Biblia, y en la realizaci6n del potencial que se encuentra implicito en ella. E1 disefio que, en su e1aboraci6n dramitica, teje e1 poeta en la trama original busca hacer evidente las fuerzas internas que motivan a sus personajes y la compleja interdependencia que existe entre la conducta 176 de todos ellos. La caracterizaci6n que logra a través de estos medios contribuye a prestar verosimilitud sicol6gica y una nueva vitalidad humana a sus protagonistas. Y es precisamente cuando estos gigantes biblicos adquieren dimensi6n humana que sus acciones brindan a los hombres su contenido didictico mis universal. Las tres obras tratadas reflejan de esta manera e1 hecho de que en Tirso e1 drama alcanza su mejor expresi6n en la caracterizaci6n de los personajes, 1a cual es, a la vez, e1 medio que el poeta utiliza para llevar a cabo su tarea didictica. Su tratamiento de los relatos biblicos refleja un hecho que debe ser tenido en cuenta cuando quiera que se estudie 1a labor creadora que tiene lugar en sus dramas de orden hist6rico-tradiciona1: Tirso, en su interpretaci6n del material que trata, busca explorar una verdad mis intima que la que se presenta en la escueta narraci6n de los eventos, verdad que 61 hace salir a la luz en su revitalizaci6n de los personajes, 1a cual se logra mediante una interpretaci6n personal de la historia que le permite dotarlos de una verosimil profundidad sicol6gica. BIBLIOGRAFIA Agheana, Ion Tudor. The Situational Drama of Tirso de Molina. New York: Ediciones Plaza Mayor, 1972. Alcizar, José de. Ortografia castellana. En Ensayo de una biblioteca espafiola de libros raros y curiosoag formado con los apuntamientos de José Gallardo. Eds. M. R. Barco del Valle y J. Sancho Rayon. Madrid: M. Rivadaneyra, 1863, I, 108-118. Alonso, Dimoso. De los siglos oscuros a1 de Oro. Madrid: Gredos, 1958. Arist6te1es. Obras. Traducci6n, edici6n y notas de Francisco de P. Samaranch. Madrid: Aguilar, 1977. ---------- . Poetics. Introducci6n, comentario y ap6ndices de D. W. Lucas. London: Oxford University Press, 1968. Avila, Juan de. Obras completas. Madrid: Biblioteca de Autores Cris- tianos, 1953. Vol. II. ---------- . Sermones in6ditos. Palencia: Industrias Grificas Diario- Bataillon, Marcel. Erasmogy Espafia. Trad. Antonio Alatorre. M6xico: Fondo de Cultura Econ6mica, 1966. Beardsley, Theodore S. Hispano-Classical Translations Printed Between 1482 and 1699. Pittsburgh: Duquesne University Press, 1970. Bleznick, Donald W. "Furi6 Ceriol y la controversia sobre la traduc- ci6n de la Biblia." Revista Hispinica Moderna, 34 (1968), 195- 205 O Brown, R. B. Bibliografia de las Comedias hist6ricas, tradicionales y legendarias de Lope de Vega. M6xico: Editorial Academia, 1958. Brown, Sandra L. "Tirso de Molina: His Treatment of Medieval Spanish History." Diss. North Carolina 1969. Cabrera, Fray Alonso de. Sermones. Madrid: Casa Editorial Bailly Bailliere, 1930. Carilla, Emilio. E1 Barroco literario hispinico. Buenos Aires: Nova, 1969. 177 178 Catalin, Diego. "La Biblia en la literatura medieval espafiola." Hispanic Review, 33 (1965), 310-18. Cascales, Francisco. Cartas filol6gicas. Madrid: Espasa—Calpe, 1952. Vol II. Cervantes Saavedra, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. Ed. Martin de Riquer. Barcelona: Editorial Juventud, 1975. Delgado Varela, Fr. J. M. "Psicologia y teologia de la conversi6n en Tirso." Estudios, 5 (1949), 321-36. Dictionary of the Bible. New York: Charles Scribners and Sons, 1911. Dictionnaire de la Bible. Paris: Letouzey et An6 Editeurs, 1895. Dictionnaire de la Th6ologie Catholique. Paris: Letouzey et An6 Edi- teurs, 1903. Diodorus Siculus. Bibliotheca Historica. Trad. John Skelton. Ed. F. M. Salter y H. L. R. Edwards. Vol. 1. London: Oxford Univer- sity Press, 1956. Else, Gerald. Aristotle's Poetics: The Argument. Cambridge: Harvard University Press, 1963. Entrambasaguas y Pefia, Joaquin. "Una guerra literaria del Siglo de Oro. L0pe de Vega y los preceptistas aristotélicos." En Estudios sobre Lope de Vega. Madrid: C.S.I.C., 1946-47. Escobar, Baltasar de. "Carta a1 capitin Crist6bal de Viru6s, alabin- dole el arte del poema intitulado E1 Monserrate." Epistolario espafiol. Colecci6n de cartas de espafioles ilustres antiguos y modernos. Ed. Eugenio de Ochoa. BAE, Tomo 62. Madrid: Atlas, 1952, II, 37-38. Fiore, Robert L. Drama and Ethos. Natural Law Ethics in Spanish Golden Age Theater. Lexington: The University Press of Kentucky, 1975. Fuerst, Wesley 3., ed. The Books of Ruth, Esther, Eclesiastes,_The Song of Songs, Lamentations. Cambridge: Cambridge University Press, 1975. Garcia Berrio, Antonio. Introducci6n a la Poética clasicista: Casca— les. Barcelona: Planeta, 1975. Gicovate, Bernard. "Observations on the Dramatic Art of Tirso de Molina." Hispania, 43 (1960), 328-37. Gilbert, Katherine E. "Aesthetic Imitation and Imitators in Aristotle." The Philosophical Review, 43 (1936), 558-73. Gilman, Stephen. "An Introduction to the Ideology of the Baroque in Spain." Symposium, 29 (1946), 82-107. 179 Ginzberg, Louis. The Legends of the Jews. Philadelphia: The Jewish Publication Society of America, 1913. Vol. IV. Glaser, Edward. "La mejor espigadera de Tirso de Molina." Les Lettres Romanes, 14 (1960), 199-218. ---------- . "Tirso de Molina's La mujer que manda en casa." Annali Istituto Universitario Orientale--Sezione Romanza. II (1960), 25-42. Gonzilez de Salas, Jusepe Antonio. Nueva idea de la tragedia antigua o ilustraci6n filtima a1 libro singular degpoética de Arist6te1es Estagirita. Madrid: A. de Sancha, 1778. Graham, M. Watson. "The Religious Dramas of Tirso de Molina." Univer- sity of California Chronicle, 30 (1928), 46-55. Granada, Fray Luis de. Los seis libros de la ret6rica eclesiistica. En Obras de Fray Luis de Granada. Vol. III. BAE, Tomo 11. Madrid: Atlas, 1945. Gray, John. I & II Kings. A Commentary. Philadelphia: The Westmin- ster Press, 1963. Green, Otis. The Literary Mind of Medieval and Renaissance Spain. Lexington: The University Press of Kentucky, 1970. Hals, Ronald M. The Theology of the Book of Ruth. Philadelphia: For- tress Press, 1969. Halstead, Frank. "The Attitude of Tirso de Molina Toward Astrology." Hispanic Review, 9 (1941), 417-39. Heathcote, A. A. "El elemento c6mico en las comedias biblicas de Tirso de Molina." Homenaje a William L. Fichter: Estudios sobre el teatro antiguo hispinico y otros ensayos. Eds. David A. Kossoff y José Amor y Vizquez. Madrid: Castalia, 1971, pigs. 269—80. Hermenegildo, Alfredo. Los trigicos espafioles del siglo XVI. Madrid: Fundaci6n Universitaria Espafiola, 1961. Hesse, Everett W. "The Incest Motif in La venganza de Tamar." 47 (1964), 268-76. Hispania, ---------- . Anilisis e interpretaci6n de la comedia. Madrid: Castalia, ---------- . La comedia y sus intégpretes. Madrid: Castalia, 1972. Horacio. Epistola a los Pisones. En Poetas latinos. Trad. Germin Salinas. Madrid: E.D.A.F., 1970, pigs. 773-92. Jedin, Hubert. A History of the Council of Trent. Trad. Dom Ernest Graf. St. Louis: B. Herder Book Co., 1958. Vol. II. 180 Josephus, Flavius. Antiquities of the Jews. En Works of Flavius Josephus. Trad. William Whiston. Philadelphia: David McKay, 1890, pigs. 37-618. Kamen, Henry. The Spanish Inquisition. New York: New American Library, 1965. Kennedy, Ruth Lee. "A Reapprisal of Tirso's Relations to Lope and his Theater." Bulletin of the Comediantes, 17 (1965), 23-24; 18 (1966), 1-13. Studies in Tirspg I: The Dramatist and his Competitors; 1620-26. Chapel Hill: North Carolina Studies in the Romance Languages and Literatures, 1974. Lea, Henry Charles. A History of the Inqpisition in Spain. 4 Vols. London: Macmillan, 1909. Lida de Malkiel, Maria Rosa. "En torno a Josefo y su influencia en la literatura espafiola: Precursores e inventores." Studia His- panica in Honorem R. Lapesa. Ed. Eugenio de Bustos, et a1. Madrid: Gredos, 1972, I, 15-49. L6pez, Fray Alfonso. "La Sagrada Biblia en las obras de Tirso." Estu- dios, 5 (1949), 381-414. L6pez Pinciano, Alonso. Philosophia antigua poética. 3 Vols. Ed. Alfredo Carballo Picazo. Madrid: C.S.I.C., 1953. L6pez-Rey, José. "Idea de la imitaci6n barroca." Hispanic Review, 11 (1943), 253-57. Mancini, G., et al., eds. Studi Tirsiani. Milano: Feltrinelli, 1959. Maurel, Serge. L'Univers dramatique de Tirso de Molina. Poitiers: Publications de L'Universit6 de Poitiers, 1971. McClelland, I. L. "The Conception of the Supernatural in the Plays of Tirso de Molina." Bulletin of Higpanic Studies, 19 (1942), 148-63. . Tirso de Molina: Studies in Dramatic Realism. Liverpool: Institute of Hispanic Studies, 1948. McCrary, William C. "The Classical Tradition in Spanish Dramatic Theory of the Sixteenth and Seventeenth Centuries." Diss. Wis- consin 1958. McKeon, Richard. "Literary Criticism and the Concept of Imitation in Antiquity." Modern Philology, 34 (1936), 1-35. Men6ndez Pelayo, Marcelino. "E1 drama hist6rico." En Edici6n nacional de las obras completas de Men6ndez Pelayo. Santander: C.S.I.C., 1942, XII, 31—45. 181 ---------- . Historia de las ideas est6ticas en Espafia. Buenos Aires: Espasa—Calpe Argentina, 1943. Vol. II. Men6ndez Pidal, Ram6n. Romancero hispinico. 2 Vols. Madrid: Espasa- Calpe, 1953. Metford, J. C. J. "Tirso de Molina's Old Testament Plays." Bulletin of Hispanic Studies, 27 (1950), 149-63. Moir, Duncan W. "The Classical Tradition in Spanish Dramatic Theory and Practice in the Seventeenth Century." Classical Drama and its Influence: Studies Presented to H. D. F. Kitto. London: Methuen and Co., 1965, pigs. 193-228. Montgomery, James A. A Critical and Exeggtical Commentary on the Books of Kings. New York: Charles Scribner's Sons, 1951. Moore, Jerome Aaron. The Romancero in the Chronicle-Legend Plays of Lope de Vega. Philadelphia: University of Pennsylvania, 1940. Morton, John G. "Aspects of Evil and Death in Eight Plays by Tirso de Molina." Diss. Vanderbilt 1973. Nougu6, Andr6. "Le théme de l'aberration des sens dand 1e th6itre de Tirso de Molina: Une source possible." Bulletin Hispanique, 58 (1956), 23-25. ---------- . "La venganza de Tamar de Tirso de Molina. Notes pour 1'6tablissement du texte. Probléme de la datation." Bulletin Hispanique, 73 (1971), 104-24. Orozco Diaz, Emilio. El teatro y la teatralidad del Barroco. Barce- lona: Planeta, 1969. Parker, Alexander A. "Reflections on a New Definition of Baroque Drama." Bulletin of Hispanic Studies, 30 (1953), 142-51. ---------- . The Approach to the Spanish Drama of the Golden Age. London: Diamante, 1957. ---------- . "History and Poetry: The Coriolanus Theme in Calder6n." Hispanic Studies in Honour of I. Gonzilez Llubera. Ed. Frank Pierce. Oxford: The Dolphin Book Co., 1959, pigs. 211-24. ---------- . "Towards a Definition of Calderonian Tragedy." Bulletin of Hispanic Studies, 39 (1962), 222-37. Paterson, Alan K. "The Textual History of Tirso's La venganza de Tamar." Modern Language Review, 63 (1968), 381-91. ---------- ., ed. La venganza de Tamar. De Tirso de Molina. Cambridge: Cambridge University Press, 1969. 182 Peyton, Myton A. "Some Barroque Aspects of Tirso de Molina." Romanic Review, 36 (1945), 43-69. P010 de Medina, Salvador Jacinto. Academias del Jardin. En Obras escogidas. Ed. Jos6 Marii de Cossio. Madrid: N.B.A.E., 1931. Reusch, Franz Heinrich. Die Indices Librorum Prohibitorum des Sech— zehnten Jahrhunderts. Nieuwkoop: B. de Graaf, 1961. Riley, Edward C. "The Dramatic Theories of don Jusepe Antonio Gonzilez Salas." Hispanic Review, 19 (1951), 183-203. ---------- . Teoria de la novela en Cervantes. Madrid: Tuarus, 1971. Romancero general. Ed. Agustin Durin. 2 Vols. BAE, Tomos 19 y 16. Madrid: Atlas, 1945. Rosenberg, Rabbi Israel. The World of Words. New York: The Philoso- SOphical Library, 1973. Ross, Sir David. Aristotle. London: University Paperbacks, 1964. Ruth Rabbah. En Midrash Rabbah. Ed. Maurice Sirseon. London: The Soncino Press, 1961. Vol. VII. La Sagrada Biblia. Trad. Felix Torres Amat. Madrid: Miguel de Bur- gos, 1832. Vols. I & II. Sinchez Escribano, F. y A. Porqueras Mayo. Preceptiva dramitica espa— fiola del Renacimiento y el Barroco. Madrid: Gredos, 1965. Scholes, R. y R. Kellogg. The Nature of Narrative. New York: Oxford University Press, 1971. Sermonario Clisico. Ed. Miguel Herreros. Madrid-Buenos Aires: Esce- licer, 1942. Shepard, Sanford. E1 Pinciano y las teorias literarias del Siglo de Oro. Madrid: Gredos, 1962. Shervill, Robert N. "The Old Testament Drama of the Siglo de Oro." Diss. North Carolina 1958. Shroeder, H. J. Cannons and Decrees of the Council of Trent. London- St. Louis: B. Herder Book Co., 1960. Sprague, Frank A. The Biblical Material of Tirso de Molina. Lewisburg: Bucknell University, 1951. Stoll, Anita K. "Thematic Development in the Biblical Plays of Tirso de Molina." Diss. Case Western Reserve 1972. Suirez de Figueroa, Crist6bal. El pasajero. Ed. Francisco Rodriguez Marin. Madrid: Renacimiento, 1913. 183 Sullivan, Henry W. Tirso de Molina and the Drama of the Counter Refor— mation. Amsterdam: Editions Rodopi, 1976. Templin, E. H. "Night Scenes in Tirso de Molina." Romanic Review, 41 (1950), 261-73. Terrones del Cafio, Francisco. Instrucci6n de predicadores. Madrid: Espasa-Calpe, 1946. Tirso de Molina. Cigarrales de Toledo. Madrid: Austral, 1928. ---------- . Obras dramiticas completas. Ed. Blanca de los Rios. 3 Vols. Madrid: Aguilar, 1968. Valbuena Prat, A. "Sobre 1a creaci6n de caracteres y la temitica de Tirso de Molina." Segismundo, I (1965), 11-22. Valencia, Juan 0. "La funci6n del simbolo en una comedia de Tirso." Bulletin of the Comediantes, 26 (1974), 1-5. Valerius Maximus. Factorum et Dictorum Memorabilium. Ed. C. Kempf. Stuttgart: B. G. Teubner, 1966. Vizquez, Fray Dionisio. Sermones. Madrid: Espasa-Calpe, 1956. Vega Carpio, Lope F6nix de. Obras escogidas. Ed. Federico C. Sainz de Robles. Madrid: Aguilar, 1964. Vol. II. ---------- . Comedias escogidas. Ed. Juan E. Hartzenbusch. BAE, Tomo 52. Madrid: Atlas, 1952. Vilanova, A. "Preceptistas espafioles de los siglos XVI y XVII." His- toria general de las literaturas hispinicas. Ed. Guillermo Diaz Plaja. Barcelona: Editorial Vergara, 1953, III. 567-692. Virués, Crist6bal de. La gran Semiramis. En Poetas dramiticos valen— cianos. Madrid: Biblioteca Selecta de Clisicos Espafioles, 1929, I, 25-57. Vossler, Karl. Lecciones sobre Tirso de Molina. Madrid: Taurus, 1965. Wilson, Margaret. Spanish Drama of the Golden Age. London: Pergamon Press, 1969.